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Escuchando el tocadiscos bajo la lluvia

Lluvia de veranoILYA U. TOPPER | Acaba de caer un chaparrón ante mi ventana. Uno de esos que solo pueden caer en Estambul, y que en cuestión de minutos te tienen toda la calle bajo varios pies de agua. Uno, que es de Cádiz y por lo tanto desconfía del paraguas, aplaza todo plan de salir, se asoma a la ventana, respira el olor a tierra mojada –sí, en Estambul, aún en el centro de la ciudad, huele a tierra mojada cuando llueve– y acaricia el libro homónimo de Ahmet Hamdi Tanpinar en la mesa.

Imagina entonces que asomándose al patio –si uno tuviera patio con arriates y árboles–, vería a una chica joven, sin paraguas también, calada hasta el último hilo de su vestidito de verano, y por supuesto la haría pasar para ofrecerle resguardo, con cierta corrección de usted, señorita, y dejando claro de paso que uno es un hombre recto, casado, con dos hijos, aunque la familia anda de momento por las playas de Antalya. Y ella, como una niña chica, toma posesión de la casa, pone el tocadiscos…

No, esto no es simplemente el arranque de un cuento erótico. Porque para eso, Sabri es demasiado caballero, un poco a la antigua –bueno, en la Turquía de 1955, que es cuando Tanpinar escribe esta nouvelle, ni siquiera sería tan a la antigua–, pero sobre todo ella, la chica de la que nunca sabremos el nombre, es demasiado inquietante. Capaz de ser a la vez camarada, seductora, señorita, soñadora, amiga.

Tanpinar traza en apenas 70 páginas –eso ya incluye los grabados en sepia claroscuro del artista libanés Hassan Zahreddine– un paseo por Estambul en el que la ciudad queda difuminada al fondo, apenas presente en un restaurante de pescado, unas copas de raki, un camarero torpe, las aguas del Bósforo, una caseta de playa. El agua: nadar juntos, o mejor dicho, nadar y fingir que ambos lo hacen juntos.

Porque el misterio no se disipa. ¿Realmente ella ha buscado a Sabri solo para recuperar un rato la que fue –eso cuenta– su casa? ¿Para enfrentarse a los fantasmas de su infancia? ¿A aquel incendio? ¿O se lo inventa todo? ¿Miente cuando dice que su marido intentó matarla? ¿O miente cuando dice que eso fue mentira, que lo dijo para hacerse la interesante?

Al margen de las verdades ¿hace bien Sabri dejándose llevar por esta alegre y fantasiosa intrusa? ¿Haría mejor en dejarse llevar aún mucho más lejos? (Pero ¿y su mujer, Seher, y los niños?) ¿Es la indecisión el peor de los castigos? En su cabeza dialogan Hacivat y Karagöz, los dos títeres del tradicional teatro turco de sombras, pero tampoco parecen llegar a una conclusión. Tan poco que al lector se le antojan casi innecesarios: Tanpinar podría haber escrito esta nouvelle sin necesidad de los humorísticos muñecos de pergamino. Aunque por qué no. Un guiño a la cultura popular, un contrapunto a la copa de vodka ante los violoncelos en el tocadiscos.

Ahmed Hamdi Tanpinar (1901-1962)  es uno de los grandes clásicos de la literatura turca, y Lluvia de verano (1955) es su tercer libro en el mercado español, tras El instituto para la sincronización de los relojes y Paz. Los tres están traducidos por Rafael Carpintero, cuyo nombre es garantía de calidad, y no solo porque a diferencia de otros libros con apellidos turcos que usted se encontrará en el mercado significa que la novela se ha traducido del turco, sin el desvío por el inglés.

Ha dejado de llover. Pero no sé si es bueno. Porque cierro el libro, miro por la ventana y  entonces ella ya no está.

Lluvia de verano (Sexto Piso, 2016), de Ahmet Hamdi Tanpinar | 86 páginas | 20 euros | Traducción de Rafael Carpintero

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