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Esperpento irlandés

9788494167621Obras completas de Sally Mara

Raymond Queneau

Blackie Books, 2014

ISBN: 978-84-941676-2-1

416 páginas

23 €

Traducción de Mauricio Wacquez, José Escué y Manuel Serrat Crespo

Obertura de Enrique Vila-Matas

 

Antonio Rivero Taravillo

Fue Raymond Queneau uno de esos escritores galogamberros que, como Georges Perec, quitaron solemnidad a toda la inteligente tontería de Jean Paul Sartre, Simone de Beavouir y el atajo de estomagantes estalinistas que desembocaron en ese 69 de impotentes: el 68 francés (con perdón). Perteneció al grupo OuLiPo (Ouvroir de Littérature Potentielle, Taller de Literatura Potencial), que fundó con François Le Lionnais en 1960 y que es aún grupo activo del que acaba de ser elegido nuevo miembro el argentino Eduardo Berti. Y, paralelamente (para lela mente, la de Sartre, repito) a su labor como colaborador y editor de Gallimard, desarrolló una amplia obra llena de experimentaciones, no necesariamente orientadas a buscar la rosa alquímica, sino la alquimia de la risa.

En este volumen se recogen tres obras apócrifas (Diario íntimo, Siempre somos demasiado buenos con las mujeres y Sally más íntima) atribuidas a una tal Sally Mara, joven irlandesa que aúna como agua y aceite un nombre de pila inglés y un falso apellido gaélico que no es sino el genitivo singular de la palabra mar. Algo sabía de la lengua celta nuestro autor. Como Heinrich Böll, Queneau se sintió atraído por el país de san Patricio y llegó a traducir una obra fundamental de la literatura isleña vernácula: el Fiche bliain ag fás de Muiris Ó Súilleabháin. La vertió del inglés a partir de la traducción de George Thomson con título tan de tango de Gardel y Le Pera como Vingt annes de jeunesse (por cierto, que hace justo cincuenta años se publicaba en Londres un trabajo de Dylan Thomas a partir del ya clásico irlandés: “A film script of Twenty Years a Growing, from the story by Maurice O’Sullivan”).

El diario íntimo constituye algo más de la mitad del volumen. Recoge las anotaciones de una chica que, mitad tonta del bote, mitad sicalíptica, descubre el sexo en una sociedad de papanatas en medio de equívocos, deseos sublimados y un exceso de alcohol del que es buen ejemplo el hermano, no tanto tonto del bote como atontado por la botella. Es el mundo asfixiante del llamado Estado Libre de Irlanda. En una de sus páginas últimas leemos: “A continuación me ha hablado de un tipo de Dublín, un tal Joyce, un pornógrafo que se ve obligado a publicar sus libros en París.

Le sigue una novela que, retrocediendo una generación en el tiempo, se desarrolla durante el Alzamiento de Pascua de 1916. Un grupo de rebeldes ha tomado una oficina de correos (no la central de O’Connell, entonces Sackville Street, sino otra menor emplazada en Eden Quay) y se cepilla a la empleada probritánica a cuyo rescate acude su prometido, marino de Su Graciosa Majestad. Lo heroico cede paso a lo chusco, y el humor es cercano a páginas que narraron el mismo levantamiento décadas después, como algunas firmadas por Jamie O’Neill o Roddy Doyle. Entre sus perlas, esta: “Larry O’Rourke acababa de morir. Dillon le apoyó la cabeza en el suelo, se levantó y se persignó, aunque, como todo buen católico, tenía una acusada tendencia al ateísmo.” O esta otra: “Existe una cualidad que no puede negárseles a los británicos: el tacto.” Y es que, tras bombardear la estafeta y desembarcar para tomar la posición, los marinos no impiden la violación (la enésima violación, en realidad) de Gertie, y esperan a que esta haya finalizado porque “no querían que la joven se sonrojase pensando que habían podido sorprenderla en actitud indecorosa.”

La tercera parte, muy breve, recuerda las piruetas verbales que realizaba Myles na Gopaleen (Flann O’Brien) en su columna de The Irish Times o recentísimamente el gran Andrés Neuman en Barbarismos. Como muestra, un botón: la escatología, “propósito de enmierda”. Se diría, en fin, que este tramo final, tiene como ambición: “Elevar el retruécano a la categoría de suplicio.” Muy divertida y brillante es además la aritmética afectiva de la página 398.

Literatura de entretenimiento, humorística, estas Obras completas de Sally Mara actúan como contrapunto del existencialismo avinagrado. Especialmente recomendable, porque ahí tenemos a un verdadero personaje y una voz genuina (a pesar de su heteronimia), es el Diario íntimo, que, por el alcohol y por flujos de otros gaznates inferiores, tiene tanto de húmedo esperpento irlandés.

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