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Esto pasa, claro que pasa

Mika Waltari_Estas cosas jamás suceden

LEONOR RUIZ |«Estaba preparado para partir. Cansado de todo lo que había considerado suyo, tan cansado que un viaje a cualquier parte significaba para él lo que la libertad para un prisionero».

Solo hay dos formas de huir de una vida de mierda: o evadirse (y echar fardos al mulo), o librarse de todo y dejar esa vida atrás.

Será por eso ―porque todos en algún momento buscamos esa huida: la evasión liberadora, la fuga feliz― que uno reconoce de inmediato el estado en que se encuentran los personajes de Estas cosas jamás suceden. Celebramos su suerte y sus decisiones, ese dejarse arrastrar por las inesperadas circunstancias. Y anhelamos ciegamente su brutal tabula rasa: prescindir de nombre, hogar, patria, objetivo. Despachar pesos muertos ―importa todo un carajo―. Liberación, liberación, liberación.

En vísperas de la II Guerra Mundial, en algún punto de Europa Central, un hombre y una mujer sobreviven a un accidente aéreo. No sabemos con exactitud de dónde partían ni a dónde se dirigen. Todo dato previo resulta superfluo. Lo relevante es el ahora, los peligros, el misterio y la liviandad que les ofrece y que ellos comparten por casualidad.

«Por primera vez en muchos años, se apoderó de él la fervorosa conciencia de que estaba vivo. Su vida le pertenecía, era libre, sin obligación de rendir cuentas a nadie».

El prolífico Waltari (1908-1979) publicó esta breve novela en 1944, un año antes de alcanzar fama mundial con Sinuhé, el egipcio. Su versatilidad y talento literarios se manifiestan también en esta obra, escrita en un lenguaje escueto, facilitador de la atmosfera enigmática y de los giros repentinos que barren el relato.

«¿De qué sirve el dinero si con él solo se puede comprar comodidad y aburrimiento?». «Sobrevolaban la frontera de la muerte, y todo con lo que a lo largo de los años había tejido una red impenetrable a su alrededor carecía ya de sentido».

Recordé, durante la lectura, el filme chileno Poesía sin fin (2016), de Alejandro Jodorowsky, en el que lo aparentemente absurdo también se convierte en cordel del argumento. Resistimos desportillando el plato oficial, contraviniendo expectativas. «Demasiadas comilonas, demasiados años de vida sedentaria. Ahora volvía a estar en movimiento».

El vacío de la vida acomodada y el bienestar gratuito contrastan con el grupo de cómicos ―el tatuado, la cíngara, el enano, el cercopiteco― con el que los protagonistas compartirán trayecto.

«Narcótico como un veneno, se filtraba el olvido en la mente del hombre».

Cierto silencio y un progresivo aire complaciente conquistan al lector. Eso no pasa, devuelve el traductor de Google al insertar el título en finés. Con incredulidad lo repiten los protagonistas: «Estas cosas jamás suceden, estas cosas no pueden suceder».

Los dejamos en las aguas de un río. Gloria.

Estas cosas jamás suceden (Navona Editorial, 2017), de Mika Waltari | Traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz | 125 páginas | 14,00 euros.

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