0

Estos son mis principios

elhachmi-hablado

ALEJANDRO LUQUE | Me lo dijo Laura Freixas cuando le pregunté por la cuestión del velo: “Prefiero no contestar, porque no es un tema que tenga lo bastante trabajado”. No seré yo quien deje de valorar la prudencia como virtud necesaria, y más en estos tiempos en los que cualquiera dispara impunemente sobre cualquier cosa desde las redes sociales. Pero tampoco deja de resultarme llamativo el hecho de que una intelectual que funge como abanderada del feminismo, que dedica buena parte de su tiempo y confía buena parte de sus ingresos a teorizar sobre la materia y a instruir a otros al respecto, titubee ante un asunto tan clamoroso.

Llamativo, sí, pero no sorprendente. He encontrado respuestas similares en colectivos de educadores, en militantes progresistas, incluso entre expertos en el mundo mediterráneo. En algunos casos, oí cómo se sacudían el compromiso asegurando que “en Oriente hay otros problemas más urgentes”. Desde luego, siempre los hay. Pero eso no significa que no sea un problema, ni que no sea grave. La conclusión es que hablar del velo suscita una suerte de temor que lleva a menudo a los interlocutores a aparcar sus íntimas convicciones para preguntarse si es necesario aplicar un “régimen especial” sobre la controversia, léase un tratamiento diferente en nombre del sacrosanto respeto a la diversidad cultural. Error. Inmenso error.

Hasta hace poco, lamentaba que estos feministas dubitativos no leyeran M’Sur, que para algo nos hemos ocupado extensamente del tema durante diez años. Pero si la prensa digital no es lo suyo y prefieren bibliografía especializada, han de saber que poco a poco han ido llegando a nuestras librerías títulos lo bastante iluminadores como para ir despejando dudas: desde los libros fundamentales de Fatima Mernissi, Nawal Saadawi o Wassyla Tamzali, a las recientes aportaciones de Mona Eltahawy o Leila Slimani, entre muchas otras, hay material de crítica y reflexión para muchas horas, y además en un estilo claro, rotundo y accesible a todos, sin necesidad de “traducir” claves intrincadas o transportarse a realidades más o menos exóticas.

Por si no fuera suficiente ese considerable arsenal teórico, ahora llega este libro de Najat El Hachmi, escritora conocida en España por su trilogía escrita en catalán, formada por las novelas El último patriarca, La hija extranjera y Madre de leche y miel. A primera vista, por su brevedad, podría pensarse en una de esas faenas de encargo que de vez en cuando hacen las editoriales aprovechando alguna coyuntura. Podría serlo, pero si así fuera, lo que aseguro es que El Hachmi no se la ha tomado a la ligera. Uno se pone a subrayar ideas importantes y, cuando quiere darse cuenta, está subrayando el texto entero.

El testimonio de El Hachmi tiene un valor especial en tanto se trata de la primera mujer originaria del mundo árabo-musulmán (en este caso Marruecos) que se ha formado en nuestro país y habla como escritora desde esa doble perspectiva. Y no solo por la autoridad que indudablemente confiere el hecho de haber sufrido en propia piel algunos de los aspectos más duros del patriarcado, sino por su capacidad para detectar las trampas que éste tiende todavía hoy bajo múltiples disfraces y argucias.

Por ejemplo, la tentación de distinguir un feminismo islámico de otro etnocéntrico, eurocéntrico o colonizador, obviando que cualquier apellido que se le ponga al feminismo –la búsqueda de igualdad de derechos y oportunidades entre personas de distinto sexo– no es sino una burda forma de desvirtuarlo, cuando no de manipular descaradamente. O de asumir símbolos patriarcales como distintivos identitarios inocuos, y hasta simpáticos, que nos permiten vivir la ficción de una sociedad multicultural armónica, siempre que obviemos que algunos individuos –individuas para ser exactos– viven uno o varios escalones por debajo en libertades, o aún peor: salen a la calle envueltas en la bandera misma de la diferencia y de la desigualdad.

Najat El Hachmi habla de misoginia estructural del islam, sin pelos en la lengua, sin detenerse a considerar si otros credos serán más o menos discriminadores: cada palo que aguante su cirio. Analiza de forma somera pero suficiente las excusas históricas o teológicas que se interponen para afianzar y perpetuar dicha misoginia, y señala sin que le tiemble el pulso a los responsables directos de que, en las últimas décadas, las corrientes más represivas se hayan difundido por toda Europa hasta usurpar por completo el nombre de la fe musulmana, como si hubiera una sola, la genuina y verdadera: las dictaduras teocráticas del Golfo y las mezquitas que, a golpe de petrodólar, han acogido esa doctrina con los brazos abiertos, tratando de embadurnarlas con el barniz irresistible de la tradición.

Pero también señala, claro está, a esa sociedad española y europea que, por ignorancia o bisoñez –ambas imperdonables–, compró ese pack letal completo. A los medios de comunicación que solo parecían capaces de reflejar la realidad de los inmigrantes a través de la religión, como si fuera lo único que los identificaba. A esa derecha que lo hizo todo por la estigmatización del moro, pero también a esa izquierda que, más Groucho que Carlos, se acogió a la máxima marxista del “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”.

Y como no podía ser de otro modo, reserva su parte para las actuales y muy activas apologetas del hiyab que pretenden hacer pasar por simple elección personal aquello por lo que otras hermanas, menos afortunadas, sufren chantaje, violencia y repudio. Puede que, como afirman los relativistas, haya en el Mediterráneo problemas más urgentes que el velo. Pero Najat el Hachmi, y con ella muchas mujeres valientes de origen similar, están gritando que algo decisivo se está jugando alrededor de él en esa batalla de ideas y libertades. ¿Cómo no escucharlas? ¿Cómo no tomar partido por ellas?

Para no hacer más larga la reseña que el libro mismo, terminaré aseverando que Siempre han hablado por nosotras no defrauda en lo que promete la portada: Un manifiesto valiente y necesario. Se dice de cualquier chorrada últimamente, pero esta vez es verdad indiscutible. Valiente, por el precio que a buen seguro pagará la autora, precio del que las amenazas de muerte que está recibiendo en redes son quizá lo de menos. Necesario, porque si nos daba pereza seguir M’Sur durante diez años, si nos pillaban lejos Tamzali, Saadawi o Slimani, la voz de Najat es tan cercana que no podemos –ya no– ignorarla.

Con un poco de suerte, será un hito del debate feminista en español. O, como mínimo, un modo de acabar con la excusa de que todo esto del patriarcado y el islam son temas que no tenemos lo bastante trabajados. Pues eso: a trabajar, hermanas, a trabajar.

Publicado con anterioridad en la revista digital M’Sur.

Siempre han hablado por nosotras (Destino, 2019) | Najat El Hachmi | 136 páginas | 12,25 euros | Traducción de Ana Ciurans Ferrandiz

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *