4

Existe y yo lo conozco…

Limónov

Emmanuel Carrère

Anagrama, 2012. Colección «Panorama de Narrativas»

ISBN: 978-84-339-7855-4

396 páginas

19,90 €

Traducción de Jaime Zulaika

Prix des Prix 2011, Premio Renaudot, Premio de la Lengua Francesa

Sara Mesa

¿Quién es Limónov? ¿Quién es ese hombre que nos mira con severidad desde la cubierta de este libro, con atuendo militar, la mano posada en una máquina de escribir, girado hacia la cámara en un rincón de su desangelado escritorio? Es un personaje real, se apresura a decirnos Emmanuel Carrère desde el primer momento, “existe y yo lo conozco…”, un personaje fascinante, complejo, contradictorio, excesivo, testarudo hasta la idiotez, inigualable en todo caso… La atracción que tal sujeto genera en el autor de De vidas ajenas o El adversario es tan honda que el lector se siente contagiado de inmediato. El resultado es cautivador: el libro se lee más como una novela que como una biografía, y diría más: como una novela de aventuras, una novela apasionante protagonizada por un hombre que, de no ser porque basta con «googlear» para verificar su existencia real, parece sacado de un ejercicio de imaginación extrema.

Biografía novelada o novela biográfica… los libros que cabalgan en la hibridación de géneros suelen mostrar perfiles muy interesantes… En este caso, el propio Carrère, aunque siempre de fondo, se nos presenta también como un personaje de la obra. Carrère, que a principio de los 80 se sintió profundamente atraído por Limónov -cuando el escritor ruso era “el niño mimado del mundo literario parisino (…) nuestro bárbaro, nuestro gamberro: le adorábamos”-, se reencuentra con él años después y decide escribir sobre su agitada vida. De modo que el libro se convierte también en una historia sobre la propia escritura, sobre el por qué de esa fascinación que reside en la personalidad completa de Limónov, con todas sus luces y sus no pocas sombras.

Contradicción pura. Asombro. Admiración, pero también repulsa. Sentiremos todo esto al leer el libro. Carrère y Limónov cara a cara, en un combate desigual en el que obviamente ganará el segundo, el audaz, el apasionado, frente al papel de boboaburguesado que el francés se atribuye a sí mismo. Pero Carrère se retira pronto y deja todo el protagonismo al ruso, para contarnos su vida en varios capítulos que abarcan desde 1943 a 2003, y que se ubican en diversos escenarios: Ucrania, Moscú, Nueva York, París, Sarajevo… Y en este recorrido, aparecen todos los perfiles de Eduard Savenko, el nombre auténtico de nuestro Limónov: desde fundador del partido extremista nacional-bolchevique, a poeta de vanguardia en sus años de juventud; desde mendigo en las calles de Nueva York, viviendo entre la picaresca y una sexualidad sórdida y desenfrenada, a romántico empedernido capaz de amar intensamente a una mujer durante años; desde escritor de prestigio ‘underground’ con sus escandalosos libros autobiográficos, a preso en la Rusia poscomunista por tenencia ilegal de armas; desde mayordomo de un millonario, a francotirador ocasional en la guerra de los Balcanes en apoyo de la causa serbia. Violento y místico, ambicioso pero capaz de renunciar a todo si es preciso, siempre franco, directo y a veces, nos da la impresión, llevado más por el instinto que por la inteligencia: así es Limonóv, o así nos los presenta Carrère. Esplendor y miseria se dan la mano en su peculiar vida, “un tipo sexy, astuto, divertido, que tenía a la vez un aire de marino de juerga y de estrella del rock (…) no era raro que al final de una cena, cuando todo el mundo estaba ebrio menos él, que tenía un aguante prodigioso para el alcohol, hiciera el elogio de Stalin, lo que atribuían a su gusto por la provocación (…) Le gustaba la trifulca, tenía un éxito increíble con las chicas…”. La limpidez de la prosa de Carrère -que muestra una vez más su talento para una escritura pulcra, envolvente y plena de matices-, nos absorbe tanto como las peripecias de su personaje. 

A pesar de los muchos episodios cuestionables de su biografía, Carrère afirma que no juzgará a su personaje. Su libro no está para eso. Bucea en las contradicciones más esenciales del escritor maldito y, por extensión, en las nuestras. En este sentido, creo que la orientación del libro no apunta tanto hacia la comprobación de la veracidad de lo contado (en efecto, Carrère no contrasta las fuentes y el punto de vista predominante es el del propio Limónov), sino hacia el análisis, mucho más escurridizo y subjetivo, de la irremediable atracción que se siente hacia los personajes extremos. No está escribiendo Carrère un reportaje periodístico -aunque haya mucho de su técnica-, ni un ensayo -aunque se encuentren densas reflexiones en la obra-, ni una biografía al uso -aunque haya mucho de ella, en efecto-, sino literatura, pura literatura que no se ancla en más limitaciones que las que el propio autor desea imponerse.

Pero además, este magnífico libro es también un relato sobre la convulsa historia de Rusia de los últimos cincuenta años, una crítica soterrada al aburguesamiento de la clase intelectual y a la interpretación unilateral de la realidad, una indagación en la contradictoria naturaleza humana y un paso más en la sólida trayectoria de uno de los escritores franceses actuales más interesantes. Merece, y mucho, ser leído.

admin

4 comentarios

  1. Uf, qué ganas de ir a por él ahora mismito. Sara querida, me convences cada vez que sales por estos confines de la crítica literaria. Por cierto, he leído tu Cuatro por cuatro y me ha gustado mucho, aunque tengo unas cuantas preguntas sobre el espacio en el que se desarrolla la novela. Me apetece hacer una ruta literaria este verano con tu libro bajo el brazo. Y a ver si vienes por Alicante a darte un garbeo y hablamos de todo un poco. ¿Este Carrère tiene algo que ver con Emilio? Veo que a los dos Carrère les gustan los apuntes del subsuelo.
    Besos, rosas y horchata en copa fina para ti.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *