CAROLINA EXTREMERA | En 2015, Luna Miguel entrevistó a Alberto Acerete para Playground con motivo de la publicación de su poemario Yo quiero bailar en La Bella Varsovia. Fijémonos en estas frases: “El mundo que nos han enseñado nuestros padres no es el mundo en el que nosotros hemos crecido”. “Nuestros progenitores, además, se habían dado cabezazos contra la pared para encontrar el modo de entregarnos un mundo a su medida, pero lo que no sabían es que esa medida ya no era la nuestra”. Esa sensación de que les educaron para un mundo que no resultó ser el real, de que sus padres no comprendían sus inquietudes y las descartaban como problemas juveniles pasajeros es común a la mayoría de las personas de entre treinta y cincuenta años. Curiosamente, otra idea que está siempre presente en nuestras conversaciones es el hecho de que los pertenecientes a la generación Z no saben lo que hacen, son egocéntricos, solo se preocupan de sus móviles y su imagen y visten fatal. La mayoría de las veces ni siquiera vemos contradicción entre las dos cuestiones y no somos conscientes de que nosotros también estamos siendo víctimas de ese síndrome que ya aquejaba a Sócrates por el cual, la juventud siempre está perdida y es peor de lo que fuimos nosotros. ¿Cómo vamos a tener nosotros ese tipo de ideas si eso es para viejos?
A lo mejor es que comprender a los adolescentes no está y nunca ha estado al alcance de la generación anterior y, por eso, la mayoría de los escritores toman uno de estos dos caminos a la hora de retratarlos: o bien se retrotraen a su propio yo púber con el sabio criterio de “escribe sobre lo que conoces” o bien se aproximan a ellos entre el miedo y el humor, siempre en tercera persona. Por eso es tan original Cuídate mucho, porque su autor se atreve no solo con la primera persona y con la generación posterior a la suya, sino que además decide utilizar un estilo que homenajea el propio lenguaje adolescente.
Alberto Acerete se mete en la piel de Sara, una chica de un barrio de extrarradio que se va introduciendo poco a poco en el mundo de la prostitución y de las drogas. Es una novela de chicas fuertes que toman malas decisiones porque su vida no les deja tregua y se van hundiendo cada vez más en el lodo. La historia es inventada, pero no por eso es ficticia, ya que lo que narra está pasando ahora, en cientos de barrios, una y otra vez: jovencitas, niñas incluso, son captadas para la prostitución, obligadas por el poder de la adicción, de la persuasión, por la precariedad de su entorno. Hay escenas que hacen daño no solo a los personajes, sino al lector. Y sin embargo, el libro engancha, es difícil de soltar a pesar de su dureza, tal vez porque la narrativa es muy rápida y no da tregua, empezando por la potencia de las primeras palabras:
“tráenos niñas para follar que nosotros pagamos, me dirá Ana que le ha dicho el viejo para el que limpia
y por niñas no se refiere a mí sino a norma y al resto
a las crías del parque”.
Sin apenas comas, ninguna mayúscula y ningún punto pero sin hacerse farragoso gracias a los cambios de párrafo – que recuerdan a poemas – el estilo de escritura está depuradísimo y parece verdaderamente el que utilizan los propios adolescentes. He tenido ocasión de ver muchas notas escritas en clase entre ellos y siempre me ha llamado la atención el hecho de que chicos y chicas que escriben perfectamente en los exámenes y trabajos siguen utilizando el mismo estilo sin comas ni mayúsculas cuando se comunican entre sí, como si vivieran siempre con un doble código, el que usan para nosotros y el de ellos. Y ese último, el lenguaje privado, es el que ha captado Acerete a la perfección, con algunas licencias que vuelven líricos los momentos clave. Ha escrito una novela potente, llena de referencias a la cultura actual del Instagram y el Trap sin tomar la voz que juzga, sino la que está viviendo. Si no es porque los padres pondrían el grito en el cielo, creo que podría perfectamente ser lectura obligatoria en un instituto y serviría no solo para que los alumnos conocieran de primera mano un drama real sino también para que confiasen en su propia creatividad.
Es fácil, al hilo del párrafo anterior, subestimar esta novela como “adolescente”. No lo hagan. Estamos hablando del hombre que reunió su poesía en la que experimentaba con el lenguaje y en la que había referencias culturales tanto a la Biblia como a Ingmar Bergman, la publicó en La Bella Varsovia y decidió ponerle al libro “Yo quiero bailar”, en referencia a la canción de Sonia y Selena.
Cuídate mucho (Autoedición, 2019)| Alberto Acerete | 201 páginas | 5,95€