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Fuga sin fuga

9788494476938MANOLO HARO | Una pluma, o un vilano, flota de manera antojadiza en el aire de la mañana. Su caprichoso vaivén es determinado por las rachas de viento que hacen quebrar ascensos y descensos. La suerte del día la llevará a vivir una existencia terrestre, enredada entre los pies y el barro del mundo, o celeste, perdida entre las nubes y el sol. No se puede entender el viaje de esa pluma sin los elementos que condicionan su periplo, como tampoco se puede entender la obra de cualquier autor sin reparar en los agentes externos que acompañaron el devenir de sus días. Algunas corrientes de estudios literarios aniquilan al autor para quedarse simplemente con la miel del panal, pues piensan que el magma creativo es universal e inmortal, así como que la obra tiene ya de por sí su libre bogar sin marinero que arríe las velas. El caso de Emmanuel Bove –casi un desconocido para muchos de los lectores en lengua española a no ser por algunas reivindicaciones editoriales como ésta o el rescate de unos cuantos como Enrique Vila-Matas– necesita de una breve presentación para entender una novelística que muestra una profunda y atrayente belleza.

La vida de Emmanuel Bove se parece a la de sus personajes. Sin Bove no habría, en este caso, Charles Benesteau, protagonista de El presentimiento, como no habría Quijote sin el Cervantes apremiado por las circunstancias de una guerra, un cautiverio y un maltrecho vivir entre gentes de varia condición. Siempre es así –a no ser que el autor se dedique a la novela de cartón piedra–, pero, ya digo, para entender al francés es esencial. Nacido en 1898 de la unión entre un judío ucraniano exiliado y una criada luxemburguesa, su infancia está marcada por los avatares propios de un parvenú: tras una escolarización irregular, a los 14 años decidirá ser novelista; su padre, de filias aristocráticas, vive en Génova con la rica pintora inglesa Emily Overweg, que influirá en el niño Emmanuel; la muerte por tuberculosis de su progenitor lo enredará en la tela de araña de la subsistencia, haciendo de él, con apenas 18 años, un conductor de tranvía, un camarero, un obrero de la Renault y un taxista, oficios a los que sumará más tarde los de inspector de seguros o comercial publicitario. Su boda lo lleva a vivir en un suburbio de Viena con la joven esposa, de cuyo matrimonio resultarán pocas flores y muchas grietas; en esta etapa vienesa Bove está haciendo las abdominales que lo curtirían para convertirse en un autor solvente, ya que se dedica a escribir metódicamente 800 líneas diarias de novela popular. De vuelta a París, ya en los años 30, tendrá su etapa más creativamente fértil, de donde surgirá El presentimiento. Abandono de momento la esquemática exposición de su biografía; es ahora cuando Charles Benesteau sale a la luz.

El 13 de agosto de 1931, a última hora de la tarde, un hombre que debía rondar los cincuenta años subía por la avenida del Maine”. Ese hombre es Benesteau. Así da comienzo una obra que narra  días en la vida de un individuo que desea romper con su pasado de abogado parisino de renombre, de vida cómodamente burguesa, abandonando mujer, familia y amigos para volver a vivir de forma anónima en un barrio popular, alejado de la elegancia de su vivienda en Clichy. El divorcio y este alejamiento dan inicio a una nueva vida, en la que ya no cabe ni siquiera la posibilidad de una herencia familiar ni la relación con la consabida amante. París es el decorado. Benesteau habita anónimamente un piso modesto, pero las circunstancias lo llevarán a socorrer a Vicent Sarrassini, un vecino del barrio que quiere divorciarse de su esposa porque sospecha que lo engaña. La trama se enredará posteriormente cuando Sarrassini intente matar a su mujer y Charles Benesteau se haga cargo de la hija de ambos al entrar uno en prisión y la otra en el hospital. Poco a poco, la anónima existencia que deseaba va a sufrir la injerencia de una realidad que no conoce ni controla. El mundo burgués del que procedía tenía sus normas de cortesía y servicio, de disimulo y engaño; el protocolo de la vida en los suburbios está atravesado por una hipocresía de trazo grueso, donde la maledicencia, la estupidez y la ignorancia se mezclan para dar un fruto envenenado. Estas vidas mínimas con demasiado sufrimiento van ofreciendo paulatinamente las pistas de otro mundo que Benesteau no domina. Su deseo inicial de descansar, vivir de forma anónima, de escribir sus recuerdos o de hacer ejercicios mnemotécnicos se irá al traste por la continua presencia de la vida de ahora y, a veces, de la de antes.

Emmanuel Bove podría sentirse como un escritor de estirpe kafkiana. Cuando leí La trampa (novela que publicó hace unos años la misma editorial) ya percibí que su interés por tensar la cuerda de la realidad en situaciones cotidianas colocaba a seres comunes en la tesitura de subvertir el sistema con un decisión simple, sin heroicidades. En un primer momento nos sería fácil emularlos y poder así contemplar el revés de la trama (“qué pasaría si…”), pero el lector queda pegado a la silla a medida que avanza en la historia, constatando que el mundo tiene unos colmillos disimulados entre la hojarasca de lo inofensivo. Charles Benesteau sólo quiere huir de un mundo que no le llena, tal vez con el presentimiento de que esa decisión marcará el fin de sus días. Algunos de los personajes que se mueven junto a él en la calle Vanves son malvados como fruto de su propia mezquindad. En contraposición, Benesteau renuncia a todo (familia, amante, amigos, hogar, trabajo, etc.) menos a la bondad, la verdad y la belleza. Resulta desolador toparse con los gestos de estos pequeños seres de vidas mínimas, personajes que enarbolan una maldad surgida desde la estupidez, que se mueven por instintos reptilianos y que socavan la voluntad de aquellos de su misma clase que escapan de esos patrones.

Vuelvo a la biografía que abandoné a comienzos de los años 30. En 1935, Bove daba a la imprenta El presentimiento. En 1937, enfermó de pleuresía, antesala de lo que ocho años más tarde acabaría con su vida tras su refugio argelino durante la Segunda Guerra Mundial. Por delante se lo llevó la caquexia, una insuficiencia cardiaca y el debilitamiento que le produjo la malaria que portaba desde África. Charles Benesteau, pienso, llevaba mucho en la sangre de un Bove que se inventó mil veces y vivió una sola vez. Leerlo es rastrearlo y rastrearnos. Justo eso es la inmortalidad.

El presentimiento (Pasos Perdidos, 2016), de Emmanuel Bove | 164 páginas | 15,90 € | Traducción de Mercedes Noriega Bosch

admin

Un comentario

  1. » que se inventó mil veces y vivió una sola vez…», realmente magnética esta reseña, que me parece escrita en los mismo códigos literarios que maneja Bove. Chapeu!

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