Su novela Sólo quería bailar supone un aldabonazo en la forma y en el fondo de contar una historia y, sobre todo, de construir, modelar y mostrar un personaje, el cual perdura en la memoria del lector como un puñetazo en las costillas y una caricia en el cuello.
El manejo del lenguaje, el ritmo de la trama, el descubrimiento de nuevos perfiles de ese personaje principal, la forma de engancharnos a la narración… Todos esos aspectos que un lector tiene en cuenta, aunque sea de manera inconsciente, Greta García los resuelve con absoluta solvencia, con originalidad y con una mano izquierda en el oficio que más de uno y de cien quisieran para tratarse de una primera novela, hasta el punto de, en forma de respeto, ejecutar un grand-plié (o, al menos, un demi-plié) como reconocimiento.