3

Hay otros submundos, pero están en éste


Americana

Don DeLillo

Seix Barral, 2013. Colección «Biblioteca Formentor»

ISBN: 978-84-322-1473-8

504 páginas

22 €

Traducción de  Gian Castelli Gair

Fran G. Matute

Leer a Don DeLillo me produce siempre pereza y fascinación. Pereza porque no me suele gustar nada sobre lo que escribe. Es más, me atrevería a decir que ni siquiera me gusta cómo escribe. Se me hace un mundo meterme en la cabeza de este señor. Me aburre soberanamente, me deja exhausto leerlo. Pero tras el esfuerzo, llega la fascinación. Es como si hubiera llovido sobre mi cabeza y, al igual que en la «Cançó 7a en Colors» de Pau Riba, creciera hierba sobre ella. Y esta sensación tan ambigua alcanza su máximo esplendor con Americana (1971), su primera novela que ahora rescata Seix Barral.


Americana es, de alguna forma, la típica novela de debut de un escritor ambicioso. Y Don DeLillo siempre lo ha sido. Ha sido ambicioso en el sentido de que su literatura pretende diseccionar la realidad americana desde todos los ángulos posibles, con cierto hincapié en el aspecto cultural de la misma. DeLillo siempre ha sido un escritor preocupado por el norteamericano de clase media, por la familia (esa institución nuclear de la literatura USA) y por el lugar de éstos en el mundo. Pero, sinceramente, dudo que su obra se dirija a ese ciudadano o a esas familias burguesas. Su literatura no deja de tener un tono elitista y exageradamente crítico y Americana es la prueba definitiva de lo anterior. 

Es ésta la historia de un ejecutivo neoyorkino (David Bell) que realiza uno de esos viajes de la experiencia (sí, hemos leído ya tantos libros así…) a través de otros lugares de la geografía estadounidense, conociendo personalidades dispares que le abren la mente y desmontan sus axiomas sobre la vida occidental. Un personaje arrogante y asentado en su posición urbana y profesional, que tiene todo para triunfar y que termina subyugado por el resto de realidades, por las otras capas que conforman esa «Americana» a la que DeLillo se refiere en esta obra: un cúmulo de experiencias tan dispares que llevan al protagonista a participar, por ejemplo, en una orgía rural que siempre me ha recordado muchísimo a aquella controvertida escena incluida en el ‘psyche-thriller’ Plan diabólico (1966) de John Frankenheimer.

La técnica utilizada por DeLillo para escribir esta historia, este análisis reflexivo, es muy cinematográfica. Pero no porque la estructura de la novela tenga afinidades con un guión de cine o sus párrafos sean fácilmente transportables a imágenes, sino porque el medio que utiliza David Bell para darse cuenta de que hay otros mundos que habitan en este es rodar una especie de película sensorial sobre su viaje. Y a medida que repasa sus grabaciones va sumergiéndose en esas nuevas realidades. Se le ofrece la oportunidad de mirar desde fuera, con perspectiva. Esta visión de «extramuros» es también muy típica de la literatura norteamericana. Por ello es Americana un producto de la época que lidia con cierta originalidad el conflicto norteamericano de finales de los 60 y principios de los 70. Las convulsiones políticas, la sociedad de la cultura, la lucha de clases… todo es tratado de forma integrada en esta novela bipolar. 

Americana cuenta con muchos defectos de principiante y esto lo ha confesado hasta el propio DeLillo que, en ocasiones, reniega de esta novela por considerarla muy precaria y demasiado atrevida para un jovenzuelo que pretendía abrirse camino en la literatura. Pero leída con perspectiva, la novela es tremendamente acertada en sus reflexiones y capta a la perfección la confusión de la época.

Todos los temas que se tocan en Americana fueron desarrollados por DeLillo en sus posteriores obras, sobre todo en su descomunal -y aburridísima- Submundo (1997), que es como la hermana mayor de ésta. DeLillo nos muestra así, desde el primer segundo de su vida literaria, cuáles son sus obsesiones y de alguna forma le honra haber sido fiel a ellas. Una fidelidad que deben agradecer sus lectores, pues DeLillo es de los pocos escritores norteamericanos que se siguen esforzando por contextualizar a los suyos y, a riesgo de que su obra parezca en ocasiones demasiado monotemática, nadie le va a quitar a este ‘mogul’ de las letras el lugar que ya de por sí tiene asegurado en el limbo de la literatura mundial. Lean Americana y saquen a pasear sus verdes y floridas cabezas.

admin

3 comentarios

  1. Interesante reseña, joven Matute. He de decirle que me creo con el total derecho de empezar a enlazar mi blog de dolencias cuarentona-femeninas en este espacio. Soy seguidora de Estado Crítico desde hace tiempo y sé que también hay gente que lo visita con fruición. Alicante (a pesar de lo que digan los turolenses) también es una gran olvidada de los circuitos literarios (quién nos diera un Hay Festival), así que me propongo contar qué es lo que pasa y qué me pasa en un sitio como mi ciudad y alrededores. Espero que sepan perdonarme este uso ancilar de EC. Para mí es el trampolín más elástico y seguro que conozco.
    Un besito.

    http://mariluzalicante.blogspot.com.es/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *