JOSÉ M. LÓPEZ | Ulises de regreso a Ítaca tras batallar en la guerra de Troya; Leopold Bloom recorriendo las húmedas calles de Dublín; Dean Moriarty atravesando el continente americano a bordo de Cadillacs de segunda mano; o el mismo Lázaro de Tormes, mendigando por las calles de la España barroca en busca de cierta posición social. La historia de la Literatura está plagada de narraciones que recrean viajes llenos de penalidades y aventuras adversas, algunos de miles de kilómetros, otros tan solo de un par de manzanas; algunos que duran años, casi toda una vida, otros simplemente de algunas horas; expediciones en las que el viajante que emprende el camino en poco termina pareciéndose al que llega a su fin. Porque más que la andadura física, es la evolución vital del protagonista lo que caracteriza este tipo de narraciones. Aquí, dentro de esta tradición narrativa que comenzó un tal Homero, podemos situar la historia de la primera novela del asturiano Alejandro Fernández-Osorio.
Nuestro Ulises es JC (Julio César), guardameta brasileño del Inter de Milán, una estrella de fútbol que ha cometido un error garrafal por el cual su equipo ha caído derrotado. Todas las miradas están puestas en él, antes héroe y ahora villano. Tras evadir las incómodas preguntas de los periodistas, el portero decide irse esa noche a casa andando en vez de en su coche de lujo. Esta odisea nocturna por las calles de Milán se divide en cuatro partes, las mismas en las que se estructura un partido: primera parte, segunda parte, prórroga y penaltis; cuatro capítulos que irán jalonando está onírica noche que supondrá para JC un descenso antes nunca realizado por él hacia una realidad cotidiana de gente anónima en la que jamás se había fijado. Pero esta caminata le obligará también, espoleado por la épica y la miseria de la derrota, a examinar su propio pasado, la infancia de un pobre niño brasileño cuyas férreas manos eran de un tamaño tan solo comparables al de sus traumas afectivos y sexuales. Al final al paseante no le queda más remedio que enfrentarse a su propio yo, ya sea real o inventado.
Espero que se entienda como un halago si digo que nos encontramos ante una novela de peso. No os engañéis, el fútbol, más allá de algunas metáforas a la que recurre el protagonista para interpretar lo que le rodea, no es el tema fundamental del libro. Los no seguidores de este deporte, como me pasa a mí, pueden acercarse a la obra sin miedo; por el mismo motivo creo que ningún forofo debe esperar una sencilla historia futbolera. Aquí el “deporte rey”, al que sí parece ser aficionado el autor, se toma como metáfora o punto de partida para poner en liza ideas como la identidad, la realidad, la Historia, la fama o la derrota. Si no se fían de mí, un último consejo: antes de comprarlo lean la contraportada. No aparecen los nombre de Pelé, Maradona o Messi, sino los de Santo Tomás de Aquino, Joyce o Camus.
Una novela de tan elevadas pretensiones necesita unos personajes con entidad, y precisamente este me parece el punto fuerte del libro. Quizás debido a su profesión como psicólogo, Fernández-Osorio dibuja un complejo mapa mental de los personajes, sobre todo, como es obvio, del protagonista. El autor disecciona minuciosamente el cerebro de este guardameta que aspira a ser un héroe clásico, como el homónimo general romano. Pero que no es más que un tipo normal, hábil con las manos y traumatizado por un pasado del que aun arrastra numerosas cicatrices emocionales, como ponen de manifiesto tanto las flashbacks de su infancia en Brasil como determinados sucesos que sufre en su noctámbulo recorrido. JC es todo lo contrario a un personaje acartonado de ficción, creo conocerlo. Hasta me cae mal esta estrella engreída y estúpida que aspira a no desaparecer nunca de la Historia por el mero hecho de evitar que la pelotita traspase los tres palos. JC está en perpetua búsqueda de sí mismo, de ahí la importancia que se da en la novela al valor simbólico de los nombres, la obsesión del protagonista sobre quién forja o define la personalidad, y, en consecuencia, la autoridad y el poder de quien posee el privilegio de poder escribir su propia Historia. Por ello el portero le recrimina a uno de los tipos con los que se encuentra:
“¿Y tú? ¿Quién eres? ¿Quién fuiste? ¿Quién conseguirás ser? ¿Alguien lo suficientemente rotundo para que la Historia te respete? ¿O una enorme mentira de aquello que podías haber sido, cuando ya solo existes en el lugar donde nada existe? Le miro confundido y él me responde. La memoria. Serás, al final, la memoria de cada uno que te piense; una mentira, una suma de pequeñas mentiras (…)”
Conceptos de este calado son tratados en el libro con una sutileza que se desprende del extraño viaje al que se ha lanzado el protagonista. Sin embargo, esta deriva filosófica de la novela opta, en ocasiones, por dejar de lado la trama y manifestarse en complejas digresiones embutidas dentro del monólogo interior del cancerbero que lastran el ritmo de la narración. Este portero brasileño se ve enfrascado en un mar de pensamientos complejos, encarnados en frases certeras, ingeniosas pero sentenciosas en extremo, que pueden aburrir al lector que busque en estas páginas algo más que un tratado de psicología.
En una entrevista en octubre de este año, Alejandro Fernández-Osorio defendía una literatura que exija al lector. Estoy totalmente de acuerdo. Sin embargo, creo que una apuesta por la densidad y riqueza conceptuales no debe estar reñida con los parámetros rítmicos y narrativos a los que toda historia, también aquella que exige un lector más activo, debe aspirar. En muchos momentos de la obra esto se consigue. Y son los que más me interesan. Esos en los que la filosofía no se encarna en palabras, sino que se deriva de la propia acción, de la propia aventura que vive el protagonista, recorriendo las calles de una ciudad real, pero descrita con un enigmático y vulgar onirismo. Y también son los momentos en los que más me divierto. Esos en los que vemos a un hombre enfrentándose consigo mismo en un entorno a la vez cotidiano y extraño. Sí, esos momentos en los que Homero termina propinando a Freud un definitivo puñetazo en los morros.
JC (Impronta, 2016) de Alejandro Fernández-Osorio | 180 páginas | 10 € | Premio Asturias Joven de Narrativa 2015