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Impecable

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Bloody Miami

Tom Wolfe

Anagrama, 2013. Colección «Panorama de narrativas»

ISBN: 978-84-339-7877-6

624 páginas

24,90 €

Traducción de Benito Gómez Ibáñez

 

 

Fran G. Matute

Hace ya unos cuantos meses, con motivo de su visita a Barcelona para la promoción de este Bloody Miami (2012), la editorial Anagrama colgó en las redes sociales varias fotografías de Tom Wolfe. «Impecable», decía el texto. Pero servidor, lo reconozco, quedó horrorizado ante las instantáneas. Ese trasunto de vampiro flemático sacado de no sé cuál película de época victoriana no podía ser “mi” Tom Wolfe. ¿Por qué el antaño rey del Nuevo Periodismo, el aguerrido reportero ‘pop’ que paseó la lisérgica acidez de su pluma a lo largo y ancho de la década de los sesenta y setenta, el hacedor del ‘überbest-seller’, se parecía tanto a mi difunta abuela materna? Sí, son ya ochenta y tantos años y la edad hay que respetarla. Pero también los adjetivos. Tom Wolfe moribundo. Tom Wolfe en las últimas. Cualquiera de esos titulares habría quedado mejor. Tom Wolfe paseando ante las cámaras su propia caricatura de traje blanco y falso bastón aristocrático. Tom Wolfe para el arrastre. Tom Wolfe de derribo. Tom Wolfe a un millón de años luz de estar impecable.

¿Acaso exagero?

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Foto de Carles Domènec

Disgustos personales al margen, lo cierto es que la ocasión celebraba la vuelta del autor de Ponche de ácido lisérgico (1968) a su editorial de toda vida, la que había publicado en España el grueso de su obra. El tema es que la corta novelística de Wolfe, probablemente la más enjundiosa desde el punto de vista comercial, había aparecido en nuestro mercado de forma un tanto dispar; sí, la celebérrima y exitosa La hoguera de las vanidades (1987) fue publicada en su día por Anagrama pero sus dos anteriores novelas –Todo un hombre (1998) y Soy Charlotte Simmons (2004)- vieron la luz en Ediciones B. Ahora, la faja de Bloody Miami reza orgullosa: “Tom Wolfe regresa a Anagrama”. Y más allá de ser un mero reclamo publicitario, lo cierto es que hay algo en ese hecho que llama poderosamente la atención. Porque, por el motivo que sea, no nos gusta que a Tom Wolfe lo publique Ediciones B.

No leí en su día la de Charlotte Simmons -su trama no me llamaba mucho la atención- y no puedo, por tanto, pronunciarme sobre sus bondades literarias, pero sí que recuerdo que el texto no entusiasmó demasiado a los incondicionales. En cambio, Todo un hombre tuvo una más que merecida excelente acogida crítica, siendo para muchos mejor novela incluso que La hoguera de las vanidades. No parece entonces que sea la calidad literaria de las obras lo que ha venido marcando su suerte editorial. Ha sido, más bien, una cuestión de ‘hype’, materializada en (me imagino) feroces y sangrantes subastas por hacerse de forma anticipada con los derechos de traducción de las mismas. Resulta, entonces, bastante significativo que Todo un hombre, quince años después de su publicación, acabe de ser rescatada por Anagrama. Demuestra, a mi entender, que sí que hay una campaña real por traer de vuelta al mejor Wolfe. Eso sí, a un precio asequible, acorde a las expectativas reales de nuestro mercado. Porque, las cosas como son, no se me ocurre ahora mismo un autor (al menos en España) más ‘demodé’ que Tom Wolfe.

¡Y qué pena más grande! Porque Bloody Miami es un carrusel literario, un divertimento sin fin, una adrenalítica travesía por una ciudad absolutamente vulgar, hortera, caótica, fea, horrible y asquerosa. Y a través de su retrato, Wolfe vuelve a sus orígenes (Back to blood se titula la novela en su idioma original), a sus temas de siempre, al periodismo que mal envejece, a la banalidad del arte contemporáneo, a la imposible convivencia entre razas y generaciones que ha convertido a los Estados Unidos, por mor de lo políticamente correcto, en el crisol a-punto-de-estallar que es hoy día.

Miami, sin duda una de las ciudades más singulares de su geografía, prefabricada y tomada por la “inmigrancia”, con sus imposibles camisas de flores, sus inalcanzables coches deportivos, sus sudorosas y fluorescentes noches salpicadas por ese incesante e insoportable «chin-pum» latino (suena Jennifer López, suena Pitbull) que recorre sus clubs de neones, el rosa de los flamencos contrastando con el blanco inmaculado de sus fálicos yates varados en el puerto… y el sexo recauchutado (esa orgía naútica, por dios, cómo repele) y los musculitos (¡¡¡Ññññññoooooooo!!! ¡Qué Gym!) y el odio de sus habitantes salpicando el húmedo aire que respiran, malgastando obscenidades en obscenidades… Miami, diseccionada por Tom Wolfe, humillada, descuartizada… “des-follada” (ver página 301)… Miami, la única ciudad americana que no es de los americanos, que se anega entre aquellos que pretenden imponer sus tradiciones y los que se avergüenzan de ellas (ese padre haitiano obsesionado con hablar en francés)… Y, no puede ser de otra forma: el retrato novelístico-periodístico que factura Wolfe es implacable, demoledor, vertiginoso, apabullante, hilarante, asfixiante, repugnante… simplemente, genial.

Bloody Miami es lo mejor que he leído en lo que va de año. Bloody Miami es lo mejor que ha escrito Tom Wolfe en mucho tiempo. Qué ironía, qué mala leche, qué hijo de puta, el viejo Wolfe… Físicamente se encontrará algo pachucho, pero el coco le sigue funcionando de maravilla, eso sí que lo tiene impecable.

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