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Infórmate

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Carro de combate. Consumir es un acto político

Laura Villadiego / Nazaret Castro

Clave Intelectual, 2014

ISBN: 978-84-9420-735-8

252 páginas

18 €

 

 

Ilya U. Topper

Corría el año 2000 y en la ONG Solidaridad Internacional, allí en el barrio de Tetuán de Madrid, éramos el ‘dream team’. Maribel, que dirigía Sensibilización (hoy está en Amnistía), tenía en el horno una nueva campaña que se iba a llamar “Consume lo justo”: combinaba la publicidad del comercio justo con una nítida denuncia de la explotación a la que el sistema de producción y tránsito internacional de mercancías somete a los trabajadores allá en los países africanos, asiáticos o latinoamericanos, para que nosotros tengamos a buen precio café, chocolate, camisetas… La agencia de comunicación que habíamos contratado para diseñar el logotipo y el lema de la campaña (sí, a veces está bien contar con profesionales) nos presentó una serie de opciones: una zapatilla de tenis aplastando a un niño trabajador, unos granos de café que eran lágrimas… Maribel y yo fuimos descartando muestras hasta quedarnos con un carrito de la compra vacío con el lema “Carro de combate”. Eso era.

Ramón Langa nos locutó (gratis) los spots para televisión. Levantando la ceja en el mensaje final: “Tu carro de la compra es un carro de combate. La próxima vez, antes de comprar, piénsalo. Infórmate”.

El presupuesto no nos dio para medir el impacto de la campaña pero de algo habrá servido, digo yo. Y me alegro de encontrar, catorce años después, la idea en formato de libro. Ya era hora. Con el mismo lema, aunque al carrito le han puesto ahora unas impactantes cadenas de tanque, una mejora que suscribo. Firman dos jóvenes periodistas españolas: Laura Villadiego y Nazaret Castro.

Ahí está todo: café, azúcar, cacao, maíz, atún, algodón, carne, fruta, agua mineral… prácticamente cualquier elemento que día a día colocamos en el carrito de combate, digo de la compra, tiene su entrada en este libro, con mapas, cifras, resúmenes. Información concentrada. Presentada según se estila en el periodismo documentalista, ese que yo también practicaba en épocas de Solidaridad Internacional: con sencillez, brevedad y citando siempre las fuentes.

Si algo me sorprenda es esa sequedad propia de informe (yo los escribía así en las ONGs, sí) en la que las propias periodistas nunca son la fuente pese a que podrían serlo. Nazaret Castro -la recuerdo bien de la redacción de La Clave, donde los dos aguantamos hasta que la revista echara el cierre en 2008- se fue a Brasil hace ya cinco años, y ahora vive en Argentina, y Laura Villadiego lleva años en el sudeste asiático, según consta en el libro. Pero si hay experiencia personal de ambas, si han sido testigos de ese engranaje de producción, venta, transporte, que devora dinero, agua, vegetación, está modestamente ocultada tras nombres de otras organizaciones.

Está todo ¿sí? Desde luego, el libro cubre una amplia gama de productos, ya digo: hasta los refrescos, el champú y los teléfonos móviles. Detalla en cada sector la huella ecológica, los daños al medio ambiente, las condiciones laborales de las fábricas, los posibles riesgos para la salud, las alternativas. Bueno, las alternativas… En primer lugar, consumir menos, desde luego, tirar menos. Cuando existen alternativas reales, como la estevia en el caso del azúcar, se tratan con unos pocos párrafos. Ni se dice cuánto vinagre hay que echar en la lavadora para reemplazar el detergente «lavamásblanco». No, un manual para hacerlo uno mismo en casa, no es. Le supone al lector suficiente inteligencia como para empezar a investigar a partir de ahí, si le interesa.

Tampoco el comercio justo, a menudo avalado como solución a la injusticia mercantil del mundo, es protagonista de este libro: tiene una página al final. No, soluciones milagrosas no hay aquí. Bibliografía, enlaces, estudios para profundizar, sí.

Mi desilusión personal: por una vez que alguien me estaba a punto de explicar cómo funciona el mercado de futuros… Porque de eso se trata: todos estos productos, agrícolas o no, se compran y venden en los mercados financieros internacionales a menudo años antes de que alguien siembre la tierra. Que esta especulación, destinada a hacer ganar dinero a los intermediarios financieros, la acaban pagando el consumidor (al pagar) y el labrador (al no cobrar), nos lo dejan claro las autoras en la introducción del libro. Ahora, el misterio de cómo funciona exactamente, no cabe en cuatro párrafos, y no voy a ser yo que pida convertir este libro en un tratado economista de cientos de páginas.

Otro misterio es por qué vericuetos transitó nuestro carrito de combate, con su lema y su  tipografía de molde, entre el año 2000 y el 2012, cuando Elena Alonso Tofé -eso consta en el libro- lo recuperó para el blog de Nazaret y Laura. Está bien: para reducir residuos hay que reutilizar. Por cierto, el blog no está nada mal y las dos periodistas continúan con proyectos en la línea ecologista y de derechos humanos. Síganles.

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