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Intercambio de identidad

Ordeno y mando

Amélie Nothomb

Anagrama, 2010
ISBN 978-84-339-7525-6
160 páginas

15 €

Traducción de Sergi Pàmies

Carolina León

Una escritora controvertida: convendrán conmigo en que lo es hasta el punto de que hay opiniones en contra de tal condición de escritora. Aquí no me voy a meter yo en tales berenjenales, porque escribir está claro que escribe -a razón de un libro por año- y negarlo sería ponerme a traducir a Wittgenstein.

Mientras tanto, la autora parece decidida a configurar, libro a libro, una especie de mapa de los deseos y las inquietudes contemporáneas: el gusto estético, las relaciones interpersonales, los límites de la crueldad o el paradigma de lo legal. Ésta no es probablemente la primera vez que Nothomb se interna en un ambicioso ítem, intensamente engastado en la narrativa contemporánea, como es el problema de la identidad -que es como hablar de la representación del espacio en la pintura renacentista o del abandono de la idea de hombre ilustrado en el temprano siglo XX.

Ordeno y mando baraja pocos elementos, en escasas páginas, y un juego interior inteligente, modesto, un sota-caballo-rey con confesión delictiva, esbozo de crónica negra, personaje insignificante y circunstancias extraordinarias, para hacer brotar la cuestión central: cómo es posible conquistar la «libertad» del individuo, incluso con respecto de sí mismo. Este personaje/narrador, Baptiste Bordave, es «adoctrinado», de manera aparentemente casual, sobre la manera de actuar en caso de muerte de un invitado en su casa. Al día siguiente, tal cosa sucede: una persona solicita usar su teléfono y, mientras está marcando, cae al suelo muerto, cual hechizado de cuento de hadas.

El hombre decide que es factible hacerse pasar por el difunto, intercambiar identidades. «¿Quién era yo?», se pregunta. Un ser anodino, sin sueños ni ambiciones, envuelto en la desmoralizante tarea diaria de subsistir. No teniendo mucho que decir sobre sí mismo, toma la ventaja inicial: el muerto -del que se llega a saber mucho más que del propio narrador- es un personaje de gran solvencia económica y turbia profesión (un agente secreto, se insinúa), que vive con una hermosa mujer en una «villa» de gente acomodada, cenando champán noche sí noche también.

Sin pena alguna, rompe los vínculos con su identidad y adopta las muy felices costumbres del escandinavo Sildur. Entran en juego, entonces, la aletoriedad, la ignorancia, las hipótesis y la ley de la gravedad -no del crimen, sino de poderes deconocidos- gravitando sobre él. Gran parte de la longitud de este libro está dedicada a elaborar y desmontar teorías sobre el hombre por el que trata de pasarse, y lo que puede hacer la imaginación acerca de esas circunstancias heredadas.

Así, lo anodino de su existencia se llena de azar, de misterio, de aventura. Con seriedad (pocas veces) e insistente aliento irónico, vodevilesco, circense, en el planteamiento y resolución de muchas situaciones, vemos al personaje echarle una buena cantidad de morro a lo que se ha planteado como objetivo y salvar los obstáculos hasta quedarse con el nombre, las cosas, y la chica del muerto. ¿Qué problema tiene, pues, este thriller? Que la resolución de todos los conflictos vienen encabalgados en mucho dinero en metálico y cuentas corrientes. Que, allí donde otro creador muy preocupado por temas semejantes como Michael Haneke no consigue salvar a los burgueses amenazados en su estilo de vida, Nothomb hace un enroque con su don-nadie y le otorga un cheque en blanco para comenzar de nuevo.

Me interesa resaltar el estilo de la narración: esa prosa seca, hosca, mínima, cargada de ironía hasta el punto de que el lector no consigue reconocerse en ningún personaje. El distanciamiento de un espectáculo circense, que todos sabemos trucado. No podemos dejar de plantearnos si nos está preguntando algo, o bien respondiendo por nosotros. ¿Aceptaríamos ese cheque para ser «algún otro» y dejar de tener miedo? Su personaje toma lo que está a su alcance, lo hace, lo logra. Pero la fábula se estropea por cuanto todo lo consigue merced al dinero y al poder que éste otorga. No tener más miedo tiene, como ya sabíamos antes del libro, un precio.

admin

2 comentarios

  1. Lo de la Nothomb es lo que pasa cuando se escribe compulsivamente.
    Para no variar, genial tu reseña y estamos de acuerdo Carolina.
    PD: y con un Haneke ya vale, que luego no puedo dormir…

  2. (jeje, con un Haneke ya vale…). Doña Nothomb necesita quedarse absolutamente sin nada para poder escribir de lo que parece que quiere.¡Gracias por leer y comentar!

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