Alguien que sea yo
Manuel del Barrio Donaire
Huacanamo, 2011
ISBN: 978-84-9378-916-9
73 páginas
10 €
Juan Carlos Sierra
En Tablero de sueños, el último libro del poeta José María Jurado, hay un texto dedicado a John Wayne. En él aparece, como no podía ser de otra manera, la imagen del vaquero curtido, duro y justiciero; el del gatillo fácil, el de la mirada retadora, el ‘sheriff’ que impone su propia ley que a veces está por encima de la misma ley. Sin embargo, al final de este poema en prosa José María Jurado también muestra al otro John Wayne, al de El hombre tranquilo, el regalo que John Ford le hizo a su tocayo Wayne para que nos olvidáramos quizá por un momento del encasillamiento rudo y desafiante al que lo habían abocado los innumerables ‘westerns’ que protagonizó.
Mientras leía Alguien que sea yo, el segundo libro de Manuel del Barrio Donaire (Úbeda, 1977), me venía una y otra vez este poema a la mente, porque su protagonista poético es una especie de John Wayne -me refiero, por supuesto, al personaje del celuloide, no a Marion Morrison-, pero del urbanita, desestructurado, relativista y posmoderno siglo XXI.
Cuando se sale de Alguien que sea yo, el lector acaba quizá fatigado de tanta rabia en verso libérrimo, de tanto reto a la vida y a la noche, de tanta mirada desafiante a la moralidad social, de tanto exabrupto a los cánones de todo tipo -incluidos los del mundillo literario-, de tanta justicia por su mano,… en fin, de tanto John Wayne de película del oeste. No obstante, al fondo de este discurso de la marginalidad autocomplaciente y verbalmente violenta late un hombre, si no tranquilo, sí consciente del dolor de vivir, a veces incluso tierno -como, por ejemplo, en el poema «Y te lleve a la cama el desayuno»-; un personaje poético que, como el protagonista de la película irlandesa de John Ford, se contiene y prefiere no reaccionar físicamente, sino solo desde los escupitajos en verso que profiere a la cara de un mundo que le produce un inmenso asco.
Aparte de esto, del libro de Manuel del Barrio Donaire se puede decir que recorre caminos poéticos bien conocidos en las últimas décadas de poesía en español; caminos por los que han transitado con anterioridad autores como Roger Wolfe, Kirmen Uribe, Karmelo C. Iribarren, José Luis Piquero,…: el lenguaje frontal, sin tapujos ni escrúpulos, la barricada del lenguaje poético frente a lo social y literariamente establecido, una irremediable necesidad de epatar al reivindicar una muy personal atalaya poética y moral,…
Alguien que sea yo añade a este panorama la contemporaneidad tecnológica y cultural del nuevo siglo XXI: el móvil, las descargas de internet -principalmente de porno-, el cómic japonés -en formato televisivo y de papel-, la PlayStation, el Mackbook Air, el iPod, las cadenas de comida basura, la publicidad, la música pop patria,… Bueno, y también un nutrido léxico intemporal y a veces extemporáneo de coños, pajas y cojones.
El peligro de un libro como Alguien que sea yo reside precisamente en dejarse deslumbrar por el envoltorio lingüístico, en creer que la irreverencia -tan necesaria en tiempos como los que corren- se sustenta solo en el cascarón de un discurso en apariencia irreverente, en el «caca, culo, pedo, pis» de muchos de los poemas que conforman este libro. Si debajo de esta pose no hay un auténtico diálogo crítico con la realidad, mejor el silencio o, en su defecto, el divertimento en la barra de un garito nocturno.
Afortunadamente, en la obra de Manuel del Barrio Donaire existe cierta coherencia entre el fondo y la forma, aunque esta última lastre de manera tan determinante y aplastante la interpretación nihilista con respecto a la vida que fluye a lo largo de Alguien que sea yo.
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Libro genial reseñado por un lector que admira incluso al último L.García Montero como cabecilla del canon rancio, superficial y ramplón de la poesía española actual.
(Pera los coléricos tiradores que pululan por aquí, mi anonimato no resta validez a mi opinión porque se trata de una simple opinión).
Querido anónimo. Se ve que nuestros gustos poéticos difieren bastante. Sí, me gusta Luis García Montero y creo que su poesía no es ni rancia ni superficial ni ramplona. Me parece que esto no es un delito de lesa humanidad, simplemente una opinión, como la suya. Y, bueno, el libro de Miguel del Barrio Donaire a usted le parece genial. Pues eso, genial. Son solo opiniones.
Un saludo cordial.
Una recomendación: busquen y lean del mismo autor Confesiones de un soltero autopoético. Ayudará a formarse una opinión mejor sustentada.