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La atracción de no saber

Las islas vertebradas_Juan Manuel Gil

LEONOR RUIZ |

«Cualquier nombre con sus dos apellidos padece de adherencias indeseadas».

Cuando escribo sobre libros, suelo saber de dónde vengo, pero nunca dónde estoy o hacia dónde me dirijo.

Prefiero ―se intuirá― no descifrar de un solo golpe lo que leo. Me sucedió con Inopia (2008), primera novela de Juan Manuel Gil, el almeriense que aquí nos ocupa, y mi experiencia se repite con Las islas vertebradas, su última obra (creo) publicada.

En su día, Inopia fue prologada y elogiada por Enrique Vila-Matas. Las islas vertebradas, sin embargo, saltó medio al vacío, sin mano gaviera, en un vuelo severo entre cubiertas. Reviso páginas, ligo cabos, estudio diálogos, vuelvo al principio. No estoy perdida, pero sí desconcertada. Vamos a ver.

«Toda su vida transcurría por un tranquilo y fluido carril bici».

Martín, la sombra de su padre (¿ecos de Mi padre y yo, un western? «Ni solo ni con su padre, que eran las dos formas que tenía de hacer casi cualquier cosa») y un puñado de obsesiones emprenden un viaje-huida al Parque Holandés, un lugar aparentemente remoto. La enfermedad y el alcohol se hacen presentes. Algunos personajes secundarios también.

A lo largo del texto se mencionan varias islas. Como soy pésima orientándome, las anoto con el fin de localizarlas en el mapamundi. Resultado:

– Isla Soledad, en las Malvinas.

– Isla Decepción, en la Antártida.

– Isla Clipperton o de la Pasión, en el Pacífico norte.

– Isla Thule, en la Antártida.

– Isla Takuu, en Papúa Nueva Guinea.

– Atolón Napuka, en las islas de la Decepción, océano Pacífico.

– Isla Santa Kilda, en Escocia.

– Isla Hirta, en Santa Kilda.

El significado exacto de estas islas, vertebradas o no, es uno de los interrogantes que no llego a resolver. Tal vez porque no he leído a Judith Schalansky y su Atlas de islas remotas. Ejemplo de mis absurdas adivinaciones: Thule, ‘El rey de…’, poema de Goethe; o marca sueca de ropa; Kon-Tiki, expedición exitosa, seis noruegos en una isla móvil.

Repaso mis subrayados y tampoco los entiendo. Respecto al Parque Holandés, encuentro lo que podría ser su réplica en Fuerteventura.

Las islas vertebradas fue leída en distintos asientos de un mismo avión. Desde el aire: tierra, mar y algún pedrusco.

«Como suele ocurrir con cualquier historia en la vida o en la ficción, las etapas, silenciosas e infalibles, fueron conformando un todo. Un todo no especialmente complejo. Tampoco de una condición singular y única. Un todo sin más. Algo en su sentido humano más…».

Me gustaría hacerle varias preguntas al autor. Pero ¿cuáles?

Las islas vertebradas (Playa de Ákaba, 2017), de Juan Manuel Gil | 258 páginas | 14,70 euros.

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