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La crueldad humana no tiene límites

LUIS ANTONIO SIERRA | Tras los execrables ataques de Hamás en el territorio palestino ocupado por los israelíes y que acabaron con la vida de casi 1200 personas, asistimos demasiado impasibles a la desmedida respuesta del estado sionista, la cual obedece al genocidio planeado y practicado por el estado de Israel contra los palestinos desde hace más de medio siglo. A día de hoy son más de 17.000 las personas asesinadas por el ejército israelí desde que comenzó su respuesta a los ataques de Hamás del 7 de octubre, cifra que va a seguir creciendo conforme pasen los días, si nadie pone fin a esta barbarie.

Todos somos más que conscientes de que el pueblo judío no ha sido, precisamente, una comunidad que haya tenido una existencia tranquila allá donde se ha asentado. Esta intranquilidad existencial tiene muy poco que ver con la religión que profesan y mucho más con la destacada posición económica, social, intelectual y cultural que muchos de sus miembros han disfrutado en las distintas sociedades en las que se han instalado. Si no, no se entiende, por ejemplo, la expulsión de los judíos de la Península Ibérica en tiempos de los Reyes Católicos o los pogromos que se han practicado contra ellos a lo largo y ancho del territorio europeo durante siglos alcanzando su cénit con el holocausto (shoah) de los nazis y sus aliados entre 1941 y 1945. Después de esta cruel historia, no se entiende que los descendientes de esos hebreos perseguidos y asesinados apliquen métodos de barbarie y exterminio contra los palestinos; métodos, por otra parte, muy parecidos a los que les fueron aplicados a ellos en el pasado.

Pues bien, dentro de esos innumerables e inhumanos episodios antisemitas, nos encontramos con uno de los últimos de los que se tiene constancia dentro de las fronteras europeas. Comenzó en la Rumanía anterior a la subida al poder de Nicolae Ceaucescu. Se tiene constancia de que, cuando el nuevo presidente rumano tuvo conocimiento de este hecho, se escandalizó por considerarlo inhumano e inmediatamente ordenó que se detuviera. Pero la necesidad de dinero para el funcionamiento del país hizo que, pasados dos años, los escrúpulos de Ceaucescu desaparecieran y diera la orden de reactivar el programa. Todo esto nos lo cuenta Sonia Devillers en Los exportados, un híbrido entre la novela, el reportaje de investigación, la biografía, el libro de memorias y el ensayo. Este artefacto literario, producto de la desclasificación de documentos secretos años después de la caída del dictador rumano, descubre un capítulo más de la ignominia contra los judíos, aunque desde otra perspectiva – la de muchos rumanos no judíos – más que una afrenta la medida que se les aplicó fue una liberación. El contexto es el deseo del régimen rumano de mejorar y desarrollar la ganadería en el país, para lo cual recurren a un traficante británico (¡y judío!), Henry Jacober, que se va a encargar de enviar ganado de pura raza a cambio de la salida de judíos rumanos – muchos de ellos caídos en desgracia con el régimen – hacia países como Francia en el caso de los ascendientes de la autora. Los únicos que salen mal parados en este negocio – o no, depende de cómo se interprete – son los judíos que perdieron todo lo que tenían en Rumanía y tuvieron que pagar unas cantidades muy importantes de dinero a la red de Jacober como peaje para salir del país. En definitiva, se cambiaron cerdos, ovejas y vacas por judíos, otro capítulo más en la deshumanización de los hijos de David, una humillación más. También el prácticamente recién creado estado de Israel “importó” judíos rumanos para llevarlos a la tierra prometida, hecho que puede ser cuestionado y cuestionable según quién lo mire, esto es, ¿se trata de una compra de personas como mera mercancía o el pasaporte a la libertad de esas mismas personas a cambio de un pago al estado que las oprime?

De cualquier manera, acercarse al libro de Devillers es un gozo. La autora nos lleva de lo meramente descriptivo a lo memorístico, y de ahí a lo narrativo y a la ficción de una manera muy natural, con transiciones suaves. Además, deja a lo largo del libro su parecer al respecto de lo acontecido sin estridencias, pero con rotundidad, sin caer en lo panfletario, pero sin dejar dudas sobre sus posiciones. Asimismo, son muy sugerentes las reflexiones que hace sobre su condición de descendiente de esos judíos rumanos “exportados” por el mundo. En definitiva, un libro para aprender algo de historia, para valorar los mecanismos de la política, para seguir sorprendiéndonos (o no) de la ilimitada imaginación del ser humano para hacer el mal.

Los exportados (Impedimenta, 2023) |Sonia Devillers | Traducción de Eduardo Berti | 248 páginas | 22,95 euros

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