JOSÉ MARÍA MORAGA | (Advertencia: Me niego a glosar aquí la trayectoria del gran Antonio Orejudo. Quien no sepa quién es, que corra a informarse urgentemente. Le hará mucho bien.)
Vuelve Orejudo, lo que en las letras españolas equivale a decir “Vuelve el hombre.” ¿Recuerdan uds. el anuncio de la colonia Otelo? Permítaseme la licencia ya que la marca tenía aromas literarios. Hoy suena machista -patriarcal se dice ahora- y Antonio Orejudo es cualquier cosa menos eso: cambiemos el eslogan. “Llegó Orejudo y mandó parar.” ¿Y qué mandó parar? Pues las tonterías, los prejuicios, las ideas erróneas acerca de la literatura y acerca de la realidad, aunque la relación entre ambas sea problemática y la primera no sea espejo de la segunda, como el autor madrileño se encarga de recordarnos. Afortunadamente, la autoridad del comandante Orejudo sobre las letras no mana de su pistola sino de su pluma, de la lectura informada, de la serena reflexión y la experiencia. Muy difícil ponerle un pero a las píldoras de teoría literaria que se dispensan en estos Grandes éxitos, a poco que conozca uno el paño.
¿Es Grandes éxitos un compendio de los más conocidos y celebrados textos breves de Antonio Orejudo? Eso sería lo fácil, lo obvio, pero no es el territorio en el que nos movemos. Como aquellos 30 años de éxitos de Toreros Muertos (su primer disco) o las Obras completas de Monterroso, los Grandes éxitos de Orejudo encierran una broma amable, intelectual pero no sabihonda. Se trata de una colección de relatos y textos misceláneos previamente desperdigados (el más notorio “La nave”, una edición no venal de 2003, prácticamente inencontrable hasta ahora). “Una teoría de Ámsterdam”, “Paz”, “The oposición”, “El intelectual”… harán las delicias de todo el que les hinque el diente por primera vez, que será la mayoría de lectores.
El concepto de “eutrapelia” (palabra castellana de origen griego que el madrileño define como broma amable) es el gran leitmotiv de la poética de Orejudo. Esta manera de entender la literatura desde la sonrisa sin renunciar al rigor informa toda su creación y aun su manera de concebir los estudios literarios, con Cervantes como invitado de honor. En cualquiera de las obras orejudianas la risa asoma de manera evidente, pero incluso cuando aparecen la sátira o la farsa se espera del lector que reflexione y se haga preguntas. Era fácil verlo en Fabulosas narraciones por historias o Ventajas de viajar en tren, donde el delirio y la risa no eran huecos; se notaba que había detrás una magistral orquestación de la fiesta, algo que el lector debía descubrir por sí mismo leyendo estas obras. No en vano la intención del autor –como bien se explica en varios momentos de Grandes éxitos– es (casi) irrelevante a la hora de interpretar su obra porque cada uno lee como le da la gana: otro de los leitmotivs de este nuevo volumen.
Con todo, los relatos –algunos de ellos magistrales- no son lo más interesante del libro. Entre cuento y cuento aparecen las reflexiones ensayísticas del autor, quien nos narra su dedicación a la literatura y a la docencia explicando por el camino el proceso creativo de novelas y relatos, o sus claves temáticas. En este sentido, el modelo más claro es lo que hicieron algunos músicos con sus canciones en la serie de VH1 Storytellers, que recordarán los más viejos del lugar. La idea declarada de que los libros deben hacernos pensar mediante la broma amable es una posmoderna puesta al día del docere et delectare (bien que desprovisto de intención doctrinal) que haremos mal en ignorar si queremos disfrutar plenamente de la producción de Orejudo.
Nuestro autor toma el pulso (y el pelo) a las cuestiones culturales más interesantes: los peligros de la corrección política, el divorcio entre la rancia filología española y los nuevos aires posmodernos (en el buen sentido de la palabra), la idea de que la cultura es un continuo en el que todo tipo de textos tienen su valor y cabida, la nula comprensión del hecho literario por parte de la administración (véase la kafkiana respuesta a una petición que obtiene por parte de un ministerio). Y hablando de kafkiano, resulta lapidario su diagnóstico de la página 254: “Aquí, […] la vergüenza de la ignorancia, ha desaparecido. Bueno, no es que haya desaparecido; es que nadie se considera ignorante por no haber leído a Kafka.”
Orejudo no es un maestro prescriptor, lo que no quita que dé su opinión sobre muchos temas. Largos años de docencia de la literatura le han hecho acumular lúcidas reflexiones sobre la mejor manera de abordar el estudio de los clásicos en el aula. Merece la pena leer estas ideas, así como las que expone acerca de los males de las universidades española y estadounidense o el papel de los intelectuales y su relación con el poder, temas todos presentes también en los relatos. Y déjenme decirles algo para despejar dudas: Grandes éxitos no es un plúmbeo ensayo ni una colección de cuentos de tesis: la carcajada y el asombro están garantizados, y en este sentido encaja a la perfección entre sus demás libros.
Puestos a pedir, ojalá un segundo volumen de estos textos (tal vez titulado Orejudo sinfónico o Live at Las Ventas) que cubra los procesos creativos detrás de sus novelas Reconstrucción, Un momento de descanso y Los cinco y yo. Se echan de menos, pese a que Grandes éxitos tenga sentido completo y presente una poética del autor que no requiere más aditamentos. El origen de la vocación y el trabajoso camino hacia convertirse en autor publicado están muy bien reflejados pero me hubiera encantado conocer más entresijos del Orejudo novelista (no sólo profesor o articulista) a partir de 2003. No creo ser raro: ¿quién no quiere siempre más de Orejudo? Lo más parecido a leer este libro –valga la veleidad- es degustar una tableta de chocolate: se encuentra dividida en porciones y se puede racionar fácilmente pero tras consumir una el lector/goloso siempre queda con ganas de otra más, y así hasta que se termina.
Vuelve Orejudo, volvemos a Orejudo. “Pues a mí no me gusta el chocolate” –siempre saltará alguno. Permítame decirle que le compadezco.
Grandes éxitos (Tusquets, 2018), de Antonio Orejudo | 288 páginas | 18,50 euros