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La familia es un plato que se sirve frío

181214 Los sorrentinos

EDUARDO CRUZ ACILLONA | A pesar de que su nombre no puede sino llevarnos al imaginario colectivo de una saga familiar afincada en Sicilia y dedicada a eso que allí dan en llamar “asuntos propios” (en italiano, “la Cosa Nostra”), los sorrentinos son un tipo de pasta rellena parecidos a los raviolis pero de forma circular y de un tamaño un tanto mayor que estos. Rellenos de jamón, queso e, incluso, frutos secos, su origen es incierto. Aunque típicos de Argentina, hay quien afirma que provienen de la ciudad italiana de Sorrento y quien sostiene que fueron elaborados inicialmente en Argentina por un inmigrante sorrentino.

Virginia Higa, autora argentina descendiente de italianos, se fija en los sorrentinos, se decanta por la segunda hipótesis y elabora con ella un sabroso plato en la que los ingredientes principales son los diferentes miembros que componen la familia Vespolini, la cual se instaló en Mar de Plata a principios del 1900, donde montaron un negocio de restauración llamado Trattoria Napolitana, que se convertiría en el primer restaurante del mundo en servir los citados sorrentinos.

Los sorrentinos se han convertido prácticamente en una religión, y se considera un sacrilegio que alguien ose comerlos con cuchillo. El plato tiene su ritual y cualquier persona que quiera formar parte del círculo íntimo de los Vespolini (novios, queridas, amigos) debe conocer el ceremonial antes de sentarse a la mesa familiar que, junto a las cocinas, tienen siempre reservada en el restaurante.

Arranca la historia centrándose en el Chiche, el menor de los cinco hermanos de la familia quien, en la actualidad, regenta la trattoria. Y ahí la autora construye un personaje de los que perdurarán en el tiempo en la memoria del lector. Dotado de una personalidad en la que combina la discreción con la generosidad, la modestia con el rigor, y el cariño fraternal con la exigencia profesional, el Chiche maneja un lenguaje propio que le ayuda a clasificar y, por tanto, entender y dar a entender el mundo. Así, aporta al idioma argentino términos como “mishadura”, “catroshos”, “pappocchia”, etc., cuyo significado y aplicación práctica arrancará más de una sonrisa al lector.

Como si de un puzle se tratara, Higa va centrando el interés narrativo en los diferentes miembros de la familia y va componiendo, así, una suerte de memoria colectiva salpicada de humor, amor, fracaso, cariño, tensión, tesón y esfuerzo. Se nota el laborioso trabajo a la hora de dotar al texto de una narración sencilla, de un ritmo ágil pero cuidando los tiempos de cada acción y elevando las anécdotas particulares y concretas a situaciones en las que todos, de alguna manera, nos vemos reflejados. El clan familiar, como centro del universo, se erige como último y definitivo protagonista de la novela, siendo el lector quien tiene que hacer el esfuerzo de imaginar el entorno en el que se mueven los personajes a partir de pequeños apuntes (la ausencia de visitantes en la ciudad costera fuera de los periodos vacacionales, la sociedad conformada por los clientes habituales del restaurante, etc…)

Es tal el cariño que desprende Virginia Higa a la hora de hablar de cada uno de los personajes que uno no puede evitar sentirse de alguna manera miembro de esa familia, querer sentarse a su mesa y compartir un plato de sorrentinos, escuchar sus conversaciones y querer saber más sobre ellos. Porque esa es la sensación final que le queda al lector: el querer saber más, continuar siendo un espectador privilegiado del día a día de esa exquisita trattoria, de los Vespolini y de sus clientes, que también son familia.

La comida está servida. Cojan su tenedor (nunca el cuchillo) y disfruten de este exquisito plato de sorrentinos. Seguro que les apetece repetir. Buen provecho.

Los sorrentinos (Editorial Sigilo, 2018) | Virginia Higa |  152 pags. | 14,90€

 

 

 

 

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