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La felicidad, el quiste, la fístula

978849416918

 

Mercier y Camier

Samuel Beckett

Confluencias, 2013. Colección «Excéntricos y Heterodoxos»

ISBN: 978-84-941691-8-2

168 páginas

15 €

Traducción y prólogo de José Francisco Fernández

 

 

Sara Mesa

Existen dos tipos de libros «menores», esa denominación tan confusa como en ocasiones arbitraria: los que merecen leerse tras conocer las obras fundamentales de su autor -y que únicamente suelen conquistar a sus admiradores irredentos o a estudiosos contumaces- y los que, aun siendo imperfectos o larvarios, funcionan como una magnífica puerta de entrada. Mercier y Camier, en el caso de que lo califiquemos como «obra menor» -lo cual, para empezar, es cuestionable-, sería de los del segundo tipo, pues contiene en esencia -destilado, reconocible- el universo Beckett que tanto nos apasiona a muchos.

Escrita iniciamente en 1946, recién finalizada la Segunda Guerra Mundial y mientras Beckett vivía en París, Mercier y Camier puede considerarse un adelanto inmediato y sustancioso de Esperando a Godot. De hecho, las peripecias de estos dos personajes son el correlato narrativo de la dramaturgia pura que suponen los ya míticos Vladimir y Estragón. La novela fue escrita completamente en francés -no era la primera vez que Beckett usaba el francés como modo de desposesión de la lengua materna, pero sí la primera que lo hacía en una obra desde el comienzo- y posteriormente, en 1974, fue traducida al inglés por el propio Beckett, tras una revisión y recorte sustanciales. La versión que nos ofrece ahora la editorial Confluencias es una traducción de José Francisco Fernández del inglés, que nunca antes se había publicado en castellano.

Como era de esperar tratándose de quien se trata, la historia de Mercier y Camier es la de dos seres absurdos y no demasiado lúcidos -y que por su forma de complementarse nos podrían recordar al Bouvard y Pécuchet de Flaubert o incluso a los olvidados Berlamino y Apolonio de Pérez de Ayala-, desubicados del espacio, del tiempo y de todo tipo de pensamiento racional. La trama es sencilla: la pareja -¿viejos amigos, amantes?- salen de la ciudad -¿París, Dublín?- para emprender un viaje a un destino desconocido. Se encuentran con algunas personas, vuelven a casa una tal Helen -de la que poco se dice-, pierden sus posesiones -la mochila, el paraguas, la bicicleta-, se mojan a causa de aguaceros y vendavales, tienen disputas con guardas o dueños de hostales, son perseguidos, copulan, se separan, se reencuentran, vuelven a la ciudad sin haberse alejado gran cosa. Más asequible para el lector que la magnífica trilogía formada por Molloy, Malone muere y El innombrable (de la que ya hablamos aquí), la narración, estructurada en gran parte con diálogos, está impregnada de un humor negro y muy, muy seco. Los personajes, ambos, funcionan en gran modo como ‘alter ego’ del propio Beckett, por ejemplo en sus diatribas contra la maternidad (“Cuando pienso en lo que eso conlleva… ¡Esas carnes rotas! ¡Ese precioso estuchito hecho jirones! ¡Esos gritos! ¡Esa sangre!”) o en su extraña cosmovisión que aúna la carcajada y el llanto (“Cuando temas por el quiste piensa en la fístula. Y cuando te angustie la fístula, piensa en el chancro. Este método vale igualmente para eso que se conoce como la felicidad … Nada más fácil. Pensar en la aniquilación. De esta forma, sea cual sea la coyuntura, la naturaleza nos exige una sonrisa, si es que no unas risas”).

La estructura repetitiva -basada en la alternancia con curiosos capítulos resumen en los que Beckett recoge hechos en absoluto relevantes-, el tedio de la existencia, la sexualidad descarnada, la carencia de un objetivo y de sentido en las acciones, esa tendencia al vagabundeo y el desarraigo -reflejo de un tiempo asolado por los desplazamientos y las migraciones masivas de millones de refugiados-, la importancia de los objetos -cuya utilidad nunca queda clara-, los diálogos sin comunicación… todos los rasgos de la obra de Beckett pueden encontrarse en esta obra de poco más de 150 páginas. Y, casi siempre, con una brutalidad que deja en pañales a todos los supuestos provocadores del arte actual, esa literatura del ‘uppercut’, como la llamaba el gran Roberto Arlt. Vean si no el decálogo de principios que esbozan los personajes en las páginas 105 y 106, y de los que sólo copiaré el décimo: “¿Qué decir de la vida que no se haya dicho ya? Muchas cosas. Que tiene el culo como un boquete podrido, por ejemplo”. Y todo en ese plan. Así que no sé si esta novela es recomendable para las fechas navideñas… aunque pensándolo bien… sí: muy, muy recomendable para las fechas navideñas.

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