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La fuerza de lo individual

Niños-Perdidos-Los-Portada-ALTASARA MESALeo con sobrecogimiento el último libro de la joven escritora mexicana Valeria Luiselli, un breve ensayo titulado Los niños perdidos que habla del drama de la inmigración infantil centroamericana en Estados Unidos. Siguiendo el cuestionario de cuarenta preguntas que la corte migratoria de Nueva York realiza a los menores inmigrantes, Luiselli describe la dureza de las vidas de estos adolescentes y niños sin papeles que cruzan la frontera solos, a menudo escapando de las ‘gangs’, el narcotráfico y la más absoluta miseria, así como el laberinto jurídico -kafkiano, aquí, es un adjetivo bien puesto- al que deben enfrentarse para evitar ser deportados a sus países de origen. “¿Por qué viniste a Estados Unidos?”, “¿Qué países cruzaste?”, “¿Cómo llegaste hasta aquí?”, “¿Te ocurrió algo durante tu viaje a los Estados Unidos que te asustara o lastimara?”, “¿Tienes algún familiar cercano con quien vivir en Estados Unidos?”… Todas estas preguntas sirven para hilvanar relatos llenos de lagunas, de dolor y de miedo, en los que no faltan robos, violaciones, amenazas e impunidad, relatos que en muchos casos pasan finalmente a ser simples números recogidos en los informes gubernamentales y en la prensa, números fríos y asépticos que, paradójicamente, causarán espanto a los ciudadanos no por el sufrimiento de las personas que están detrás, sino por la amenaza de ser tantos los que vienen. Luiselli trabajó como traductora de estos niños tratando de que sus historias fuesen comprendidas en toda su complejidad y decidió después escribir este libro bajo una clara premisa: la necesidad de referir estas historias para hacerlas visibles, de extraer lo individual del anonimato colectivo. “Escucharlas, una y otra vez. Escribirlas, una y otra vez. Para que no sean olvidadas, para que queden en los anales de nuestra historia compartida y en lo hondo de nuestra conciencia, y regresen, siempre, a perseguirnos en las noches, a llenarnos de espanto y de vergüenza”.

Tiene razón Luiselli. El poder de una historia -del relato de una historia- es necesario para dotar de significado la estadística. Ninguna estadística recoge el hecho de que una abuela tenga que bordar en el vestidito de sus nietas de siete y cinco años el teléfono de la madre que las recogerá tras cruzar el desierto, porque son tan pequeñas y tienen tanto miedo que son incapaces de memorizarlo. Ninguna estadística recoge la desesperación de un chico hondureño de dieciséis en el punto de mira de las temibles bandas Ms-13 y M-18 que, tras matar a balazos a su amigo, le partirán los dientes a él a su llegada a Hempstead, Nueva York, porque, como nos recuerda Luiselli, la guerra del narcotráfico no es que también contamine a Estados Unidos: es que tiene ahí sus raíces. Contando estas historias, poniendo nombres concretos, Luiselli denuncia con más contundencia la corrupción de los países implicados en este drama -también la hipocresía de los Estados Unidos-, la inactividad y la crueldad con que se afronta el destino de estos niños.

De manera más limitada -porque el ensayo es corto-, Luiselli recoge la misma visión que une realidad, historia y literatura de la Nobel bielorrusa Svetlana Alexievich quien, dando voz a las víctimas de algunas de las guerras y catástrofes más feroces de la segunda mitad del siglo XX -desde el desastre de Chernóbil a la guerra de Afganistán, pasando por la represión estalinista- consigue recordar que, tras la tragedia en mayúsculas, existe la minúscula, que paradójicamente siempre es mayor: la falta de patatas y de mantas, la separación de los amantes y los hermanos, la traición de un vecino, la violación no denunciada porque hay que dar de comer a los hijos. Cada vez me espantan más los fanáticos y fetichistas de las guerras que memorizan estrategias de batallas y coleccionan insignias militares como si todo hubiese sido un videojuego a gran escala: se pierden en el bosque del espectáculo, en la perversa fascinación de las cifras.

También David Simon, el creador de The Wire, se valió de su experiencia como reportero para contar las historias de los habitantes de Baltimore, diezmados por las drogas, la pobreza, el racismo y la corrupción política. En The Corner, prefacio de seis capítulos a su obra mayor, Simon entrelazó historias reales cuyo impacto es mucho más brutal del que tienen las visiones cinematográficas al uso. No es sólo que el espectador no olvida tan fácilmente los rostros de quienes protagonizan la vida en esas calles -delincuentes, yonquis y camellos que también son hermanos, hijos, madres-, sino que comprende la dimensión de un problema que poco tiene de atractivo en su cara más real. Ver estadísticas nos hace abrir los ojos un momento y olvidarnos inmediatamente después; escuchar historias reales nos acerca a la verdad concreta de sus protagonistas y nos remueve por dentro. Ante esta realidad no es tan cómodo echarse la manta protectora de los grandes números, que siempre nos abruman y nos hacen creer que es imposible hacer nada. [Publicado en El Norte de Castilla]

Los niños perdidos (Sexto Piso, 2017) de Valeria Luiselli | 112 páginas | 17 € | Prólogo de Jon Lee Anderson

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