0

La India ‘underground’

top_gal_4640_38752_gr

 

Narcópolis

Jeet Thayil

Plataforma, 2013. Colección «Chindia»

ISBN: 978-84-1575-046-8

368 páginas

24 €

Traducción de Àlex Gibert

 

 

José Martínez Ros

Bombay, que abolió su propia historia cambiando de nombre y alterando quirúrgicamente su fisonomía, es el héroe o la heroína de esta historia, y como el que cuenta soy yo y aún no sabes quién soy, te diré que de eso nos ocuparemos luego, ahora no, ahora hay tiempo para proceder sin prisa, para encender la lámpara y abrir la ventana a la luna y soñar por un momento con una ciudad inmensa y rota, pues cuando el día imponga su ley tendré que callar, éstas son historias nocturnas que a la luz del sol se desvanecen como polvo de vampiro…

Así, con una larguísima frase -que se prolonga, ondulante y seductora y, si, opiácea e hipnótica a lo largo de una docena de páginas- se inicia Narcópolis. La primera, y muy galardonada, novela de Jeet Thayil, un prestigioso poeta y músico indio, que fue una de las grandes sensaciones de la literatura en lengua inglesa del pasado año, hasta el punto de que fue traducida inmediatamente a una docena de lenguas y finalista del prestigioso Man Bookerque ganó, por cierto, una obra maestra contemporánea –Una reina en el estrado, de Hilary Mantel-, pero, eso es otra historia…

En un mísero barrio de Mumbai/Bombay, en un callejón lejos de cualquier ruta turística, se encuentra un viejo fumadero de opio que visitan de forma habitual los protagonistas de esta novela que pertenecen, unánimemente, a la hez de la sociedad india, los descastados, los desclasados, los ignorados: poetas y pintores bohemios, prostitutas, proxenetas, eunucos, transexuales, pequeños mafiosos e, incluso, un refugiado chino que fue, en otro tiempo, un alto oficial del ejército nacionalista de Chaing-Ka Shek y, quizás, un psicópata asesino. Todos tienen su propia historia y Narcópolis, en pequeñas secuencias, se encarga de darles la oportunidad de contárnosla, así como de expresar sus sueños y pesadillas. Los grandes acontecimientos de las últimas décadas de la historia india, las guerras, los atentados terroristas, los terremotos políticos, apenas resuenan entre las cuatro paredes de ese fumadero: mientras residen en ese frágil paraíso infernal, sus parroquianos habituales sólo perciben un eco sombrío del mundo que les rodea.

La crítica anglosajona se ha apresurado a señalar las distintas influencias que puntúan un debut que se aleja casi absolutamente de lo que se suele esperar de la “gran novela india”: grandes sagas familiares, una fuerte influencia de la narrativa decimonónica más dickensiana y del realismo mágico latinoamericano. Por supuesto, hay que empezar citando a los grandes clásicos de la “literatura yonqui”: Thomas Quincey y sus Confesiones de un inglés comedor de opio Los paraísos artificiales de Baudelaire, pero también ese breve, terrible y maravilloso cuento de Kipling –ambientado precisamente en un fumadero de opio indio- titulado La puerta de los cien pesares y que, tal vez, es la pieza literaria más perfecta que jamás se ha escrito sobre la adicción a los narcóticos y que, en cierto modo, es una versión miniaturizada de Narcópolis.

Del siglo XX y XXI, no pueden faltar los nombres de William Burroughs -las visiones extáticas o abominables de El almuerzo desnudo son perfectamente comparables con las que jalonan la obra de Thayil- y Denis Johnson, por su célebre libro de relatos Hijo de Jesús, cuyos personajes, carentes de pasado y de futuro, ensimismados y perdidos, se sentirían a sus anchas en compañía de los protagonistas de Narcópolis. También me gustaría citar a J. G. Ballard, tanto por la densa frialdad de su escritura como por el modo en el que contempla el presente como una especie de inmensa y salvaje antiutopía.

Narcópolis no es un libro apto para cualquier tipo de lectores. Muchos se alejarán, estremecidos, ante la violencia descarnada y el sexo -no muy convencional- que destilan sus páginas. Muchos lo encontrarán demasiado duro y desesperanzado o demasiado vago y abstracto, con un hilo argumental demasiado difuso. Los que, a pesar de ello, se adentren con valor en su páginas se encontrarán, no obstante, con una gran recompensa. Jeet Thayil ha comentado en alguna entrevista que Narcópolis es el resultado de dos décadas de adicción a los narcóticos.

También, añado yo, de un fenomenal talento literario.

[Publicado en Notodo]

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *