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La intimidad del poema


Del lado del amor. Poesía reunida (1994-2009)

Juan Antonio González Iglesias

Visor, 2010. Colección “Visor de Poesía”

ISBN: 978-84-9895-756-3

349 páginas

15 €

Prólogo de Guillermo Carnero

Rafael Suárez Plácido

La costumbre de un autor de comenzar todos sus poemarios con un prólogo que nos ayude a conocer la génesis del libro, o las razones del título del mismo (no cada poema, que sí debería explicarse sólo) nos parece un acierto. Si además el autor es tan exigente como lo es, y lo es, en cada uno de sus poemas, entonces se convierte en una lectura que nos abre campos, no nos los cierra. Este es el caso de Juan Antonio González Iglesias (Salamanca, 1964) y lo es desde su primer poemario, La hermosura del héroe (1994), en el que un poeta de treinta años, con una sólida y profunda formación en la literatura, en el pensamiento y en el arte, sienta las bases de lo que va a ser su obra. Y este libro es su obra poética completa, e incluye los poemas más recientes y el libro completo e inédito hasta la fecha, Selva de fábula, que incide en temas que no van a ser los suyos más habituales hasta la fecha. Si sumamos a esto que algunos de sus libros eran francamente inencontrables, no dudaría en considerar esta edición, Del lado del amor. Poesía reunida (1994-2009), publicado en su editorial habitual, Visor, uno de los acontecimientos poéticos más felices de estos años.

Esa profunda formación clásica asoma ya rotunda en su primer poemario, el citado La hermosura del héroe, donde recoge toda la tradición de los poetas hímnicos que va de Píndaro a Whitman y continúa en algunos de sus seguidores. El canto a la belleza, a la masculinidad, al héroe que para él es siempre hermoso, con metros y maneras clásicas, pero con un lenguaje llano que no elude anglicismos: desde los primeros versos encontramos a Brutus compartiendo escenario en Nueva York con King Kong.

El poema que más nos interesa de este primer libro es “Rara vez la belleza es subversiva”, porque “Rara vez la hermosura / es calidad moral. / Sólo en el equilibrio…” En los versos finales aparece el título del libro: “A la vez luminosa y destructiva / la hermosura del héroe como el rayo / como viva señal de lo divino.” Lo que al principio es un canto a la hermosura de otros héroes termina convirtiéndose en un himno a sí mismo: “Tú, destructor de la sabiduría, / debelador de la cultura, cuerpo / nutrido sólo de naturaleza. / No te conocen. Pero yo te canto.” Y continúa en “Propempticon”: “Así ha llegado el día / en que tú el más hermoso de los seres / te marchas a encender el universo.”

El primero de sus grandes libros es Esto es mi cuerpo (1997): “En Esto es mi cuerpo me he librado otra vez de algunas contradicciones que nunca tuve. Quiero decir que las encontré en el mundo, pero que siempre las he sentido como ajenas.” El título hace referencia a las palabras de Cristo que repitió Walt Whitman “porque los dos estaban hechos para el amor.” El primer poema comienza con las palabras que dan título al presente libro. “Del lado del amor duerme mi cuerpo / desde niño. He cumplido / 30 años.” El tema es el mismo con el que finaliza el anterior libro: el yo. Y desde el principio la dificultad para verter el yo y su experiencia en el poema. Lo soluciona: “Margen al Resplandor. Esto es poema. / Decir, como alguien dijo, Esto es mi cuerpo. / Contribuir al caos con más luz.” Son años de luz, de creer en la belleza, porque aunque “La canción del verano suena más que la Eneida”, también es cierto que “Aquel verano / bailábamos oscuros bajo la noche sola.” Es difícil en un libro tan pleno, tan logrado, encontrar poemas que destaquen, ni siquiera para tratar de explicar lo que sentimos cuando leemos el libro. Quizá “Poema pleno de amor para Elena Ferrer” o “Notte”, que dedica a su querido Ungaretti, o el canto a la tradición más hedonista que es “Los amigos del cuerpo”. Pero nos quedamos con “Esto es mi cuerpo.” La analogía entre el poema y el cuerpo, recordando el inicio de Trópico de Cáncer: “Esto que tocas es mi cuerpo. / Otro lo dijo / mejor. Esto que tocas / no es un libro, es un hombre.” Y añadiendo: “que esto que te toca ahora / es un hombre. / Soy yo, porque no hay / ni una sola sílaba que esté libre de amor, / ni hay una sola sílaba / que no sea un centímetro / cuadrado de mi piel.”

Este momento fue el descubrimiento del gran poeta que era, que es, Juan Antonio González Iglesias. Y ese momento no hizo sino ratificarse con su tercer libro: Un ángulo me basta (2002). Enlazando con la tradición clásica española, rica en la literatura de la generación anterior: Luis Alberto de Cuenca, Luis Antonio de Villena y José Luis García Martín, y con algunos poetas anteriores: se me ocurren Juan Gil Albert o Pablo García Baena. Toma el título de la Epístola Moral a Fabio: “Un ángulo me basta…, / un libro y un amigo, un sueño breve”, y parece que el canto a sí mismo y a la belleza no le abandonan, pero sí se van interiorizando. Ya es así desde los primeros versos: “Acepto que la belleza es la fulguración / natural de las cosas naturales.” Y el papel del poeta es el del transmisor de la belleza que nos rodea, como acepta en su “Arte Poética”: “Si no quieres quedarte a mirar la tormenta / yo la miro por ti.” El poeta desea vivir y transmitir esa vida en sus poemas: “Ay de los que proponen la vida como una operación incesante de conocimiento.” Aunque esa vida va unida a las lecturas que no cesan de darle satisfacciones y motivos para seguir escribiendo: “Esta mañana soy tan amplio como el mundo. / Me basta con vivir. / Me basta con el título de un libro: / trata de la dulzura / en el pensamiento / griego. Es / de Jacqueline de Romilly. / Yo tenía el proyecto de vivir junto al mar.” Aunque entre tanta dulzura y belleza se encuentra un sitio para la melancolía: “Quienes excluyen a los melancólicos / del lugar de la fiesta se equivocan. / El melancólico contribuye al equilibrio de la creación. / Su detención prepara la plenitud de otros.”

El cuarto libro que publica es Olímpicas, (2005), en una edición preciosa, magnífica, de El Gaviero Ediciones, la editorial en la que podemos encontrar otros libros hermosos. Ahora pienso en Araña, de Ana Gorría, a quien González Iglesias dedica uno de sus últimos poemas. El original incluye poemas ya publicados en sus primeros libros y entre otros que vuelven al canto a la belleza, y que retoman el deporte como lucha, encontramos versos como estos: “La derrota ya tiene suficientes / enamorados. Este / día feliz del centro del verano / les plantaremos cara.” No somos enamorados de la derrota, aunque convivimos a diario con ella, pero nunca dejamos de plantarle cara: por lo tanto, podríamos hacer nuestros estos versos.

Pero el siguiente, el tercer libro, que hace que este poeta sea hoy lo que es, será Eros es más, cuyo título nace de la respuesta que le da Vicente Núñez a la pregunta: “¿Eros o logos?” “Eros es más que logos… El amor es más que el lenguaje.” En este libro aparece el tema de la edad: el poeta ya ha cumplido los cuarenta años. Las referencias culturales son constantes y dan pie al diálogo entre el poeta y el lector. Referencias que no dudan en unir, como ya hacía desde los primeros versos a Agustín de Hipona con Robbie Williams: “Dame la castidad, la continencia. / Hazme puro, Señor, / pero no todavía.” La melancolía se abre paso con una poesía más intimista, que no repara en admirar ni desear los placeres del mundo, aunque no se mira ya tanto hacia fuera. Y unas frases de Álvaro Mutis sobre nuestro destino: olvidar y que nos olviden, le llevan a dudar: “En medio de esta lluvia quién sabría / si somos destinados al olvido.” Pero nunca se olvida a quien se ama: “En medio de la noche, / tengo de pronto un indeterminado / número de minutos / para quererte…” Y llegan así algunos de sus momentos más líricos: “Siento en tu piel al ser humano bueno. / El ritmo de tu aliento / me comunica una música muy simple. / Me indica mi lugar…”

El libro inédito, Selva de fábula, escrito entre 1995 y 2002, aborda, siempre siendo la misma voz, una temática diferente. Hay otros poemas donde habla de la naturaleza, incluso de esa isla del Tormes, pero no desde la perspectiva que lo hace en estos, donde los árboles son columnas erigidas, no por el hombre, sino por el mundo. Lo divide en dos partes: “Selva” y “Antítesis brutal a la selva de fábula”. La primera más bucólica y la segunda más combativa. Es en esta segunda parte donde encontramos la serie que más nos ha gustado de este libro: “La minoría virgiliana”. Cuatro poemas en los que nos habla de esa minoría de amantes de la Tierra. El poema segundo de la serie es de los mejores del autor, que lo utiliza, como siempre ha usado la poesía, para responder a una frase que, en su momento, le dejó sin palabras. La Poesía es la respuesta del hombre al mundo que le rodea. Es cierto que “algunos acontecimientos / necesitan la intimidad del poema.” No sólo algunos acontecimientos: pensamos que todos los que son realmente importantes. Siempre tendremos al alcance Del lado del amor. Incluso cuando los próximos libros del autor nos atrapen con tanta o más fuerza. Siempre estaremos del lado del amor.

admin

4 comentarios

  1. «entonces se convierte en una lectura que nos abre campos, no nos los cierra» (?)

  2. Sí, Julia Orozco, me refiero a que normalmente un Prólogo nos acota lo que esperamos encontrar en el libro: y, en este caso, no es así. Al menos esa es mi opinión.
    Gracias por su intervención.

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