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La lengua rebelde

 

¿Somos como moros en la niebla? 

Joseba Sarrionandia

Pamiela Argitaletxea, 2012

ISBN: 978-84-7681-750-6

987 páginas

32 €

Traducción de Javier Rodríguez Hidalgo

 

 

 

Jabo H. Pizarroso

«Respecto a las relaciones entre el poder y los escritores, hay que decir que parecen en efecto condenadas a continuar desarrollándose en esos niveles de amor/odio o halago/denuncia que históricamente han venido manteniendo. Sospecho que esta dialéctica de conflicto y complicidad viene establecida por el trato, sin duda especial en tanto que exige especialización, que ambas instancias mantienen con el lenguaje. Al fin y al cabo el control de la semántica implica hasta cierto punto el control de la imaginación y el control de la imaginación es fundamental para mantener el orden. El poder requiere para legitimarse erigirse en representante de la Humanidad y en consecuencia apoya a aquellas escrituras que hablan de un humanismo superador de las diferencias de clase, fortuna, cultura o sueldo.» Constantino Bértolo

Joseba Sarrionandia, ganó en el 2011 Premio Euskadi de Ensayo con Moroak gara behelaino artean?, que ahora acaba de traducir al castellano Javier Rodríguez Hidalgo para la misma editorial que lo publicó en eusquera, Pamiela argitaletxea. El premio concedido a este libro estuvo manchado de una polémica estéril, idiota y programada. Finalmente los patrocinadores del premio entraron en razón, algunos de los que se colgaron la chapita del yo estuve allí en la deslendakarización de Patxi López. Actuaron como sabios. Reconocieron su error. Y el premio lo recogió una hermana de Sarrionandia, porque Nadie sabe donde está, pero cada año esperamos ansiosamente sus libros, como decía de él Bernardo Atxaga en la faja de la traducción al castellano que hizo la editorial Hiru de ‘Ez naiz hemengoa’ (No soy de aquí), en los años noventa.

Curioso es que sean éstas las dos únicas obras que el lector en castellano pueda disfrutar de Sarrionandia, (hay una edición titulada 8 poetas raros, Ardora ediciones, en la que se pueden paladear en castellano algunos versos de Sarri). Tanto No soy de aquí como ¿Somos como moros en la niebla? parten de un No soy y de un Somos con interrogante. Las dos obras hablan de la identidad humana, de la individual y de las identidades colectivas suprimidas, aniquiladas, las identidades colectivas nacionales que sobreviven a duras penas en una resistencia lenta, a veces vigorosa, y otras veces callada, desconocida, invisible.

¿Somos como moros entre la niebla? es un ensayo monumental, 987 páginas de libro más unas mil notas anexadas, acerca de las relaciones de dominación, de la dinámica amo-esclavo, de la naturaleza de los vencedores de la historia, de las hablas que han sustentado la victoria de los imperios que en el mundo han sido, y de la ley natural con la que se abrigan esas hablas, o lenguas, porque todos sabemos que la diferencia entre un lengua y un dialecto es que la primera tiene un ejército y la segunda no. Con esas lenguas, las que tienen ejército, se protegen los imperios, las globalizaciones y las cosmohegemonías de poder que reprimen, destrozan y anulan toda lengua sin ejército que se atisbe, toda mundo, toda palabra, toda pequeña gramática con vocación de microvisión que no conduzca a la perpetuación de la democracia imperialista y al fascismo que a esta pare.

El ensayo podría decirse que comienza con un ‘macguffin’ si yo fuera un crítico postmoderno, pero como en esta época me considero más bien un crítico premoderno, diré con ánimo de ofender siempre que este libro se principia con un ‘ethos’ sencillo, bien diagramado y esencial que encierra todo el sentido de este libro inacabable y meándrico.

Pedro H. Sarrionandia es un franciscano que viaja a la Casbah de Melilla a finales del XIX para buscar una gramática. Y Sarrionandia es un escritor actual que se fugó de la cárcel en el año 1985 en los altavoces que Imanol utilizó para dar un concierto en Martutene, que hoy está desaparecido y que con este libro y en este libro sigue las huellas de ese franciscano del XIX. Pedro H. Sarrionandia es el único y más avanzado estudioso de la lengua rifeña, del ‘tamazigh’, la lengua de los moros rebeldes e irredentos a los que España cortó la cabeza una y otra vez durante años. Este franciscano es la punta de lanza del proceso colonizador. Es aquel que como colonizador estudia la lengua de un pueblo bárbaro al que un imperio someterá para uniformarlo y “civilizarlo” y como quien no quiere la cosa y ya que estamos aquí le quitará toda materia prima que abunde en su subsuelo, si es petróleo, gas natural o piedras preciosas mucho mejor. El impulso del libro es la búsqueda de una gramática, de la gramática rifeña, de la lengua ‘tamazigh’, excusa poderosa y bien formulada para indagar y descubrir que pasó con esos moros, que pasó con la colonización española de África, cómo fue el proceso colonizador español y francés, como fueron los procesos colonizadores europeos en África, como lo fue el proceso colonizador inglés en África y en el mundo, como se repartieron las potencias occidentales África en 1890, y como es en sí un proceso civilizatorio-devastador-asesino, qué dinámicas sigue, como actúa para acabar con un pueblo, para someter a un núcleo humano diferente, no blanco, sí negro, sí moro, sí gitano, sí tamazigh, sí vasco, y que dinámicas de guerra, terrorismo blanco, y destrucción, emplea ese país colonizador, desde un nacionalismo hegemónico para con la nación sin estado, la nación que no puede permitirse ser nacionalista porque solo puede ser nacionalista el que te sometió un día a su nacionalismo grande, porque el nacionalismo pequeño no es nacionalismo y no está bien, no es bueno, está mal, como está bien el nacionalismo grande porque una guerra lo produjo, porque venció en muchas guerras, porque sometió a otros pueblos, colectividades y naciones.

Sarrionandia investiga hasta el límite la antipoética del colonizador y estudia partiendo de la situación y de la historia de los moros del Rif, la situación y la historia de otros pueblos sometidos por los imperios, por aquel reparto de África en la Conferencia de Berlin en la segunda parte del XIX. Este libro es grande y es un libro humilde también, sencillo, de lo grande que es cuesta entenderlo como pequeño por la poca repercusión que tiene fuera de los focos donde estas cosas se conocen y se saben. El libro de Sarrionandia me recuerda, y es curioso que fueron publicados el mismo año, a un libro que publicamos en Mono Azul editora en 2010, Apacherías de Javier Lucini, porque tienen alguna semejanza que traigo a esta reseña porque me ayudará a seguir desbrizando el sentido de las mil páginas de Sarrionandia. Uno generaliza en la búsqueda de la dinámica ejemplificada en el rif y en otros pueblos entre colonizador y colonizado y el otro, el de Lucini, concretiza esta dinámica en el caso Apaches ‘versus’ asesinos gringos civilizadores. No sé qué extraños hilos en termodinámica de ideas se han puesto de acuerdo para parir estas dos obras luciniano-sarrionandistas. Dignos hijos los dos libros de esta época. Dignos hijos para dignos lectores. Indigno el lector que no conozca estos libros. Miserable el que no los haya leído o por lo menos no sienta vergüenza al confesar su no lectura.

Reflexiones que se traducen de este libro hay muchas. Pero a mí especialmente me ha dejado en suspenso aquella reflexión fundamentada y documentada que explica entre otras muchas cosas el 18 de Julio de 1936. Me refiero al levantamiento ilegal, asesino y terrorista de Francisco Franco, Mola y el resto de malnacidos que siguieron a estos dos en el año 1936. Estos generales se bregaron contra los moros en las guerras de África, lucharon contra los rifeños y se curtieron en esas batallas. Forman parte de lo más granado del ejército africanistas y son africanistas. Incluso Franco, en una cita que aparece en el libro llega a decir algo así como que él sin África no es nada, ni nadie. Y tras África buscaron en su país y acabaron con todos los moros que en el mundo han sido. Moroak gara behelaino artean. Somos moros entre la niebla, ¡Sarri, Sarri, Sarri, Sarri, Sarri, Sarri!

admin

12 comentarios

  1. «(…)porque todos sabemos que la diferencia entre un (sic) lengua y un dialecto es que la primera tiene un ejército y la segunda no». Considerar exclusivamente los aspectos historicistas para la definición de lengua y dialecto, y dentro de ellos, los puramente bélicos, es una simplicidad que convierte la afirmación en falsa. Se obvian principalmente aspectos sincrónicos que definen al dialecto como una variación actual de una lengua cualquiera, sin intervención de ningún tipo de opresión política o militar de poder. Por otro lado, no conozco los ejércitos gallegos, catalanes o vascos que escolten estas lenguas, amparadas, en la actualidad, por un estado democrático. Migue.

  2. Leer es maravilloso, pero casi más estudiar lengua. Eso sí, esto segundo requiere un esfuerzo mayor, que no todos están dispuestos a hacer.
    Postdata: ¡qué bonitas son las patrañas nacionalistas! ¡Y qué cómodas..!

  3. Ferdinand de Saussure dijo…

    Mírala cara a cara
    (de la moneda)
    que es la primera.

  4. Solo hago crítica, Fran, de acuerdo en la crítica, constructiva o destructiva, de acuerdo estoy con todo tipo de críticas, ocurre que en algunos casos algunos preñan la crítica de personalismo adolescente evitando entender que comprender determinados planteamientos culturales y por culturales políticos, puede ser también no compartir, planteamientos tan legítimos como los planteamientos del arte por el arte.

    Se ha deslizado una crítica legítima en este caso, que fue respondida con el «Léete el libro», porque en ese caso entiendo que un análisis del idioma desde un punto de vista estrictamente político hay quién no lo entiende, e incluso le produce sarampión. Por eso surgió el machete directo de «léete el libro», para mostrar el autoritas en toda su fuerza.

    De todas maneras está bien, qué mejor que esas críticas y este debate para este libro, el de Sarrionandia, que abre llagas en ese asunto, rompe las pústulas de tanto prejuicio sobre el lenguaje y abre luz sobre el sometimiendo que ciertos idiomas hegemónicos establecen contra lenguas minoritarias que no gozan de tanto poder.

    Lo de la patraña nacionalista es curioso. A mí me hace reír. Mucho. Ver en el otro lo que uno es incapaz de ver en uno mismo. En fin, vuelvo a la crítica y sobre todo al libro, que es de lo que se trata aquí, de polemizar y rescatar libros o de cuestionarlos, dialéctica pura y dura.

    Pero lo de la sanidad en la crítica, no acabo de verlo. La sanidad en la crítica me recuerda a la decencia en la moral. No puedo evitarlo. La crítica si algo debe de ser es indecente e insana y todo lo contrario, por supuesto.

    Un abrazo, Fran.

  5. Pues, te guste o no, con tu último comentario estás fomentando la «sana crítica»… Y de paso aclaras perfectamente el sentido de tu «machete»… 😉

    Abrazos, Jabo.

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