MANUEL MACHUCA| Quien conoce el mundo literario, aunque sea de un modo no demasiado profundo, sabe que el éxito de una obra es algo poco predecible. Si esto es así en el presente de un libro, qué se podría decir acerca de su supervivencia a lo largo de los años y que evite su caída al río Leteo de los olvidos. Uno no sabe si Hamnet, la última novela de la escritora norirlandesa Maggie O’ Farrell sobrevivirá al tiempo que, como dice la autora, solo corre en una dirección, pero de lo que uno sí está seguro es de que es de lo mejor que ha leído este año que termina.
En Hamnet, O’Farrell establece su punto de partida en la historia familiar de William Shakespeare y su esposa Anne Hathaway y, como señalan los editores, transita entre la ficción y la realidad para trazar, cita textual, una hipnótica recreación del suceso que inspiró una de las obras literarias más famosas de todos los tiempos, Hamlet. Pero mucho más allá de eso, que también merece su comentario, Hamnet emerge como un auténtico homenaje al poder sanador de la literatura.
De este libro se puede hablar del prodigioso estilo de la escritora, del extraordinario manejo del ritmo (los capítulos de la transmisión de la peste o de la agonía de los hijos de la pareja son magistrales), de la piedad y la empatía hacia los personajes, de la trama que ha urdido a partir de lo poco que se sabe de la vida del genial escritor inglés y su esposa, pero, sin duda, es la capacidad de la literatura de ayudar a transitar el dolor y sobrevivirlo para quien escribe la que emerge al final de la obra.
Este homenaje a la literatura se personifica en la verdadera protagonista de la historia, Agnes, la esposa de Shakespeare. Puede decirse que el personaje es el auténtico correlato de la obra ya que en ella están el poder sobrenatural, la magia y la imaginación, tan presentes en la literatura. Pero también la disciplina, la perseverancia, la resistencia y el dolor que está en todo lo que un autor escribe. Es en Agnes donde reside el verdadero poder de la historia, es Agnes la literatura.
Maggie O’Farrell parte de la discutida hipótesis de que Shakespeare se inspira en la muerte de su hijo Hamnet en una epidemia de peste que asoló Inglaterra para escribir una de sus obgras teatrales más reconocidas, Hamlet. Sin embargo, ello poco importa a la hora de calibrar el resultado final que, como suele suceder en las grandes obras, va mucho más allá de lo que la autora pudiera haber previsto cuando comenzase a escribir.
Las últimas páginas, en las que aparecen unas notas por parte de la autora y los agradecimientos a personas y lecturas clave a la hora de haber culminado la novela, completan el círculo, quizás, quién sabe, de manera inconsciente que justifica el porqué Hamnet es un homenaje a la literatura. Porque la literatura no es solo imaginación, talento, disciplina, sino también estudio, documentación y trabajo de biblioteca.
Hamnet es una obra que ha obtenido un gran y merecido reconocimiento en el mundo literario anglosajón. También lo está obteniendo en el hispanohablante, aunque es más que probable que no se haya asomado en ningún momento a las listas de libros más vendidos. Quizás no sea una lectura que mole mucho a los omnívoros literarios, qué se le va a hacer. Pero para quienes aman la literatura, quienes aspiran a dejarse conmover por ella, quienes la tienen como compañera inseparable de sus días, la lectura de Hamnet les dará sin duda fuerzas para seguir luchando. Para resistir. Para resucitar de nuestras cenizas. En definitiva, para vivir.
Reseña publicada previamente en Tres pies al Gato
Hamnet (Libros del Asteroide, 2021) | Maggie O’Farrell (traducción de Concha Cardeñoso) | 352 páginas| 23,95 € |