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La modernidad se escribe con sangre

Matar en Barcelona

Varios autores

Alpha Decay, 2009

ISBN 978-84-937269-5-9

304 páginas

19 euros

Carolina León

Dos de los personajes más activos -uno, en el trabajo editorial, el otro, en la crónica negra periodística- de la Barcelona de hoy se han arremangado las batas de trabajo y han entrado al trapo con los muertos. Los muertos de la historia criminal reciente de la ciudad de Barcelona. Ana S. Pareja, quien fuera editora del volumen Odio Barcelona (Melusina, 2008) escribe junto a Jordi Corominas un nuevo capítulo de una virtual trilogía en la que pretenden descorrer el velo de la ciudad moderna, hastiada de cosmopolitismo, oportunidades falsas y espejismos.

Si en Odio Barcelona sus autores -un plantel tan alternativo como atractivo- relataban desde el yo la decepción y el sentimiento de fracaso, Matar en Barcelona va más lejos para ir en busca de las víctimas de ese fracaso: las víctimas de la crónica negra catalana del último siglo (y poco más). La modernidad que fundó, según él mismo dejó dicho, Jack el Destripador, aterriza en la ciudad condal con gargarismos, hablando catalán, pero también gallego, árabe o español con varios acentos; escribiendo una historia a través de estos doce relatos que hace abrir la boca de pasmo. Pero también de verdad.

Los doce autores aquí reunidos no han sido elegidos siguiendo más criterio que el de poder/querer enfrentarse a un relato cuya base es totalmente real. Los testimonios y los hechos detrás; la ficción delante. El diálogo se establece, vuelca sentidos a un lado y al otro, el autor ocasional recrea un fragmento, un punto de vista, un antes o un después -no todos se revuelcan en la sangre- y la lectura se hace “deleitosa”.

Lo digo así, entre comillas, porque en cada relato la carga de morbosidad se va haciendo más espesa, y sin embargo el placer que se saca de ellos es más y más grande. Porque sí, porque también es moderno (lo enseñaron Lovecraft, Ballard, King y tantos) disfrutar del horror.

Cada cual podrá escoger sus favoritos: más asépticos (Francesc Serés con «Morir en Barcelona») o más descacharrantes (Manuel Vilas en «Control»); montados en juegos intelectuales, sin dejar de producir inquietud en el centro de la espina dorsal (Javier Calvo); apegados al discurso del sentimiento o las emociones (el de Llucía Ramis, por ejemplo); el interesante monólogo interior, bien cincelado de «Me siento haciendo un NoDo» (Antonio Luque), la narración casi tranquila en la que se abren inesperados vacíos («Nuestras hijas», de Elena Medel). Sin complejos, de aquí y de allí, aficionados a la literatura de oscuro color, o simples invitados.

El resultado es grande. Coherente, bien atado, con ritmo y estribillos pegadizos, pero también con disonancias sorprendentes (Mara Faye Lethem): esas partes, a veces, largas y aburridas que convierten a cualquier canción de pop alternativo en una gran canción de cualquier género.

Los cuentos de Matar en Barcelona podrían funcionar cada uno por separado pero, juntos, al hilo, conforman un álbum fotográfico de una modernidad a la que casi nunca miramos a la cara, pero que está radicalmente ahí. Porque la deformación, el aliento del fracaso y las respuestas violentas no han de formar parte del mundo de gimnasios y desodorantes. Pero existen. Pues exactamente igual que el pop alternativo.

admin

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