Una autobiografía soterrada
Sergio Pitol
Anagrama, 2011. Colección «Narrativas hispánicas»
ISBN: 978-84-339-7228-6
144 páginas
14,5 €
Manolo Haro
Hace ya unos años, cuando Muñoz Molina se dejaba caer por parques del extrarradio, el Santo de Elvira Lindo publicó en El Cultural de El Mundo un artículo que sabiamente proponía algunos consejos para los matriculados en cursos de escritura creativa. El artículo en cuestión se llamaba “La escuela del asombro” y de su lectura cualquiera podía extraer lo que los zorros viejos ya saben: el mejor taller literario lo montaron a lo largo de unos cuantos siglos individuos como Cervantes, Sterne, Flaubert, Chejov, Maupassant, Carver y Nabokov, entre otros. Cierto es que muchos escritores de éxito se curtieron en talleres de este tipo, pero el respaldo de las lecturas de los clásicos es una asignatura obligada entre tanto «fuentetajado« ilusionado. Pienso que este libro de Sergio Pitol es un trampolín a una piscina que en lugar de cloro tiene como elemento depurativo toneladas de aspirinas efervescentes, pues no es otra la sensación que acompaña al lector-nadador a lo largo de la aventura. Cualquier aprendiz de brujo tiene la obligación de hacer unos cuantos largos en esta piscina pitolense, donde nadan a mariposa, ‘kroll’, espalda y braza muchos de los autores que Muñoz Molina contrataría para su “escuela del asombro”.
Pero, ¿qué es Una autobiografía soterrada? Nada más y nada menos que la vida contada a través de los libros, las ciudades y los amigos de forma entusiasta. Pero el gran talento de Pitol reside en que, habiendo podido optar por pasarnos amablemente un visor turístico con el que viéramos variadas y coloristas estampas de su existencia, en lugar de eso se decide por dejarnos observar a través de un caleidoscopio vivencias, retazos de viajes, memorias y recuerdos de momentos luminosos en los años vividos.
En seis paños repartidos en apenas 150 páginas, Pitol desgrana un mundo que, a pesar de la brevedad del volumen, nos lanza a paladear pura literatura. Es posible que sea un libro para ‘literati’, pero el gusto de leer una prosa tan límpida y tan sugerente como ésta, bien merece que nos internemos en ella. Esos seis paños son “Diario de la pradera”, “Hacer oír, sentir y ver”, “La coronación, el entronamiento y la paliza final”, “Entre la parodia y la extravagancia”, “Salvo el instinto lo demás son minucias” y “Todo está en todo”. Todo animal literario construye su mundo agitando memoria e imaginación; claro está que en la memoria cabe todo y que la imaginación flota en el líquido amniótico de la primera. Esta es la baza del escritor mexicano: la existencia viajera, la irrefrenable voluntad de reflexión sobre el hecho literario y sobre los pilares en los que descansa la novela (la trama, los personajes, el ritmo, etc.), y el sentimiento de pertenecer a un grupo de autores que prestan sus cuadernos de notas –Pitol le profesa gran admiración al Henry James anotador de impresiones– para que la metapoética de ese ser divino que se llama autor universal siga avanzando a lo largo de los siglos. Se ha dicho que Borges es toda una literatura. Tal vez fuera exagerado decir lo mismo de Sergio Pitol; sin embargo, sospecho que estos autores de obras mínimas, seccionadas por un anhelo de engarzar en ellas géneros, subgéneros y transgéneros, poseen una fuerza germinal que con los años iremos valorando. Ahí está, si no, el caso de Augusto Monterroso, a quien he de agradecerle sus formidables volúmenes La letra E y Vida y literatura. Aprovecho este último título del guatemalteco para desearle a Pitol muchos años de vida y de buena literatura y, como él mismo cuenta, que no tenga que volver a la consulta del psicólogo hipnotista Federico Pérez del Castillo, especialista en curar parálisis creativas de escritores, para poder brindarnos su talento.
«Escribir ha sido para mí, si se me permite la expresión de Bajtín, dejar un testimonio personal de la mutación constante del mundo”, le dice a Carlos Monsiváis en la entrevista que cierra el libro. Pues que siga el voluble mundo moviéndose bajo su mirada sagaz y atenta.
Hoy sale en «El Cultural» una reseña de este libro, a cargo de Joaquín Marco, pero me gusta más la tuya…
Gran reseña, enhorabuena. Así da gusto, queda una sonriendo mientras piensa: cuándo podré comprarme el libro (las bibliotecas han cerrado el grifo a las novedades), país.
Estimada Sue, si andas por la City, te lo presto con toda la felicidad de compartir buena literatura. Hace dos meses que rellené una desiderata para pedir un libro en la biblioteca del barrio y creo que, como bien dices, han llamado al fontanero de las pelas para que cierre toda la grifería. Un saludo.
Manolo Haro
Estimado Manolo Haro: creo que vivimos en Citys diferentes, pero muchas gracias, de verdad.
He ahorrado para comprar el último libro de Chanta Maillard y es de esos que duran toda la vida (‘Bélgica’); llevo días con las primeras páginas. Una pena que no sea reseñado semejante prodigio ni en papel ni virtualmente, se lo recomiendo con deseos de que lo disfrute.
Tienen ustedes aquí una formidable página que en muchas ocasiones está marcada por libritos sin mucha sustancia, en mi opinión.
De nuevo, mil gracias.
PS Desde que hace años leí ‘Los pichiciegos’ no he vuelto a encontrar nada tan extraordinario del otro lado del Atlántico, ni siquiera las forzadas novelas del malogrado Bolaño. Así que a Pitol lo tengo en altar privado.
Pues nada, Sue, no compartimos city,pero sí gustos literarios. Tomo nota sobre Bélgica de Chantal Maillard. Se le agradece su apunte sobre el blog y los altibajos en la elección de libros más o menos importantes. Por cierto, creo recordar que Los pichiciegos es de Fogwill. De todas formas, coincido con usted en que es una novela fabulosa y también le doy la razón en lo que dice acerca de las forzadas novelas de Bolaño.
Un afectuoso saludo.
Sí. cierto, un fallo de redacción apresurada, de Fogwill, apasionante y extraño como Aira. Para mí es una pena no poder atender, comprar y leer tantas novedades de Hispanoamérica.
También le recomiendo los libros de Alejandro Rossi ( creo que se escribe así, ya no estoy segura).
Saludos.
Me alegra saber por la amiga Sue que ‘Bélgica’ de la Maillard está así de bien, porque me tenteba comprármelo. Aprovecho para sumarme al entusiasmo por Rossi: su ‘Manual del distraído’ es im-pres-cin-di-ble!