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La nana disonante

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ANA BELÉN MARTÍNEZ | Una de las nanas más tarareadas por las madres a sus bebés para conciliar el sueño es Canción de cuna del músico alemán Johannes Brahms. El compositor romántico la escribió en 1868 y la dedicó al segundo hijo de su amiga, la soprano Bertha Faber, con la que, al parecer, tuvo un romance de juventud que terminó en una bonita amistad. ¿Todas las madres le cantan nanas a sus bebés, o solo lo hacen las “buenas”? Dicen que la madre perfecta no existe, en todo caso, la preparada para enfrentarse a la montaña rusa que supone el viaje de traer al mundo, y cuidar, a un nuevo ser. Casas vacías (Sexto Piso, 2020) de Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) nos invita a reflexionar sobre la maternidad y su contexto; aunque no desde el asiento de una montaña rusa, lo suyo es un cohete que despega y apunta más lejos. 

Casas vacías cuenta la historia de dos mujeres y un niño en común: la de una madre y su hijo Daniel de tres años, que desaparece en un parque bajo su cuidado. Y la de la otra, que se convierte en mamá tras robar a ese niño desaparecido, al que luego llama Leonel. El resumen, a priori, puede parecer sospechoso de un melodrama de sobremesa de fin de semana. Sin embargo, nada que ver. Brenda Navarro cava más hondo. 

Las protagonistas de Casas vacías no tienen nombre. Ambas se abren en canal, mediante el uso de la primera persona y diseccionan la oscuridad impronunciable que encierran dentro de sí mismas. Indagan, sin contemplaciones, respecto a temas incómodos como la maternidad no deseada o la mutación de víctima a victimario. Brenda Navarro construye con maestría unos personajes desvalidos emocionalmente, cuyas vidas giran en torno a la culpa, la violencia familiar, la soledad y el roce a la locura. Uno de los aspectos más brillantes del libro resulta de la contradicción que sentimos por sus protagonistas: ternura y repulsión. Asombra que nos ocurra con las dos, y de manera más acusada con la secuestradora de Daniel. Esta mujer de barrio humilde, arrastra un pasado violento que sacudirá tanto su presente, como su futuro. 

La novela, la primera de esta autora, se divide en tres partes. En cada una de ellas, las “madres” alternan su aparición. Los capítulos, que mezclan los tiempos de la narración, encajan de un modo perfecto el puzzle de la historia, consiguiendo que la intriga vaya in crescendo. Como curiosidad, en el inicio de cada capítulo aparece una cita de Wislawa Szymborska. Brenda Navarro acude a la polaca porque, como explicaba en una entrevista, además de considerarla una de sus poetas favoritas, opina que la literatura mexicana y la de Europa del Este tienen en común “una oralidad fuerte, dura, muy realista”; oralidad de la que está empapada Casas vacías, especialmente conseguida en el personaje de la mujer que roba a Daniel. 

Casas vacías refleja la realidad en la que viven muchas mujeres mexicanas víctimas del machismo. Nos hace cuestionarnos acerca de lo que conforma un hogar y de si las buenas intenciones son suficientes en lo que a la crianza infantil se refiere. La nana que nos canta Brenda Navarro no es dulce, ni tampoco suave. Aún así su tarareo disonante y su ritmo acelerado permanecen en nosotros tiempo después de su lectura. 

Casas vacías (Sexto Piso, 2020) | Brenda Navarro | 164 páginas | 16,90 euros

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