EDUARDO CRUZ ACILLONA | Cuando Eurípides escribió Las Bacantes, allá por el año 409 a.C., en Cádiz ya llevaban más de seiscientos presumiendo del embrujo de su luz y, seguramente, dando envidia al resto del mundo conocido por la forma de vida con que sus gentes convivían con el día a día, algo que se ha venido manteniendo hasta el presente y más allá.
Buena prueba de ello es, precisamente, la adaptación teatral que Ana López Segovia ha escrito sobre ese gran clásico del poeta griego. En esta ocasión, el dios Dionisio se convierte en Dionisia, una diosa reencarnada en mujer libre, liberada, empoderada, independiente y cuya misión es liberar a sus semejantes del yugo de su esclava existencia matrimonial.
A diferencia de la tragedia griega, aquí el vino es sustituido por anís, los alucinógenos por tranxiliums y diezapames, y las danzas por partidas de bingo, donde el coro griego lo forman las modernas bacantes interpretando los números que van apareciendo:
“¡¡¡El veintinueve!!! / Pues cógemela que se mueve. / El cincuenta y cuatro. / Le coges la picha al gato. / El diecisiete. El sesenta y dos. El cuarenta y cinco. / Si me la coges doy un brinco. / (…) La edad de Cristo. / ¿La edad de Cristo? ¡Qué lío! Si el treinta y tres ya ha salido… / ¡Déjame que acabe, chocho, / la edad de Cristo… ¡cuando tenía veintiocho!…”
Fiel a su espíritu carnavalesco, Ana López Segovia se apoya en las cuartetas para demostrar que la comedia gaditana puede estar a la altura de la tragedia griega, tratando asuntos mayores con desparpajo y un humor que bascula entre lo negro y lo absurdo, entre lo popular y lo ilustrado, pudiendo ser declamado por igual tanto en la calle Sagasta de Cádiz, lugar frecuentado por los romanceros y las agrupaciones ilegales en Carnaval, como en el teatro romano de Mérida.
La autora transforma un texto clásico en un alegato feminista del siglo XXI. Y lo hace jugando con el lenguaje, con escenas delirantes, dinámicas y lúcidas, combinando la rapidez de los diálogos con la frescura de los monólogos (a destacar el de la mujer que confiesa cómo mató a su marido dejándolo morir y el de otra que fue pillada en la calle por un tornado con imprevisibles y placenteras consecuencias), y estableciendo un pulso tenso entre el placer y la diversión reivindicados por la propia Dionisia y la represión y el poder encarnados por un ridículo y desesperado policía de nombre Suasenaguer.
“Adopto forma humana
para ser vuestra cómplice y hermana.
Venid a mí, mujeres,
os regaré con vino y placeres.
Y a todo aquel que ose
prohibir vuestro disfrute, al que os acose,
a ese que os fustigue con su enojo…
¡A ese voy a darle fuerte y flojo!
Le voy a demostrar quién es Dionisio:
el dios del cachondeo, el rey del vicio”.
No es la primera vez que Ana López Segovia hace de un clásico su propio sayo moderno. No es la primera vez que convierte en carcajadas la tragedia. Ya lo hizo, por ejemplo, con El viento es salvaje, poniendo al albur del levante a Fedra y a Medea, o con Lysístrata, una adaptación que hasta el propio Aristófanes hubiera aplaudido.
La obra El viento es salvaje ya obtuvo en su día el premio Max de Teatro al Mejor Espectáculo Revelación. Este año, Las bingueras de Eurípides es finalista del Premio Max en la categoría de Mejor Adaptación o Versión de Obra Teatral.
El fallo se conocerá en la gala que se celebrará el próximo día 1 de julio. Si antes de dicha fecha leen el libreto, ya tendrán una idea bastante aproximada sobre quién es más que probable que se lleve el premio.
Las bingueras de Eurípides (Qbook, 2024) | Ana López Segovia | 102 págs. | 12€