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La niña se llama Sara

ROCÍO ROJAS-MARCOS | Matrioskas es la novela del horror, de la crueldad más atroz, esa que consiste en terminar de machacar al enemigo de una guerra violando a todas las mujeres posibles para que los que nazcan después sean descendientes del enemigo, lleven su sangre. Marta Carnicero ha escrito una novela susurrante que quiere convertirse en grito, en el grito de denuncia hasta ahora callado. Un horror en el horror que te convertía en continente cuando descubrías que la matrioska era tú, dirá Hana, una de las protagonistas, en un momento del relato. Y entendemos como en esta novela se trenzan varios temas a la vez. Por un lado, la denuncia de esas violaciones sistemáticas que tuvieron lugar en la guerra de los Balkanes, aunque bien podemos hacerlo extensible a todas las guerras. Por otro, el silencio como arma poderosa manipulada por el miedo y la vergüenza. Un silencio que cae como una losa sobre esas mujeres que deben callar y fingir que nada les ha pasado, nada más allá de haber estado retenidas, de otras cosas ni se habla, por lo tanto, no existen ni existieron nunca. Así, estas mujeres, como Hana en la novela, tienen que sobreponerse cada día a vivir ocultando la atrocidad, renunciando al derecho a la justicia y carcomidas por el dolor que supuso parir y sentir terror hacia esa criatura que reencarnaba el mal que las pisoteaba.

Hace unos meses asistí a la representación de la obra de teatro Hay alguien en el bosque, adaptada a partir del documental homónimo. Asistimos esa noche en el teatro al desgarro atroz de ponerle cara a esas mujeres fuertes que se han atrevido a hablar ante la cámara. Con esas imágenes en el recuerdo he ido leyendo esta novela de Marta Carnicero, pues; la imagen es poderosa, pero la palabra abrasa y Carnicero sabe manejarla de manera magistral, pulida y fría, para dejarnos frente a párrafos devastadores que nos subyugan al ir leyéndolos. Así, ahora que enfrento ambas expresiones artísticas que dan forma a esta historia, puedo asegurar que en este caso una imagen no vale más que mil palabras. Aquí las palabras son cuchilladas despiadadas a las que sumarle las imágenes para completar el relato de una realidad que por fin está encontrado los altavoces necesarios para salir a la luz.

Carnicero compone esta narración con dos voces que se alternan. Por un lado, Hana, la mujer que intenta sobrevivir cada día desde su escondite vital y su silencio destructivo, pues son demasiados los secretos que debe custodiar cual matrioska. Y por otro, Sara, la hija que nació del mal, a la que no quiso ni ver tras parir, ahora convertida en adolescente de 18 años. Adolescente perdida buscando explicarse a sí misma, aprender a conocerse y madurar una vez que descubre su origen y pasa del desprecio hacia los padres adoptivos que la han adorado siempre, pues dice sentirse incomprendida por ellos, como buena adolescente, hasta el descubrimiento de todo lo que esos padres han sacrificado por ella, niña herida desde su nacimiento a pesar de no ser consciente de ello. De este modo llegamos a un no-final, pues ni siquiera sería un final abierto clásico. En esta historia quedan todos los hilos por tejer, porque ahora se está empezando a componer el relato que las abarque, aún estamos ahí, ha transcurrido demasiado poco tiempo para darle un final. Entonces, llegamos al último párrafo del libro y solo podemos preguntarnos ¿y ahora qué?, ¿qué pasa con todas las Hanas del mundo? ¿Cómo viven las Saras nacidas entonces?

Matrioskas (Acantilado, 2023) | Marta Carnicero | 192 páginas | 16€

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