
JOAQUÍN BLANES | Extraño, extrañar o extrañamiento tienen, a la vez, una cercanía etimológica y una distancia significativa. No es lo mismo el extraño como desconocido que extrañar a una persona querida y no es igual el extrañamiento, que lo mismo puede significar destierro o exilio que añoranza o nostalgia. Con esta misma polisemia, trata de retratar Jorge Freire los cuatro personajes que en esencia parecerían ciudadanos modélicos y, sin embargo, supieron marcar una distancia relevante y elocuente. Cuatro personas que, de alguna manera, eran extrañados en muchas acepciones, por su exilio, por su disidencia, por echar de menos algo consustancial al ser humano y reclamar el regreso del sentido común, por el ostracismo al que fueron sometidos o bien porque afearon y reprendieron convenciones sociales y políticas que solo dos tipos de personas harían: las insensatas o las extremadamente cuerdas.
Desde el comienzo del libro, la propia cita es una contradicción en sí misma: “No he visto monstruo ni milagro más patente que yo mismo”. Esta frase de Montaigne comprende la contradicción misma del ser humano y de las cuatro biografías que atiende Freire en su libro.
La primera biografía es la del escritor británico P.G. Wodehouse, que pasó de ser uno de los escritores más leídos en su país y fuera de él, por su sentido del humor y por la hilarante saga del mayordomo Jeeves y su señorito ricachón y algo simple llamado Berti Wooster. Wodehouse fue un reconocido autor, también dramático, que hizo fortuna en Estados Unidos y que era admirado por muchos de sus conciudadanos; sin embargo, un hecho que lo convirtió en un apestado para sus compatriotas cuando lo acusaron de colaboracionista con el régimen nazi por emitir desde la radio en Berlín, bajo el amparo o, más bien, la estrategia política de los alemanes. A pesar de pasar una buena temporada en campos de prisioneros, junto a su inseparable mujer Ethel, lo que provocó ese principio de alteridad que es el que viven, en algún momento determinado de sus vidas, los cuatro protagonistas de este libro. Wodehouse deja de ser un aliado, un patriota y un fantástico escritor para convertirse en otra cosa, un traidor, un delator, un vendido; siendo, curiosamente, la misma persona. Wodehouse parece más una víctima de los intereses políticos del momento que un hombre versado e inteligente que trataba de hacer bien las cosas. Finalmente el gobierno británico lo denunció por colaborar con los nazis, los medios de comunicación alentaron esta idea y terminaron por considerarlo un ser deleznable, hasta llegaron a deshacerse de sus libros algunas bibliotecas públicas. Esa condición de extraño, terminó en el exilio.
La segunda biografía es la del poeta español José Bergamín, político durante la Segunda República, donde ocupó algunos cargos de relevancia pero de los que dimitió, posiblemente porque la política tiene más de quimera que de realidad. Él quería transformar la vida y la política desde la literatura, pero no tuvo tiempo suficiente, el golpe del 36 le pilló por sorpresa. Bergamín es una contradicción en sí misma, como lo define Freire, “es un católico republicano en una dictadura nacionalcatólica”. Bergamín formaba parte del grupo de tertulianos del Café Pombo, el de Gómez de la Serna. Los acontecimiento del 36 desarbolaron, no solo la vida civil española, con una guerra tan cruenta que todavía hoy nos tiene tristemente atrapados en el poema de Machado: “Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón”. Bergamín fue un náufrago en tierra firme. Estuvo divagando y viajando por distintas partes del ancho mundo, buscando un lugar perentorio donde posarse, pero no pudo evitar ser un pájaro migratorio. Fue profundizando su extrañamiento con respecto al mundo y en él se fue creando una costra de misantropía. De su paso por París, dejó un pensamiento agresivo a la par que humorístico: “Al ver el mundo humano y el bello otoño de París se desea la bomba atómica”. Bergamín deseaba, con fervor, regresar a España, le escribe a María Zambrano en estos términos: “a que mis huesos se abrigaran en la tierra dura de España”, lo que nos da una idea de que optimista, lo que se dice optimista, había dejado de serlo desde su primera comunión. Su regreso a España no fue tan agradable como pensaba, porque una vez que uno pierde la patria, ya no puede recuperarla.
Bergamín era, sin duda comunista, pero siempre mantenía que con ellos se iba hasta la muerte pero ni un paso más allá, no olvidemos que también era católico. Esa cohabitación de creencias lo termina llevando al norte de España, al País Vasco, donde se refugia no solo físicamente, también ideológicamente. Bergamín ve en el País Vasco la independencia del ser humano y se vuelve más nacionalista que el propio Sabino Arana. Al final de sus días, en el poeta habitan tantas contradicciones como emociones y se radicaliza de un modo que recuerda, y mucho, a Valle-Inclán en sus últimos días. Freire ilustra esa contradicción existencial en el siguiente fragmento: “ No es fácil comprender qué hace ese niño bien de la burguesía malagueña, ahora ya casi nonagenario, taurómaco acérrimo, españolazo hasta las cachas, alzando el puño en un sarao de la izquierda abertzale durante los años de plomo”.
El siguiente personaje es Vicente Blasco Ibáñez, probablemente el escritor español con más éxito internacional de todos los tiempos. Leer la biografía que enarbola Freire con una prosa elegante, cuidada y culta, permite hacerse una idea de la vida emocionante (algunos pensarán que disparatada) del escritor valenciano. Incitador de revueltas proletarias, acostumbrado duelista, colono en La Pampa argentina con la descabellada idea de recrear la huerta valenciana allí, como era de esperar, no funcionó. El cine lo seduce de inmediato, primero en España, donde escribe guiones asociado al actor y cineasta francés Max André; después, en Hollywood, donde, gracias al gran éxito de su novela Los cuatro jinetes del Apocalipsis, es reclamado para ver desde primera mano cómo se adaptaba al cine Sangre y arena. Blasco Ibáñez entra dentro de los extrañados por su vida disoluta, extravagante y original, en ocasiones envidiable, en otras nada apetecible. Torrente Ballester equiparaba la prosa y la vida de Blasco Ibáñez describiéndola de esta manera: “arrebatada y vulgar, con olor a sudor y sexo”.
La última biografía de Los extrañados es de una cresa mujer, Edith Wharton, novelista ingeniosa, que percibió el exilio como una escapatoria y lo vivió en su propia casa. Igual subyace en ese aislamiento la idea que quiso transmitir Virginia Wolf en el ensayo de Una habitación propia, la necesidad de la mujer de ser independiente económica y socialmente para poder crear. Descrito de una manera muy simplista, porque el ensayo de Wolf es mucho más complejo y alambicado que esta definición. Wharton se casó rápido y mal, se equivocó. Su obra más conocida o, al menos, la de mayor éxito fue La edad de la inocencia, que Martin Scorsese adaptó en 1993, novela que le hizo ser la primera mujer en ganar el premio Pulitzer. Su vida amorosa es propia de un folletín, su esposo, Teddy Warthon no es más que un niño de mamá, engreído y ocioso, se mantiene gracias al estipendio que su madre le abona por ser un niño bonito y ocioso. Edith quiere divorciarse, pero ya es una escritora conocida y eso supondría un escándalo mayúsculo, donde el perjuicio se cebaría más con ella que con su licencioso marido. Finalmente, Edith prefiere buscar algo de amor o complicidad en otra parte y conoce a un empático periodista estadounidense con el que mantiene una relación más gratificante, no sabemos si en lo sexual, pero sí en lo intelectual, que la que tiene con su marido. Como buen folletín, William Morton Fullerton, el periodista amante, mantenía a su vez una relación con un Lord británico. Ella misma se definió en los siguientes términos: “No soy solo una escritora. También soy una mujer de acción y una mujer de bien”. Términos que resume a la perfección, pero no al completo, la interesante vida de esta escritora neoyorquina.
En Los extrañados, Jorge Freire teje magistralmente una narrativa que se adentra en el corazón del extrañamiento humano y la búsqueda existencial de pertenencia. El libro es un combate entre el desarraigo y la identidad. Los personajes de esta obra luchan con sus propios demonios, sus pasados, lo que los lleva a explorar el concepto de alteridad, de la extrañeza frente al mundo y del exilio como parte consustancial al inconformismo existencial que habita en los personajes.
La prosa de Freire es tan lírica como eficaz, su manera de narrar convierte las biografías en historias penetrantes. La habilidad del autor para mezclar reflexión, creatividad con experiencias cotidianas de los protagonistas de estas cuatro biografías, crea un tapiz sedoso que convierte la lectura en absolutamente disfrutable .
Los extrañados (Libros del Asteroide, 2024) | Jorge Freire | 224 páginas | 18,95 € / 9,49€