ALEJANDRO LUQUE | El francés Philipe Claudel es, además del director de un puñado de buenas películas, el autor de una obra literaria notable y personalísima, con títulos tan celebrados (y celebrables) como Almas negras, El informe de Brodeck, La nieta del señor Linh o El archipiélago del perro. Sin llegar a ser un superventas en nuestro país, Claudel ha ido consolidando un público fiel y agradecido que, muy probablemente, va a llevarse una sorpresa con su nueva entrega, Inhumanos, que obtuvo el premio Goncourt des Lycéens.
No es que el escritor no nos hubiera asomado antes a algunas oscuridades del ser humano, a menudo dando interesantes vueltas de tuerca al género negrocriminal. Esto es otra cosa. Para empezar, ha elegido el relato corto como vehículo de reflexión, pero lo hace con una homogeneidad –de temas, de ambientación y hasta de personajes, que van saltando de una pieza a otra– que puede leerse como novela. Una ventana a un mundo que llamaríamos distópico si no fuera por dos motivos: por lo desacreditadas que están las distopías, y por el parecido de ese mundo al nuestro de hoy.
Pero la sorpresa principal que da Claudel a sus seguidores habituales es el tono crudo, feroz, con que tiende un espejo a la sociedad en que vivimos. El galerista que vende cadáveres de personas sin techo, la familia que se distrae de sus vacaciones saliendo a navegar para hundir embarcaciones de inmigrantes, los padres que no pueden saber si su vástago es hijo o hija, son solo algunas de las situaciones que el narrador despliega en estas páginas que no escatiman en muerte, estupro y canibalismo.
Sin moralina fácil, sin ternurismo, sino más bien con un humor negrísimo y salvaje (que suscita más el escalofrío que la carcajada), Philippe Claudel expone, con una levísima exageración, hacia dónde nos lleva una colectividad que ha perdido sus valores, en el que la vida humana ya no es sagrada, donde la familia es una comunidad de intereses y el sexo un ejercicio atlético completamente despojado de emociones.
La elección de la narración breve como formato para desarrollar estas situaciones es uno de los grandes aciertos del libro, evitando las prolijidades de una obra a mi juicio fallida, como La investigación. También me parece una óptima apuesta el hecho de que los personajes, aun teniendo nombre y apellidos, carezcan de rostro y atributos concretos, esto es, sean perfectamente intercambiables, algo que me permite pensar en el Cortázar de Historias de cronopios y famas o en el maravilloso Señor K de Bertolt Brecht, pero a lo bestia. Aquí la pesadilla futurista no viene de la mano de criaturas del espacio exterior, frías máquinas, políticos psicópatas o científicos locos. Aquí la pesadilla, querido lector, eres tú.
Termino con un apunte personal: sabiendo que mi señora madre había disfrutado mucho con las anteriores novelas del francés, decidí regalarle Inhumanos por Reyes. Sin embargo, tomé la precaución de leérmelo antes, quizá alertado por el título y la nota de contraportada. Hice bien: no es un plato, conviene advertirlo, para todos los estómagos. Me quedé con el Claudel y le regalé un cómic, porque a ciertas edades quizá es mejor no saber demasiado.
Reseña publicada anteriormente en la revista M’Sur.
Inhumanos (Bunker Books, 2021) | Philippe Claudel |Traducción de Mercedes Pacheco Vázquez | 148 páginas | 17 euros