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La poesía es un arma manchada de tiza

Al pie de la letra

Víctor Jiménez

Ediciones de La Isla de Siltolá, 2011

ISBN: 978-84-15039-79-2

69 páginas

10 €

José M. López

Junto al Augmentine 500, las gafas graduadas y la limpieza dental, la mutualidad que se desvive por la salud y bienestar de los funcionarios de la enseñanza pública en España debería prescribir, sin lugar a dudas, este magnífico poemario de Víctor Jiménez. Y es que este poeta sevillano nos receta en su nuevo libro una obra con pasmosas capacidades terapéuticas, que si bien no ayudará a hacer desaparecer la desazón y pesimismo de este sector de la sociedad hoy tan denostado, bien permitirá que cada profesor exorcice, mediante la lectura de este anuario poético, todos sus miedos, frustraciones y desengaños nacidos del día a día en el instituto. Nadie mejor que él para cubrir bajo un manto lírico esta realidad, ya que el autor, además de poeta, es también un profesional de la enseñanza, y, por lo visto, también necesita escupir al aire sus miserias laborales cotidianas, auque después aquello le vuelva a caer en plena cara.

Cada poema de Al pie de la letra está vestido de una autenticidad tan descarnada que parece hablar directamente a través del corazón y la rabia de cada uno de estos obreros de la pedagogía, describiendo, a través de una especie de “narrador externo”, una serie de cuadros que podemos encontrar en cualquier I.E.S actual. Por ello, es frecuente que el “yo” lírico se dirija directamente a ellos, a los profesores, mirándolos a los ojos a través de un “tú” que es le verdadero protagonista, el centro de cada escena descrita. De este modo, el lector tiene la sensación de que estos textos han sido escritos por todos y cada uno de los enseñantes de la cosa pública, que parecen ceder al autor sus recuerdos, sus vivencias en cada aula, en cada pasillo, en cada sala de profesores y en cada alma desencantada; memorias que se elevan en cada estrofa mediante la poetización de una realidad cotidiana, a veces soez y vulgar.

El libro está redactado en orden cronológico, a la manera de una lírica agenda escolar que se abre con el poema “Parking público”, donde se detalla cómo los padres aparcan ansiosos a sus hijos a primera hora de la mañana:

«Como si no supieran

que asegurado tienen lo que buscan:

aparcamiento vigilado y gratis para sus criaturas (…)”

De ahí se nos conduce a la hora del desayuno (“Breaktime”), pasando por la esperada salida de los viernes (“Cantos de sirena”), las vacaciones de navidad (“Bandera blanca”), Semana Santa (“Viernes de Dolores”), hasta llegar al fin de curso (“Otra vez fin de curso”).

Creo que estamos ante un libro profundamente pesimita y escrito desde el dolor más sincero. Para expresar y combatir este sentimiento al poeta no le queda otra que blindar el arma de la ironía. De este modo, nos termina ofreciendo una desternillante sátira acerca del sistema educativo actual. La sonrisa sarcástica es la única salida que le queda a esta voz desesperanzada para no sucumbir al contemplar una verdad que le asquea o, al menos, le decepciona, la podrida realidad de un sistema que no funciona. En “Propósito de enmienda”, por ejemplo, observamos cómo el profesor, tras sancionar a tres alumnos que molestan continuamente en clase, termina por declarar:

«Soy un mal profesor -lo reconozco-

que no se adapta, como debe,

a los tiempos que corren (…)”

Tanto es así, que para el autor la enseñanza es, sin lugar a dudas, una guerra (“Hospital de campaña”, “Parte de bajas”, “Bandera blanca”) donde el alumno es el enemigo, y el profesor un soldado temerario que se enfrenta incomprensiblemente a la muerte:

«Y hay quién piensa, no entiende, y se pregunta,

Con una leve e irónica

Sonrisa, cómo puedo

Estar aquí en primera línea

Con esa posecita que me entra al levantarme (…)”

Pero junto a la tristeza y al desánimo, también encontramos en Al pie de la letra versos vestidos de ternura y lirismo, como la dolorosa elegía que encontramos en el sincero “Amigo”, o el retrato de aquella profesora mayor y de modales antiguos, arquetipo de mujer invisible, en el poema “Señora”.

Sin embargo, y a pesar de lo que parece desprenderse de las líneas anteriores, no estamos ante unos textos sectarios o localistas que tan solo pueden ser disfrutados por los colegas de profesión. La excelencia del libro radica, en mi opinión, en la capacidad del poeta de elevar a categoría lírica una realidad cotidiana, haciéndola válida, bella y universal, de modo que supere las restricciones estéticas de la denominada poesía de la experiencia. La fina intuición poética, la metáfora risible, la sugerencia o el símbolo de base surrealista son instrumentos de los que se vale el autor para diseñar contenidos que trascienden anécdotas particulares. Además, Víctor Jiménez se preocupa por dotar al andamiaje poético de una musicalidad sutil y constante, donde el gusto por los ritmos endecasilábicos -heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos- pone la banda sonora a cada escena. Aunque en el libro predominan los poemas no estróficos, la inclinación del poeta por las formas clásicas permite que disfrutemos de sonetos sin rima o en versos blancos (“Cantos de sirena”), u otros diseñados a la manera tradicional (“Balance”).

En definitiva, rectifico lo dicho en el primer párrafo de esta reseña, ya que este magnífico libro no solo debería constar en el recetario de los profesionales de la enseñanza, sino que tendría que ser prescrito e inyectado en vena a toda la población, de modo que todos y cada uno de nosotros podamos divertirnos y disfrutar de la buena poesía, además de, que tampoco está de de más, conocer algo mejor la realidad de estos sufridores de la educación actual.

admin

2 comentarios

  1. He consultado con el farmacéutico y, no, no tiene efectos secundarios.
    La posología es a demanda, siendo recomendable un poema después a cada periodo lectivo, pues ayuda a mitigar la migraña del sonido del timbre.
    Muy recomendado en medicina homeopática.

    Buen libro y buena reseña.

  2. Buen reseñador,

    Habrá que dejarse engatusar por esos poemas que dejan elevar a categoría lírica una realidad cotidiana.

    Saludos!

    Don CalcetínRelleno

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