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La puerca tierra

elamantedelascicatricesDANIEL RUIZ GARCÍA | De los autores norteamericanos descubiertos en los últimos años, probablemente sea Harry Crews el que más me ha deslumbrado. En El cantante de gospel y sobre todo en Una infancia. Biografía de un lugar, he encontrado una voz original, con algo que contar y una forma interesante de contarlo. No busquen en Crews a un autor elegante, con un uso impecable del lenguaje ni un estilo rutilante. Pero es un escritor que exuda autenticidad, al que uno cree cuando escribe porque sabe hablar, como titulara Berger a una de sus obras más célebres, de la puerca tierra. Probablemente ese sea el motivo principal de la obra de Crews, la puerca tierra, y la manera en que esta tierra nos malea y nos moldea, nos construye como personas que nunca llegan a perder del todo su condición animal. Se ha hablado de gótico sureño y de realismo sucio para referirse a la obra de Crews. A mí, sin embargo, me parece sobre todo un escritor épico, pero de la épica de los perdedores, muy en la tradición del Steinbeck de La perla o de Las uvas de la ira: un novelista que en lugar de contar historias parece más bien guiarnos por territorios inhóspitos. La sensación con Crews es parecida a la de respirar en un desierto: al final, uno acaba con el velo del paladar lleno de polvo.

Los personajes de Crews son habitantes de la puerca tierra que viven siempre más mirando al suelo que al cielo. Seres incultos, desconfiados, casi siempre con un punto de malicia, que sobreviven a duras penas gracias al consuelo de la superstición y a una convivencia natural con la violencia. En El cantante de gospel, no es difícil imaginar a los deformes personajes de circo del Freaks de Tod Browning deambulando por los escenarios de la novela. El mismo Pascual Duarte puede atisbarse en el horizonte de la imaginación cuando recreamos algunos paisajes de Una infancia.

Todos esos elementos están en El amante de las cicatrices. Donde la dimensión épica resulta quizá menor, en detrimento de una carga humorística que no me pareció tan desarrollada en las anteriores obras mencionadas. Es, nos dice la editorial, una historia de amor. Yo matizo: lo es, pero sobre todo es una novela de humor. Humor, aclarémoslo, “marca Crews”. Es decir, con muy mala leche, y en este caso con un punto bastante fúnebre. En este sentido, y también en el dibujo que se hace del protagonista principal, Pete Butcher me ha recordado bastante, salvando las distancias, al mítico e inolvidable Cornelius Christian, el personaje central de Cuento de hadas en Nueva York, de J. P. Donleavy. Comparte con él su cinismo, con un punto sádico, pero a eso el personaje de Crews le suma el embrutecimiento.Los secundarios en las obras de Crews son maravillosos. Y El amante de las cicatrices está lleno de ellos. Comenzando por la madre de su amante, la deslenguada Gertrude, y prosiguiendo por Obeah, la desconcertante rastafari que ejerce de chamán, o por el señor Winekoff, todo un canto al personaje absurdo, que parece extraído de una película de los Hermanos Marx. Todos ellos, como en todas las novelas de Crews, son ‘losers’, personajes zarandeados por la vida, y en este caso, la mayoría, plagados de cicatrices. Cicatrices físicas y también espirituales. Porque en la puerca tierra, todos los seres humanos están podridos.

No es, en efecto, tal como se ha dicho, la mejor novela de Crews. Hay algunos altibajos de ritmo, resoluciones no del todo bien cerradas, y la sensación, hacia el final de la novela, de que la historia pierde fuelle. No me parece, en todo caso, algo que merme el interés de la novela. Con Crews pasa un poco como pasa con Baroja. Uno lee y lee sin poder dejar de leer, sabiendo muchas veces que no irá a ningún sitio, pero reconfortado por la voz, sintiéndose en cierto modo guarecido por una escritura sin rastro de pomposidad, muchas veces imprecisa, incluso descuidada, pero siempre verdadera. En no pocas ocasiones, en los últimos tiempos, me he preguntado qué significa escribir bien. Después de darle muchas vueltas, probablemente esa sea mi mejor respuesta: la capacidad de transmitir verdad. Harry Crews lo hace. Y de qué modo.

El amante de las cicatrices (Dirty Works, 2016), de Harry Crews | 336 páginas | 21,50 € | Traducción de Javier Lucini

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