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La soledad

Solar

Ian McEwan

Anagrama, 2011. Colección «Panorama de narrativas»

ISBN: 978-84-339-7555-3

360 páginas

19,50 €

Traducción de Jaime Zulaika

Rafael Suárez Plácido

Ha costado que me empezaran a gustar los narradores ingleses actuales. Pero ha venido ocurriendo de la mano de la editorial Anagrama. El primero que me llamó la atención fue Julian Barnes. El loro de Flaubert no se parecía a nada de lo que había leído hasta entonces. De David Lodge me gusta su parte más ensayística. Los ingleses asiáticos (Kureishi, Ishiguro) me deparaban igual momentos gloriosos que otros soporíferos. Y así podría ir contando, uno a uno, pero desde que leí Amsterdam (Anagrama, 1999), tengo a Ian McEwan como, si no el que más, sí uno de mis favoritos. La razón: sus novelas son máquinas perfectas que nos plantean dilemas morales verdaderos. ¿Es lícito usar procedimientos que detestamos frente a rivales que los usan habitualmente? La respuesta no es fácil. En la novela el protagonista se entera de que un político adversario, paladín de una ideología ultraconservadora y férrea defensora de la moral más puritana, práctica habitualmente lo que él llamaría en los demás actos sexuales pervertidos o incluso depravados. ¿El protagonista de Ámsterdam, se plantea si debería hacerlo público? ¿Sabemos realmente qué haríamos nosotros mismos? Inicialmente creemos que sí, estamos convencidos de la respuesta, pero la trama de la novela hábilmente urdida por un autor que siempre duda nos zarandea de un lado a otro. La pregunta, estos días, adquiere más relevancia. ¿Debemos usar la fuerza —que detestamos, ya digo—, contra quien sí la usa? Quien piense que sí admitirá que entonces nuestras convicciones son mentira. La mentira es el gran tema de las novelas de McEwan. Lo es y mucho en su novela más exitosa: Expiación; de alguna manera lo es también en Chesil Beach (la educación represora que tanto nos ha mentido, que ha mutilado tantas vidas) y muy especialmente lo es en Solar, su última novela, publicada en marzo de 2011, como todas las anteriores, en Anagrama.

Todo en la vida de Michael Beard, el protagonista de Solar, es mentira: sus amores, sus amigos. Desde que le concedieron el Nobel de Física, siendo aun muy joven por una teoría que complementa al mismísimo Einstein, su trabajo también lo es. Una cadena imparable de conferencias, simposios y monográficos, donde lo único que se valora de él es su nombre y su presencia; y una serie de investigadores jóvenes que lo veneran por su pasado lejano, que hacen todo el trabajo sucio por él. Hay quien piensa que los premios condenan la creatividad del premiado. El narrador dice que Beard era totalmente incapaz para un pensamiento poco convencional, “¿cómo, si no, había ganado el Premio Nobel?” Desde el inicio de la novela se encuentra en situaciones límite que va superando con la ayuda de su mente analítica, que es capaz de dar la vuelta a los hechos más desfavorables. Y así, el lector es testigo de cómo, de rebote, se embarca en la aventura más importante que tenemos por delante: la transformación de un planeta en decadencia en otro que aproveche más cabalmente sus posibilidades energéticas.

Pero el lector, algunos personajes, probablemente también el autor, se preguntan: ¿hasta dónde llega la mentira? ¿Es posible que haya algo de verdad en un personaje que siempre miente, que incluso se miente a sí mismo? Esto nos puede llevar a cuestionarnos todo, también el proceso de autodestrucción en el que estamos sumidos. Yo diría que el calentamiento del planeta y sus repercusiones de aquí a cincuenta años, son hechos probados. No sé, como llega a decir Beard, si los procedimientos de conseguir energía actuales han mejorado el mundo, —desde luego a todo el mundo no, a África no. Tendría que conocer las opciones y eso es francamente imposible. Pero sí creo que el futuro está en la energía solar. Lo que no sé es si el egoísmo nos hará llegar demasiado tarde.

Jaime Zulaika traduce las atmósferas opresivas de las últimas novelas de McEwan con su habitual brillantez. El ritmo se mantiene a lo largo de las tres partes trepidante. Los problemas de Beard con sus parejas, con las comidas, con la edad, nos lo muestran como una víctima antipática: demasiado real. La meticulosidad en los detalles, los culpables que no lo son —nada es lo que parece—, el amor y el deseo, el egoísmo tan humano, la esperanza siempre a prueba, nos hacen pasar por estas páginas con el anhelo de que no acaben nunca. ¿Acabará en su momento el Nobel también con el talento del gran narrador galés Ian McEwan? Eso tampoco lo sabemos.

admin

5 comentarios

  1. Gran novelista desde hace décadas. Si no has leído «Sábado», corre a por ella.

    De esta última solo he visto comentarios tibios, como si se hubiera apagado el autor, así que me animo a leerla, gracias.

    Pienso a veces por qué los nocilleros creen que estas novelas tan antiguas y realistas son malas, si en un párrafo de Amis, Barnes o McEwan hay más literatura e ingenio que en las obras completas de estos , ejem, nuevos escritores publicitados ad nauseam. Lo dejo, que me enfado.

  2. Me has tocado una veta que me es muy cara: McEwan, Barnes, Amis: palabras mayores. Me gusta tu reseña y no dudaré en leer este libro.

    Yo recomiendo de McEwan su primera obra, el libro de relatos Primer amor, últimos ritos. Un saludo!

  3. Tengo una tremenda admiración por McEwan, me parece de los escritores más brillantes en la actualidad y buena parte de su generación me llama también mucho la atención. «Solar» es un buen libro pero no me parece de los mejores de su autor, cosa que no significa ni mucho menos que no sea enormemente disfrutable. En él se recopilan muchas de las pinceladas tanto en estilo como en temática que ha utilziado habitualmente su autor pero no acaban de conjuntarse de la manera sobresaliente de otras veces, como sí sucede en Chesil Beach, por ejemplo.

  4. Gracias por vuestras intervenciones. Estoy de acuerdo en casi todo con ellas. No he leído Sabado y sé que tengo que hacerlo. Sé que me gustará hacerlo. Por supuesto que Martin Amis es otro de los escritores importantes ingleses actuales. No se puede citar a todos. Se debe cuando se hacen afirmaciones categóricas tipo: los escritores más interesantes actuales son…, pero el riesgo asumido es que siempre se quedan algunos en el tintero, independientemente de que no conozca a muchos otros. Los cuentos de McEwan están también muy bien, pero en este caso, creo que el mejor McEwan está aún en las novelas. Ya reseñé en este blog Chesil Beach. Es una novela corta maravillosa. El problema de la represión sexual ha sido uno de los grandes temas: lo es aún. Pero creo que me quedo con Amsterdam. Sigue siendo mi favorita de entre las de este autor.
    Gracias de nuevo.

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