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La vida de Clem

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El azul es un color cálido

Julie Maroh

Dib-buks, 2013

ISBN: 978-84-92002-44-6

156 páginas

18 €

Traducción de Lorenzo F. Díaz

 

 

Rafael Suárez Plácido

Algunos de los premios más destacados del panorama del cómic francés y europeo han apoyado la trayectoria de esta obra que, pese a ser de una autora novel, se ha convertido en un referente del género en Francia, estos últimos años. La edición que manejo, la segunda española, es muy cuidadosa con el dibujo original y los distintos matices sensoriales que forman parte básica del argumento de la obra. El azul en el libro es símbolo de lo verdadero, de lo hermoso y de la vida, en medio de una existencia que, generalmente, acumula los diferentes tonos del gris. Azul es el color del que está teñido el pelo Emma, la coprotagonista; azules son sus ojos y su mirada, también a veces viste chalecos azules. Los diferentes tonos del azul están, de un modo u otro, presentes en los momentos más hermosos de la vida de Clementine, la jovencísima protagonista de la historia. Desde el principio es así y no deja de serlo hasta el final, cuando lo amarillo se apodera de la historia y esta alegría de vivir se va difuminando. Pero vayamos por partes. Aunque yo maneje la segunda edición española, de 2013, la obra es original de 2010 y, debido a su inmediato éxito, fue editada en España en 2011. Es importante recalcar que esto fue años antes del éxito y la enorme controversia que produjo en Francia la película que se basa en este cómic, La vida de Adele, de Abdellatif Kechiche, triunfadora indiscutible del pasado festival de Cannes, que aquí en España se estrenó la semana pasada.

La subjetividad de los colores y sus símbolos. ¿Qué color es más cálido: el azul o el amarillo? Cada uno aporta su experiencia personal, pero al menos admitamos que tras leer el cómic, sí, el azul es, efectivamente, un color cálido. Clementine es una adolescente de quince años, que estudia cuarto de Secundaria, o su equivalente en el sistema educativo francés. Es más o menos feliz, tímida, le gusta leer -incluso lo hace en inglés-, se lleva bien con sus amigos y no tan bien con sus padres, de clase media-baja, y suele gustar a los chicos aunque aún es demasiado joven para conocer el amor. Un día, su mirada se cruza con la de Emma, estudiante universitaria de cuarto de Bellas Artes, que pasea con su novia. A partir de ahí, todo cambia, todo serán preguntas sin respuesta, que la llevan a plantearse elegir entre lo que ella va intuyendo que siente y lo que le impone la sociedad desde sus más asentadas instituciones: la familia, los amigos, y la necesaria búsqueda de la felicidad normalizada (que ya se intuye que no tiene nada que ver con la verdadera felicidad). Ya pudimos comprobar a principios de este año que la sociedad francesa está muy lejos de aceptar la homosexualidad como forma de vida natural, en los debates y, más aun, en las manifestaciones, que acompañaron las deliberaciones sobre la ley del matrimonio homosexual. No es menos cierto, además, que el estrato de los estudiantes, especialmente los menores de edad, no son la categoría más avanzada de una sociedad, ni incluso en la francesa. La vida de Clem pasará por momentos a convertirse en un infierno, incluso sus amigas que parecían tan libres reaccionan muy negativa y agresivamente ante la sospecha de que Clem pueda ser lesbiana.

Es cierto que en general, el discurso homófobo está muy desprestigiado, pero no tenemos que engañarnos con ello y pensar que ese desprestigio es real en la calle. No es así. Erradicar esos prejuicios en nuestra sociedad actual es un trabajo que puede llevar generaciones enteras y que va a pasar por retrocesos muy graves, como podremos constatar actualmente en  España con la implantación de la ley Wert y la eliminación de contenidos de la asignatura de Ciudadanía, en defensa de una presunta “libertad de educación” infame. Algo así como pensar que una familia puede inculcar a sus hijos la educación que ellos “libremente” decidan y que si no acepto a los homosexuales lo hago en ejercicio de esa supuesta libertad. Pero aun vamos más allá e incluso en los ambientes más avanzados la doctrina incluye dos términos también nefastos, como son “aceptar” y “tolerar” que se aplican sobre las minorías dominadas. “Aceptar” es tan lamentable como no hacerlo; no digamos ya “tolerar” que tiene connotaciones intrínsecas de rechazo. El final de la homofobia, o incluso de otras claves que describen nuestra sociedad, como son el machismo o el racismo, están muy lejos de la dinámica de nuestras vidas. Todo lo demás, lo que estamos viviendo, no es sino un simulacro.

Por eso, Julie Maroh nos ofrece una historia de dos mujeres que viven su amor de manera tan diferente: Clementine sólo quiere poder amar a Emma y que la dejen en paz, sin pretensiones de hacer de su amor algo más que eso, su historia de amor. Ella proviene de ambientes en los que no se acepta y se mira con recelo, cuanto no con agresividad, lo que es diferente, aunque no les tenga por qué afectar. El caso de Emma es diferente: “Para Emma, su sexualidad es un bien de cara a los demás. Un bien social y político. Para mí es lo más íntimo que existe.” De hecho, todo el libro es una adaptación o una lectura que Emma hace de los «Diarios íntimos» de Clem, cuando esta ya no está. No se preocupen, no les he estropeado el final del libro, ya que todo esto asoma en las primeras páginas. El verdadero tesoro que encierran estás páginas son las reflexiones que va haciendo Clem sobre lo que le ocurre y cómo sólo encuentra la paz en el “azul cálido” que toma forma de mujer en el cuerpo, en el pelo, en la mirada de Emma. La vida de Clem: una historia de hoy para lectores de siempre.

admin

Un comentario

  1. Un cómic excelente y extremadamente recomendable (como la adaptación al cine). De acuerdo en todo, Sr Plácido.
    No dudo que en un futuro no muy lejano se leerá como lo que es, una magnífica historia de amor total y arrasador, y el ingrediente de la homofobia resultará tan pintorescamente lejano como las luchas entre Montescos y Capuletos en Romeo y Julieta.

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