Salmo 44
Danilo Kiš
Acantilado, 2015
ISBN: 978-84-16001-29-2
128 páginas
15 €
Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek
Rebeca García Nieto
“El campo de concentración es sólo imaginable como literatura, no como realidad.”
Imre Kertész
Se ha escrito tanto sobre el Holocausto que la cuestión ya no es si escribir después de Auschwitz es o no un acto de barbarie, sino si, a estas alturas, se puede leer algo nuevo sobre el exterminio nazi. La “solución final al problema judío”, eufemismo horrible donde los haya, se ha abordado desde todos los ángulos posibles, desde el de las personas que a duras penas tratan de mantener su humanidad en los trenes de ganado al de los verdugos y su maldad banal.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre la Shoah, al mismo tiempo no se ha escrito nada, no por la famosa frase de Adorno (calificada de “bomba fétida moral” por el Nobel de Literatura Imre Kertész), sino sencillamente porque no se puede. Para Kertész, es imposible contar Auschwitz, al menos no del todo, ya que ningún escritor vivió en primera persona lo que ocurrió en las cámaras de gas. Se puede escribir con todo lujo de detalles sobre lo que sucedió antes, sobre los preliminares, pero no sobre lo que tuvo lugar dentro. Por otra parte, son tantas las historias escritas sobre las víctimas que, inevitablemente, las tragedias personales se confunden en la mente del lector. Por desgracia, en el recuerdo de éste sólo quedan las cenizas mezcladas de las víctimas. La memoria del lector se convierte así, a su pesar, en una incineradora (otra más) de los dramas individuales del genocidio judío.
Las cenizas tienen también un papel protagonista en el imaginario de los escritores del Holocausto: el cabello de ceniza de Fuga de muerte, de Paul Celan, o las cenizas humanas utilizadas “para rellenar terrenos palúdicos, como aislante térmico en los intersticios de las construcciones de madera, como fertilizante fosfórico (…) un material para ser pisado” de las que hablaba Primo Levi… El acercamiento de Danilo Kiš las cenizas, en cambio, es un poco distinto. En cierto modo, el serbio trata de extraer vida de ellas. En Salmo 44, la muerte cohabita con la vida: la sábana que mantiene a Jan caliente, el bebé de Marija nacido en Auschwitz-Birkenau, es la de Polia, la judía que agoniza en el jergón de al lado. También hay trenes que llegan al campo, pero más que describir cuerpos famélicos y las condiciones inhumanas del trayecto, Kiš se aferra a la vida que esos cuerpos contienen: “La palabra agua pronunciada en todas las lenguas de Europa como si fuera la misma encarnación de la vida”.
Salmo 44 narra el intento de tres mujeres (Polia, Zana y Marija) de fugarse de la muerte. En ese sentido, no cuenta nada nuevo. Además, algunos personajes resultan familiares. El doctor Nietzsche parece ser un trasunto del doctor Mengele, y su colaborador judío, Jakob, está basado en un médico húngaro, el doctor Nyiszli, que colaboró con Mengele en algunos experimentos con gemelos y enanos. Pese a que ni la trama ni los personajes sean sorprendentes, Salmo 44 es memorable por la fuerza de las imágenes que contiene. Sin necesidad de mostrar cadáveres, con las heridas apenas sugeridas, Kiš cuenta el Holocausto bordeándolo. Sabemos que la barbarie es el telón de fondo de la historia de las tres judías, pero sólo se hace mención a los verdugos y sus torturas de soslayo. No obstante, pese a que la barbarie se nos muestra sólo por alusiones, Kiš se las ingenia para condensar en sus diálogos el auténtico drama de las víctimas: “mañana será más duro morir. Dentro de una o dos horas ya será más duro (…) Por la esperanza, ¿verdad?” y, en otro punto, Zana le dice a Marija: “Ahora ya muere el hombre. ¿Lo entiendes? El hombre y no el animal. (…) Hasta ahora moría el animal. Así, creo, era más fácil morir”.
Salmo 44 es, junto a La buhardilla, la primera novela que publicó Danilo Kiš. Personalmente, prefiero otros libros que publicó posteriormente, como Circo familiar, con el fascismo también como telón de fondo, o Una tumba para Boris Davidovich. No obstante, Salmo 44 contiene ya los ingredientes esenciales de su literatura: “una mezcla de crudités de la vida, un buen trozo de carne a término medio de realidad (con el hueso roto), una pizca de sal, un poco de azúcar de caña (¡nada de sacarina!), una buena dosis del ingrediente llamado ironía (¡puede reemplazar al laurel!)” [1]. Y, sobre todo, muestra la prosa de un gran escritor en ciernes, un escritor para el que el argumento de sus libros era el estilo (“O viceversa: el estilo de mis libros es su argumento”, decía).
[1] “El último baluarte de la cordura”, Danilo Kiš. Publicado en Letras Libres.