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La vida que se filtra

9788420421605SARA MESA | En los últimos meses, hemos asistido al nacimiento de un nuevo fenómeno literario: Lucia Berlin. De pronto, un libro de cuentos -¡de cuentos!- de una escritora hasta ahora minoritaria -poco conocida incluso en su país, Estados Unidos-, se publica en 14 países, asciende a las listas de los títulos más vendidos, agota ediciones y se gana legiones de lectores entusiasmados, entre los que me cuento. Por desgracia, Berlin murió en 2004, así que no ha podido conocer este éxito, pero ¿acaso para ella el éxito era esto? Estoy convencida de que no: su éxito en la vida fue sobrevivir, vencer el alcoholismo, criar a sus cuatro hijos, viajar, amar y escribir como nadie, con valentía y generosidad. Pero, ¿qué tiene Lucia Berlin que tanta fascinación provoca? ¿Qué hay en su literatura que la hace tan personal, tan única, tan increíblemente hermosa y humana?  

Sí, me delata el entusiasmo. Cuando terminé Manual para mujeres de la limpieza, esta recopilación de 43 de sus cuentos -un festín de más de 400 páginas que a partir de ahora recomendaré allá donde vaya- estaba deslumbrada, y eso que partí de cierta desconfianza: este tipo de lanzamientos editoriales a veces llevan trampa. Lo prodigioso de Berlin es cómo su propia vida se filtra en cada una de estas historias, de modo que no estamos ante un simple libro de cuentos, sino ante una especie de memorias desprovistas de los abusos de la egolatría. Por ahí leo -y el mismo título del conjunto se presta a equívocos- que la grandeza de Berlin radica en que pone el foco en las historias cotidianas de mujeres, lo que para muchos, por desgracia, podrá sonar monótono y aburrido. Me preocupa un poco este reduccionismo, la posibilidad de que el libro se malinterprete y simplifique… ya sabemos que cuando un libro está protagonizado por mujeres cuesta más hablar de universalidad que si aparecen hombres. Y sin embargo, las experiencias de las que se nutre la obra de Berlin son tan hondas, devastadoras y radicales que trascienden el género. No se trata de valorar a un escritor por la singularidad de su biografía, claro está, sino por esa mezcla asombrosa de tener cosas que contar y saberlas contar: magia en el caso de Berlin, con su aparente desapego, su buen humor y la carencia total de exhibicionismo.

Lucia Berlin nació en 1936 en Alaska, aunque se crió en pueblos de Idaho, Kentucky y Montana, ya que su padre trabajaba en la industria minera, tan arraigada en esos paisajes. Parte de su infancia transcurrió en la casa de sus abuelos maternos, en El Paso -su abuelo, un reputado dentista, fue también un tirano abusador-, y su adolescencia en Santiago de Chile, donde la familia vivió una época de esplendor. Después vino una boda temprana, hijos muy seguidos, el probable suicidio de su madre, huidas y separaciones, apuros económicos, distintos empleos -desde mujer de la limpieza hasta recepcionista en urgencias de un hospital- y alcohol, sobre todo mucho alcohol. Se habla de Berlin como la Carver femenina, y si bien sus cuentos son muy diferentes a los de su contemporáneo -ella es más luminosa y torrencial, él más introspectivo y conciso- es cierto que su descenso a los infiernos y el posterior ascenso fue vivido por ambos con parecida gratitud, la sensación de haber vencido y de vivir para contarlo, una extraña plenitud que llevó a Carver a decir que consiguió lo que buscaba en la vida («sentirme amado sobre la tierra«) y a ella, años antes de morir, «me siento profundamente agradecida por la vida que llevo«.

Berlin tiene una capacidad de observación inusual. Su escritura está repleta de detalles sugerentes y agudos, inteligentes reflexiones, una suave ironía y sensibilidad a raudales. Hay escritores que hacen de sus mediocres vidas un campo de lucha y que se fotografían en las portadas de sus libros, seres sufrientes que gustan de decir «eh, eso lo viví yo, reverenciadme». Pero Berlin, grande y humilde, se camufla con discreción, como tras un pañuelito semitransparente que sólo se descubre al leer su biografía, y entonces, sí, ahí vemos cómo aparecen los pliegues de su vida, la escoliosis temprana -desde niña el maldito corsé-, la soledad de la colada dando vueltas y más vueltas en la lavandería, el amor de su vida que prefiere la heroína a todo lo demás -y que sin embargo la ama-, las licorerías que cierran de madrugada y ante las que hacen cola los desahuciados del mundo, el cáncer que devasta a la hermana menor al tiempo que la acerca a ella tras años de distancia, una escena de sexo en el fondo del mar entre dos submarinistas -el difícil arte del erotismo, que también maneja-, amores intensos y fugaces, finales agridulces pero con la mirada siempre hacia adelante, ante el futuro incierto. Es, como dije antes, la vida que se filtra, la literatura que se fabrica con verdad o, mejor dicho, con autenticidad. O como ella misma precisó: «exagero mucho, y a menudo mezclo la realidad con la ficción, pero de hecho nunca miento». [Publicado en El Norte de Castilla]

Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2016), de Lucia Berlin | 432 páginas | 20,90 € | Traducción de Eugenia Vázquez | Prólogo de Lydia Davis

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