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Las lágrimas de impotencia de Gabriel García Márquez

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Cuentos y otras narraciones

Alejo Carpentier

Akal, 2014. Colección “Básica de Bolsillo”

ISBN: 978-84-460-2454-5

616 páginas

18 €

 

 

 

José Manuel López

Recuerdo que, en la facultad, cuando me dio por leer a Alejo Carpentier, cada vez que terminaba una novela suya se me venía a la cabeza una imagen ficticia, inventada por mí, pero que se derivaba de la inmensurable grandiosidad del producto que había leído: en mi hipotético recuerdo veía a García Márquez, como epónimo del movimiento denominado “Boom Hispanoamericano” -podría haber sido cualquier otro de sus compañeros de generación menos admirados por mí, como Vargas Llosa o el sobrevalorado Sábato-, pero me venía a la mente la imagen del colombiano en la misma postura que la mía, es decir, sosteniendo en sus manos el libro de Carpentier que también él acababa de haber leído. Tras ello, y como consecuencia del incipiente descubrimiento de la incapacidad del autor de Cien años de soledad para escribir una obra tan magna como esa, dejaba resbalar de su mejilla unas lágrimas fruto de la envidia o la impotencia.  Pues si esta sensación de limitación o ineptitud le sobrevenía -aunque fuera en mi imaginación- a un autor de la talla de García Márquez, ya os podéis imaginar la que se me quedaba a mí. Y es que, tras leer a Alejo Carpentier, se te quitan las ganas de escribir. En las novelas del cubano observas que nada nace del azar, que todo posee una arquitectura tan meticulosamente cuidada, donde se presuponen tantas horas de organización y pensamiento previo, dotado todo el conjunto de una armonía, coherencia y profundidad tal, que empiezas a estar convencido de  que, para que cualquiera de los denominados genios de las letras pudieran escribir algo parecido, no solo necesitaría ese milagro sagrado  e impalpable que los románticos llamaban genio, no; los artistas acompañados de ese don también tendrían que empeñar meses, años quizás, echando mano de los aspectos más racionales y metódicos de sus intelectos tan solo para esbozar el mapa conceptual de lo que, mucho después, se convertiría en una novela que se asemejase a algunas de las del autor cubano. Vamos, que leer a Carpentier es una experiencia enormemente placentera, pero descorazonadora a la vez, debido al brusco choque que se produce entre nuestro ego y nuestra propia mediocridad. Porque hay escritores geniales, a los que, por supuesto, la inmensa mayoría de sus lectores no podrán igualar, pero cuyo estilo sencillo en apariencia cultiva entre ellos múltiples imitadores ¿Quién no ha terminado imitando el estilo coloquial y subyugante de Cortázar después de leer alguno de sus cuentos? No me digáis que a ninguno de vosotros, tras leer algún volumen de En busca del tiempo perdido, y a pesar de la fama de grave de Proust, no le ha dado por completar los párrafos de cláusulas infinitas con esa sintaxis enrevesada. Esto no sucede con el autor de Los pasos perdidos. Cuando lo lees, lo disfrutas, pero su escritura egoísta y monógama te deja claro desde el principio, primero, que no puedes distraerte por el camino, y, segundo, que no admite plagios.

Pido perdón por el excesivo e innecesario “exordio”, pero es que, tras la lectura de estos Cuentos y otras narraciones de Alejo Carpentier que Akal acaba de sacar en su colección de bolsillo, no me ha quedado más que corroborar mis apreciaciones de veinteañero: que el cubano es un autor descomunal y perfecto. Bien es cierto que es en sus novelas donde logra compendiar su complejo proyecto narrativo, pero, la lectura de sus piezas breves me parece también imprescindible, no solo porque muchas de ellas supongan, como suele decirse, el germen de algunas de sus grandes obras largas, sino porque también encontramos aquí narraciones que, aunque menores en cuanto al número de páginas, son tan enormes como la mejor de sus obras extensas.

La edición comienza con el cuento “Historia de Lunas”, potente telonero de la escritura  de su primera etapa, donde encontramos su tendencia al “afrocubanismo”, que muestra la realidad indígena americana con elementos mágicos a través de las herramientas que le proporcionaron los movimientos de Vanguardia. El siguiente apartado está formado por dos relatos, “Oficio de tinieblas” y “Los fugitivos”. Ambos van prefigurando la escritura de Guerra del tiempo, su libro de cuentos por excelencia y una de sus obras más importantes. Aquí nos topamos ya con la clásica inquietud de Carpentier acerca de cómo evoluciona la historia (también con mayúsculas). La realidad americana empieza a contemplarse con ojos maravillados, dando origen lo que él mismo llamó “lo real maravilloso”. Tras ello, encontramos las cuatro piezas que conformaron el libro Guerra del tiempo. Entre ellas me es imposible no destacar “Viaje a la semilla”, quizás el mejor cuento en español que haya leído jamás, o, al menos, el de más perfecta ingeniería. La historia regresiva del marqués de Capellanías, desde su muerte hasta su nacimiento, es la horma idónea en la que el cubano consigue volcar, no sólo su estilo preciso, en el que cada palabra está equilibradamente colocada como las notas de una sinfonía o los ladrillos de una catedral (recordemos que la música y la arquitectura eran sus otras dos pasiones), sino también la idea que vertebró el resto de su obra: el hallazgo de la felicidad y la verdad en el primitivo origen del hombre, ya despojado de las superficiales barreras que suponen la cultura y el pensamiento racional. Junto a esta cima de su narrativa que supone este “Viaje a la semilla”, también encontramos los cuento “Semejante a la noche”, y “Camino de Santiago”. En el primero se desmitifican los altos valores de la guerra poniendo en paralelo (otra de sus técnicas habituales) seis míticas contiendas de la historia de Occidente, desde La guerra de Troya hasta la Primera Guerra Mundial.  El segundo es un relato de tema picaresco y estructura circular emparentado con “Continuidad de los parques” de Cortázar (el de Carpentier es anterior y menos subyugante). Guerra del tiempo termina con una novela corta, El acoso, donde, ya sin ningún resto de amarre “afrocubanista”, el autor utiliza los moldes del subgénero policiaco para dar rienda suelta a su ya comentado proyecto estilístico y conceptual. En el cuarto apartado del libro, titulado “Otras narraciones”, encontramos dos cuentos tardíos que son dos pequeñas muestras de la evolución última de su escritura. Textos en los que, si bien no advertimos variedad temática alguna, sí encontramos un lenguaje menos barroco, así como cierto tono irónico, o quizás cínico, que no habíamos hallado en su obra anterior. En “Los advertidos” se encuentran cara a cara los diferentes salvadores del diluvio universal pertenecientes a diferentes culturas -Noé, Shamash, Quetzalcóatl y Amaliwak- y se dan cuenta de que no han sido los únicos elegidos para esa loable misión. Y no les queda otra que admitir con irónica lucidez que la multiplicidad de dioses es el verdadero motivo de las desgracias de este mundo. El otro cuento de esta sección, “Derecho de asilo”, está ambientado a principios del siglo veinte en una pequeña embajada sudamericana, y supone un relato cercano al absurdo kafkiano sobre la desmitificación de conceptos como “frontera” y “exilio”. Tras “Derecho de asilo” Carpentier no publicará ningún relato más, así que el último -y con menos peso- apartado de esta edición, “Cuentos rescatados”,  está formado por brevísimos textos basados en leyendas o tradiciones medievales que el cubano fue recreando a lo largo de su vida.

La edición  en verde aceituna de Akal  me parece de una extraña hermosura. Este noveno tomo de la narrativa completa de Carpentier, el de Cuentos y otras narraciones, está, en mi opinión, excesivamente anotado. También posee un estudio preliminar muy completo que nos remite a los diferentes comentarios que cada cuento ha suscitado en la crítica.  Si pretendéis estudiar la obra del novelista cubano en profundidad resulta muy interesante; si no, aconsejo que os la saltéis y que vayáis directamente a lo divertido, que son los textos. Vuelvo a mirar la portada, y no sé si realmente me gusta por ese extraño verde aceituna o quizás por imaginar uno de los anaqueles de mi biblioteca relleno con esos nueve tomos. Creo que no voy a poder resistirme. Qué narices, hoy día puedo permitirme estos pequeños caprichos; con veinte años, no.

admin

Un comentario

  1. Yo tuve una experiencia similar tras leer «Los pasos perdidos». Sólo que a mí me pareció que tanta perfección incuestionable era, al final, aburrida, y me fui a pastar otras hojas menos verdes.

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