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Lo finito contiene lo infinito

JOSÉ MARÍA MORAGA | Lo que Aurora Luque nos plantea en su último poemario Un número finito de veranos es un desafío a nuestra medida como seres humanos. En cierto modo, queda expresado en el poema-epítome final, donde puede leerse “Qué llenas caminamos de vida por hacer/ hacia la muerte”. Aunque la mayoría de poemas aparecieron en diversos formatos o publicaciones durante los últimos veintitantos años, su recopilación en este volumen (junto a media docena de inéditos) los dota de una extraña coherencia. El adjetivo no es gratuito, puesto que no es una cualidad que se perciba inmediatamente, y no por nada estamos ante el Premio Nacional de Poesía 2022. Se divide el libro en siete secciones, todas con títulos clásicos, en las que se exhiben muy diversas formas poéticas; “Unidad en la diversidad y diversidad en la unidad”, por robarle la frase a Umberto Eco, a quien Luque dedica un epitafio.

La temática predominante en cada sección viene dictada por su título, así “Náutica”, “Erótica” o “Tanatoscopia”, por citar tres ejemplos. Efectivamente, “Náutica” habla sobre el mar y los barcos, pero basta internarse en un poema de título tan prosaico como “Prestaciones de una balsa salvavidas” para advertir que en realidad se están tratando otros asuntos, verdades que nos atañen a todos, como no podía ser de otra manera. Otra constante que entra y sale con naturalidad de muchos de los poemas es la abundancia de referencias a la mitología y el mundo clásicos, lógico si se recuerda la trayectoria como poeta, filóloga clásica y traductora de Aurora Luque. La autora no se conforma con plantar su erudición en nuestro mundo contemporáneo, sino que logra hilvanar ambas realidades, como en el delicioso soneto titulado “De Tebas a Soweto”, epinicio o canto triunfal sobre la victoria española en el Mundial de Sudáfrica.

La liebre de esta conexión entre Antigüedad Clásica y vida actual puede saltar cuando menos se espera, y así ocurre en “Hoplita”, detallada descripción visual de un antiguo casco griego (después de todo, pertenece a la sección “Ecfrástica”). La precisa descripción académica de unas investigadoras se yuxtapone a la que realiza la poeta, quien establece con el artefacto (“interpelan y acucian/ a mirar hacia dentro”) una conexión de ida y vuelta, e indaga en las circunstancias del guerrero portador del casco, para acabar dirigiéndose a él y concluyendo “que el miedo tuyo y mío/ pudieran ser hermanos, compañeros”.

Otras secciones merecedoras de mucha atención son “Gynaikeia”, que incluye un rotundo poema feminista titulado “La portadora del nombre”, destacado collage posmoderno, y “Erótica”. De esta destaco “Kélesis 1” y “Kélesis 2”, ambos sobre la inefable sensación del comienzo de un enamoramiento, aquí presentada como nueva sintonía con el mundo. También “Días de 2020” y “Días de 2021”, que nos retrotraen con precisión a la reciente pandemia (“Cercado por el alto terraplén de la muerte, / el charco de la vida fue más hondo y azul”).

Además del mencionado epitafio a Umberto Eco (“Si hubiera al menos ángeles leídos”), en la sección dedicada a la muerte cabe admirar el canto fúnebre “En los bosques de Flandes”. En él resuenan ecos de los poetas británicos de la Primera Guerra Mundial, de aquel famoso “In Flanders Fields” de John McRae, pero revestidos de nueva fuerza y emoción, al no soler estos temas aparecer escritos en lengua española (“Se secan los ramajes elocuentes/ de la épica”). Pero a la muerte sigue otra vez la vida, y en la sección “Encomios” se celebra (“Vivir es arrancar a las palabras/ de sus sillones limpios”). Sorprende por audaz la identificación de los libros con un periscopio en otro de los mejores poemas: “Frecuentaré, abrazándolos, / los libros que regalen su camaradería/ y un periscopio abierto con todo el horizonte”. Con todo, la más memorable celebración de la vida se encuentra en “Sobremesa”, escolio de un banquete, que incluye un lapidario deseo imposible de permanencia más allá de la muerte: “-Que el ferry de Caronte me permita/ facturar esta bolsa de memorias”.

Si empecé esta reseña hablando de la medida de hombres y mujeres, citando el poema final “De lo infinito que contiene un verano”, quisiera terminarla con el poema titular. “Un número finito de veranos” es una forma de recordarnos la brevedad (finitud, más bien) de la vida, sus límites precisos aunque ignotos. Con este libro múltiple (como el mar, como la propia Historia), Aurora Luque nos regala una preciosa definición de la vida que no podrá dejar de sacudirnos. En palabras suyas: “Vivir es ir gastando los veranos. / El consumo de vida se factura/ en julios y en agostos.”

Reseña publicada anteriormente en la revista Entorno Literario.

Un número finito de veranos (Editorial Milenio, 2021. Colección Poesía)| Aurora Luque | Prólogo de Jaime Siles |142 páginas |14€

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