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Los artistas de la pista

Las niñas de CádizEDUARDO CRUZ ACILLONA | Cuentan en los mentideros de la novela negra que una ardilla sería capaz de atravesar todo Cádiz sin tocar el suelo, saltando de cabeza en cabeza de detective privado de ficción… Y que llegará el día en que esos detectives sólo podrán tener de clientela a otros compañeros del gremio a falta de otras profesiones a las que investigar al haber copado ellos el mercado laboral gaditano…

No seré yo quien crea en la literalidad de los mentideros, pero tampoco puedo negar que en los últimos años Cádiz está viviendo una proliferación de detectives de ficción cuanto menos sospechosa. Como para que lo investigue un detective privado, sin duda… O, como decía la Chirigota del Parchís (caracterizados de “serlojolmes”), de mi amigo Miguel Albandoz, en el Carnaval de Cádiz de hace dos años, “Yo te lo detectivo”.

Así, ahí tenemos, sorteando levantes, ponientes y adversidades, a Manuel Bianquetti, “un investigador decadente y de vuelta de todo” a quien conocimos en La maniobra de la tortuga y ahora leemos en La tragedia del girasol, ambas novelas editadas por Suma de Letras en 2016 y 2018 respectivamente y firmadas por Benito Olmo. Ahí tenemos también a Benito Bram, un “superviviente a todo” según definición de su propio autor, José Rasero, que lo acoge en su novela Áticos y viento (Ediciones Mayi, 2015). No podemos olvidarnos, claro está, de la entrañable y resolutiva Verónica Lago, ama de casa reconvertida en detective doméstica a raíz de un presunto asesinato ocurrido en su bloque de pisos y que podemos leer en Una última cuestión (Cazador de Ratas, 2015), firmada por Carmen Moreno. Y algunos más que ahora se me olvidan, seguro.

En este elenco de personajes es donde debemos ubicar al detective que nos ocupa, Rafael Bechiarelli, “un gaditano buscavidas” cuyo apellido se pronuncia como se escribe, según su propia decisión, y que David Monthiel nos presentó el año pasado en Carne de carnaval de la mano de El Paseo, la misma editorial que acaba de publicar su segundo caso: Las niñas de Cádiz.

Si, en aquella ocasión, el detective tenía que enfrentarse al supuesto suicidio de un guitarrista integrante de una comparsa del carnaval, en la nueva novela Bechiarelli debe enfrentarse a un delicado asunto relacionado con un ilustre Hijo Adoptivo de Cádiz de procedencia inglesa, que ha desaparecido misteriosamente, sin dejar rastro ni razón, y todo apunta a que ha sido “abducido” por los encantos de un mujer fatal, la típica y tópica Carmen, Carmen de España, y no la de Merimeé… Y si, en el primer caso, el detective no salía del casco histórico de la ciudad, en este no le queda más remedio que recorrerse la costa gaditana (el extranjero para alguien como él que es “de Cádi Cádi”) y enfrentarse a la colección completa de tópicos que la pueblan en verano.

David Monthiel despliega todas sus buenas artes y conocimientos de la estructura clásica de una novela negra dotándola de un barniz de humor marca de la casa. Su literatura se aposenta en la concienzuda lectura de algunos de los grandes maestros del género, sin duda. Él mismo se reconoce deudor de Chandler y de su Marlowe, y de Vázquez Montalbán y de su Carvalho, pero ese humor tan sui géneris podría posicionarle al nivel de las primeras novelas de Eduardo Mendoza o, incluso, en un paralelismo con el humor británico, con Edmund Crispin y su saga de novelas protagonizadas por el detective aficionado y profesor de Oxford, Gervase Fen.

Arriesga y acierta Monthiel a la hora de conferir al personaje del singular habla de Cádiz, con sus modismos, sus dejes, sus localismos y unas expresiones que sólo se me ocurre clasificar bajo el término andalúcidas, no sé si me explico… Lo que en un principio pudiera temerse como barrera lingüística, resulta ser un elemento determinante a la hora de configurar la personalidad del protagonista, inconcebible hablando un castellano plano, aséptico, sin matices.

Las niñas de Cádiz (Les filles de Cadix) es una canción compuesta por Léo Delibes. Las niñas de Cádiz (The maids of Cadiz) es la adaptación jazzística de aquella canción a cargo de Miles Davis y Gil Evans. Y Las niñas de Cádiz de David Monthiel contiene el espíritu de ambas y el aroma de aquella lovely girl of Cadiz, de la que se enamoró Lord Byron y a la que dedicó un romántico y extenso poema.

Cada vez son más quienes afirman que Cádiz es el escenario idóneo para el desarrollo de este tipo de novelas. Enclavada entre cuatro países diferentes (limita al norte con España, al sur con Marruecos, al este con Reino UnidoGibraltar— y al oeste con Estados Unidos —base naval de Rota—), asediada por su extensa costa por el turismo de chanclas y crucero y por el narcotráfico, en ella se dan todos los elementos para que proliferen los argumentos negros y los personajes marginales dispuestos a tomarse la justicia por su mano. Si en la, desgraciadamente, capital del desempleo, hay que buscarse la vida, qué mejor que hacerlo metido en el papel de detective… Parafraseando a la ya mencionada chirigota de Miguel Albandoz: “Somos los artistas de la pista / Qué nos gusta investigar / Somos los que leen las revistas / sólo por disimular // Cádi está to lleno de misterios / Hay misterios pa aburrir / Si tú tiene algún problema serio / tienes que llamarme a mí // Si se te pierde el perro / o te roban el abrigo / tú me hase una llamadita / y yo te lo detectivo”. No ni ná…

Las niñas de Cádiz (El Paseo editorial, 2018), de David Monthiel | 272 páginas | 19,95 euros

admin

3 comentarios

  1. Paseo Marítimo, 29
    Muchos detectives son para Cádiz. Poco va a faltar para que se cree la Asociación de detectives y detectivas de la Bahía, al tiempo.

  2. No todos son de Mentidero. ¿No los hay de La Viña? ¿Cuántos huelebraguetas hay en Sevilla? ¿Y en Barceloa? ¿Y enTomelloso? ¿Tienen asociación o eso solo vale para Cádiz?

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