0

Los muertos no defraudan

ALEJANDRO LUQUE | Entre todos esos proyectos que uno nunca llevará a cabo, durante mucho tiempo albergué la idea de hacer una antología de poetas que nunca aparecen en las antologías. Es decir, que el criterio de selección no era otro que escribir buenos versos, tener un sello personal y estar fuera del circuito de influencias que rige la vida literaria española, con el fin de demostrar que lo bueno estaba fuera de dicho circuito, o que al menos había mucho bueno al margen de la, llamémosla así, oficialidad. Algunos de los nombres que barajaba ya han sido adoptados por ésta, otros me los guardo por si algún día llevo a cabo la empresa. Solo puedo decir que en aquel listado figuraba, en un lugar destacado, Juan Vicente Piqueras.

Cada nuevo libro de este valenciano merece su lectura atenta, y el último, La habitación vacía, que obtuvo el premio Hermanos Argensola el año pasado, no es una excepción. Nada más arrancar, con unos versos dedicados a mi querido Carlos Edmundo de Ory, me toca la fibra. Lo hace con una simple anécdota convertida en poema, una anécdota que además yo ya conocía, pero que medio había olvidado o que me resultaba nueva al cobrar forma poética, y me depara el primer estremecimiento. Empezamos bien.

En seguida vamos a descubrir que se trata de un poemario sobre la muerte, el duelo, la ausencia definitiva de quienes amamos. Tema crudo al que, dicen, los hombres y las mujeres de hoy no queremos mirar de frente, y es cierto; pero al que sí podemos acercarnos de manera sensible y reflexiva cuando viene envuelto en el celofán del arte. Piqueras lo aborda sin alardes estilísticos, con un verbo acaso más desnudo que nunca, buscando a menudo que la fuerza de la idea se imponga sobre el encantamiento de las imágenes y las sonoridades:

Irse es eso a menudo, la manera

más honda y poderosa de quedarse.

O, en una línea similar:

Los muertos no defraudan. Puedes contar con ellos.

Si tú no los olvidas ellos no te abandonan.

Hay en el volumen, por otro lado, una exploración del tema de la muerte desde ángulos muy diversos: como misterio, como liberación, como redención, como el lugar donde todos hemos de reunirnos tarde o temprano…Sigo avanzando por estas páginas y emocionándome con guiños a personas que he conocido y he estimado, con las que me tropiezo inesperadamente, como si volviera a verlos por la calle. Antonio Cabrera, el poeta ornitólogo, fallecido en circunstancias terribles, aparece aquí en un poema lleno de pájaros. También le gustaban los pájaros a Tonino Guerra, también objeto de homenaje en un poema muy guerriano.

No diría que Piqueras se mimetiza con unos y otros, pero sí se percibe un deseo de estar a la altura de aquello que los amigos esperaban de él. En el fondo podemos creer que después de la muerte no hay nada, sino desintegración y olvido, pero en vida no podemos evitar escribir teniendo en cuenta a esos queridos ausentes. No sé si lo hacemos por una especie de superstición –como si el mensaje pudiera llegarles de algún modo– o por nosotros mismos, por ser dignos de seguir aquí y alzar la voz.

Hay más pájaros en este libro, asoma varias veces también Dios, ese ilustre difunto –con una honda pregunta sobre qué hacer ahora sin él, o Él–, los lectores habituales de Piqueras encontrarán también alusiones a su origen rural y a su padre, figura fundamental y recurrente en sus poemas. Hay una conversación virtual con otro poeta muy querido, el chileno Jorge Teillier, que de nuevo me conmueve. Hay eso y mucho más, y todo viene dicho sin estridencias, como suele ser la propia voz del autor en persona, a veces con una invisible ceja levantada, como él mismo levanta la suya, no sabemos si en señal de ironía, escepticismo o vaya usted a saber: nunca sabe uno por dónde van a salir los poetas. Esa es su gracia.

No me extrañaría que Juan Vicente Piqueras haya sido ya incluido en un buen montón de antologías. Que la oficialidad, por así decir, lo adopte, es solo cuestión de tiempo. No me atrevo a googlear su nombre para comprobarlo. Prefiero, egoístamente, pensar que su poesía va a seguir siendo una especie de código secreto, un tesoro compartido entre unos pocos. Que nadie va a leer esta reseña ni a correr a la librería más próxima para hacerse con La habitación vacía.

La habitación vacía (Visor, 2022) | Juan Vicente Piqueras |108 páginas | 12 euros | Premio de Poesía Hermanos Argensola

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *