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Los nuevos santos inocentes

181019 Crímenes del futuro

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Para no engañar a nadie, conviene empezar diciendo que Juan Soto Ivars es un autor que va cada vez de más o menos. Como lo oyen: ha recibido premios por sus primeras novelas y ahora sólo recibe hostias como panes cada vez que abre el pico en redes sociales. Y que conste que todo esto se lo he dicho a él a la cara a través de terceros, que es como criticamos la gente elegante y los que tenemos gafas y pocas ganas de que nos las partan.

Y si sólo recibe hostias en redes sociales es porque cada vez que utiliza el teclado nos hace pensar. Cuestiona tus argumentos, los enfrenta al espejo del sentido común, los coteja con argumentos tuyos anteriores, yo qué sé… El caso es que te hace pensar. Y eso hay a quien no le gusta nada. Yo, en cambio, no suelo estar de acuerdo conmigo mismo hasta que Juan escribe algo sobre el asunto.

En el caso que nos ocupa, vayamos centrándonos, las únicas hostias que recibirá serán las de aquellos que, tras leer la novela, se preguntarán por qué tuvimos que esperar hasta 2018 para leer algo tan genial. Con la necesidad que tenemos todos de que alguien nos haga pensar y enfrentarnos a la realidad sin maniqueísmos, sin respuestas aprendidas y condicionadas en plan perro de Pavlov, sin partidismos oportunistas.

Ya en las primeras páginas de Crímenes del futuro se nos presenta un país en el que la ley “dice que los menores de catorce no pueden trabajar más de diez horas al día” y que los libros es fácil “encontrarlos en primavera cuando los venden al peso los gitanos para que los hombres del campo enciendan los hogares y las chimeneas y prendan los rastrojos con páginas arrancadas”.

Más tarde descubriremos que Euskal Herria y Cataluña son naciones independientes, que Madrid es DF y que allí existen calles como Presidente Aznar, Christine Lagarde o Recuperación Cubana, lo cual nos da la medida de en qué berenjenal nos estamos metiendo.

Y aunque dibuja la crudeza de un futuro que puede estar por llegar (o volver), el texto está plagado de bellas imágenes como “…las calles pasaban por la ventanilla recargadas como la carta de alguien que tenía muy poco papel y demasiadas cosas que escribir”. Cuántas cosas tenía por escribir Soto Ivars. Y qué bien las escribe el jodío.

A pesar de lo distópico del libro, no cae el autor en el lugar común de volcar sus esfuerzos en la descripción minuciosa de los escenarios. Lejos de ello, centra su atención en las personas, en sus comportamientos. Le interesa más lo humano que lo superficial pues, al fin y al cabo, lo primero ya explicará lo segundo a nada que el lector se ponga por un momento a reflexionar antes de pasar la página, cualquier página.

Así, el libro primero, de los tres de los que se compone Crímenes del futuro, describe la historia de Los Decapitados, los grupos organizados que se oponen al Régimen. El líder de uno de ellos es el novio de Julia, protagonista del relato, quien, en vez de ponerse a trabajar como le exige la sociedad, decide estudiar Derecho. El orden establecido, sin embargo, sabrá cómo actuar contra ella y contra su inaceptable desobediencia.

El ambiente que pulula alrededor aboca a una inminente guerra civil.

El libro segundo, que avanza en el tiempo, debería contar dicha guerra civil. Sin embargo, el autor, de manera original y sorprendente, nos viene a narrar la historia de una pareja ideal (modelo ella, fotógrafo de modelos él) en un paisaje idílico aislado del mundo donde tienen la obligación de realizar un encargo: fotografiar su vida, minuto a minuto, durante una semana para un reportaje de una prestigiosa revista. Al cabo de ese tiempo, el helicóptero que debía volver para recogerlos, no aparece. La guerra, aquí aparece la guerra, en el mundo del que están apartados, ha estallado y todo es caos y paisajes asolados. Pero ellos lo desconocen y eso le permite al autor volver a focalizar la atención en dos personas, que deben continuar su vida en la isla hasta que se convencen de que nadie volverá a por ellos y deciden establecer nuevas normas de convivencia. Intentan crear una nueva sociedad. Y a partir de ahí es donde el relato cobra su mayor fuerza y brillantez.

Por último, el libro tercero recupera a un personaje del primero, la ciega Pálida, ahora Paula, quien, por su doble condición de presa en la cárcel e invidente, se convierte en la primera conejilla de indias de un experimento que pretende devolverle la vista. Es allí, varias décadas después de lo contado en el primero de los libros, cuando se reencuentra con Julia. La guerra ya ha terminado y la Junta Militar está reconstruyendo el país, redactando una nueva Constitución y afianzando una nueva Democracia con sus cartillas de racionamiento, su cambio de nomenclatura de las calles a mayor gloria de los vencedores y el esfuerzo de los vencidos para superar la pérdida de seres queridos, un escenario que me recuerda a aquellas historias que me contaba mi abuela de la Guerra Civil y de la postguerra, o a la que cuenta Miguel Delibes en “Los santos inocentes” y en donde, como dice Julia “…muchas heridas se habían cerrado con la metralla dentro”. Lo mismo ocurre con esa otra frase que se cuela en el texto, “Todo está perdonado”, y que nos lleva irremediablemente a la cruda realidad reflejada en la novela de Rafael Reig de mismo título donde la Democracia es un apaño entre un puñado de familias rectas con apellidos de orden y costumbres como dios manda…

Soto Ivars, en vez de escribir tres magníficas novelas cortas en forma de trilogía, donde sus lectores estarían clamando por su segunda y tercera entrega, decide ser más chulo que nadie, más honesto que nadie también, y publica las tres historias en un solo volumen, conformando un todo de espectacular atractivo. El resultado es una bomba que te estalla en las manos, suponiendo que la conciencia tenga manos.

Queda, por tanto, felicitar a Olga y Paco Candaya por apostar por ello, demostrando por enésima vez buen olfato y exquisito gusto literario. ¿Es todavía pronto para votar a Crímenes del futuro como una de las mejores novelas del año?

Crímenes del futuro (Ed. Candaya, 2018) | Juan Soto Ivars |  320 pags. | 18€

admin

2 comentarios

  1. Gran reseña para un libro osado cuya mayor virtud es que su argumento está a la altura de la prodigiosa escritura, las profundidades psicológicas en las que autor se zambulle para que lo sigamos y los recursos literarios que maneja, siempre de cuño propio, casi siempre audaces y logrados. Las tramas ya son otra cosa, pueden interesar más o menos. Ocurre como con el humor, no siempre coinciden los gustos; y Juan Soto Ivars tiene un humor especial, border-line, algo excéntrico, que puede rechinar en una carcajada siniestra, como el Joker de Batman. Pero eso forma parte de su receta y oferta.

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