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Los objetos se vuelven más nítidos

No nos garantizan las horas de trabajo, pero en realidad eso nos conviene. Así podemos dejar el empleo con la misma facilidad con la que nos echarían a nosotros. Es un trabajo temporal. Tenemos relaciones temporales. Es una ciudad temporal. Estamos teniendo aventuras sexuales en la Eurozona. Soy una inmigrante muy privilegiada, no me atrajo tanto el factor económico como el estilo de vida.

CAROLINA EXTREMERA | Durante una época, en los años posteriores a mi primera comunión, fui religiosa. Unos días antes de ir a comulgar por primera vez tuve que confesarme y salí de la iglesia de mi colegio con una cruz de madera que llevaba la fecha – mayo de 1988 – escrita con rotulador. Estaba tremendamente preocupada porque no encontraba qué decir. ¿Qué podría haber hecho yo con nueve años? Conté que decía palabrotas y que había desobedecido a mis padres. En realidad, el pecado que podría haber confesado unos minutos después era el de haberle mentido al sacerdote, porque ni decía palabrotas ni había desobedecido. Ni eso. Durante un par de años más, mientras duró aquello de la religiosidad y de confesarse en la iglesia del colegio, continué mintiendo en la mayoría de las ocasiones porque decir la verdad, esto es, que no tenía nada malo que confesar, habría sido un pecado tremendísimo de orgullo.

Siempre me acuerdo de esto cuando se habla de la autoficción o cuando veo esos talleres que anuncian de escritura autobiográfica porque, ¿qué íbamos a escribir las personas como yo? Hubo muchas quejas sobre la gran saga de Knausgard por describir escrupulosamente acciones cotidianas como sacar la tarjeta del bolsillo y acercarla al terminal para pagar pero, ¿qué me decís del padre alcohólico y de la esposa engañada? Ahí había algo, al menos, como muy bien habría podido envidiar la hermana del protagonista de Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron, que hablaba indignada de una compañera de universidad en estos términos:

“Sus memorias tenían de todo: incesto, locura, drogadicción, bulimia, alopecia, lo que quisieras. El material perfecto para unas memorias. Qué suerte.”

Suerte, la de Amy Liptrot: tuvo que dejar Londres y volver a la granja de su infancia en las Islas Orcadas porque había perdido su empleo, su salud y a su pareja a causa de su adicción al alcohol. Ahí hay un libro, claramente, y ella lo escribió. Volcano libros lo editó en 2017 con el título de En islas extremas – aunque en inglés se llamó The Outrun – . Es un libro particularmente sincero donde ella nos explica todo su proceso desde que reconoció su alcoholismo hasta llegar a la sobriedad y su forma de reconectar con su yo perdido a través del entorno. Sin embargo, las vidas no son objetos rotos que se arreglan a la perfección ni películas cuyo final es definitivo. Una adicta, por mucho que haya abandonado la sustancia que la hizo perder tanto, siempre se sentirá impelida a ciertos comportamientos, de modo que Amy Liptrot comienza a sentirse de nuevo fuera de lugar en las Islas Orcadas y toma la decisión de marcharse con un billete de ida a Berlín.

En ese momento comienza El instante, su segundo libro de memorias. En Berlín, busca empleos precarios y temporales que le permitan pagar el alquiler y poco más. Conoce a algunas personas, intenta hacer amistades, pero no parece poder dejar atrás esa sensación de soledad enorme que viene arrastrando desde que huyó a su casa de la infancia. Con cierta vergüenza reconoce que desea tener un novio. Diligentemente, busca pareja en aplicaciones y, cuando por fin tiene a alguien, convierte la relación en un amor obsesivo que volverá a poner en juego su personalidad adictiva. Sin embargo, todo esto no es más que una simplificación de la historia que se cuenta en El instante. Mucho más importantes que este argumento central son las formas en las que se enfrenta a su desánimo, intentando buscar en la ciudad un punto de conexión como el que se puede encontrar en la naturaleza, esto es, tratar de encontrarte como persona a través de la observación del medio que te rodea. Así, Amy Liptrot persigue mapaches para conocer sus costumbres, intenta clasificar todas las rotondas de Berlín o espía azores en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, porque “nuestra visión de larga distancia está infrautilizada y es borrosa. Pasar tiempo escudriñando un horizonte lejano o la silueta de los árboles supone un cambio para los ojos y, al cabo de un rato, noto como se aclara la vista. Los objetos se vuelven más nítidos.” Aparte, encontramos continuas reflexiones sobre la adicción – también a una persona y no solo a una sustancia – o sobre la temporalidad de las vidas de los jóvenes entorno a los treinta, esa cultura del realquiler o el freelance a la que se ven abocados.

El instante se parece mucho a En islas remotas en cuanto a que nos muestra la misma idea de salvación y trascendencia a través de la naturaleza – ya sea salvaje o urbana – y en cuanto a que es tremendamente sincero. Sin embargo, yo diría que se observa una evolución estilística de uno a otro. En este último libro la estructura es distinta, más elaborada, y todo está narrado en forma de diario a través de los trece meses que transcurren desde que decide marcharse hasta que vuelve. También se refiere constantemente a personas a las que llamará sistemáticamente B, como hacía Andy Warhol en sus diarios. Disfruté mucho en su momento con la lectura del primer libro de Liptrot y este no me ha decepcionado en absoluto. Como pasa con las obras de Helen MacDonald, hay algo en su forma de narrar que hace que deseemos ser más conscientes y estar más presentes en lo que nos rodea.

En mi último día en la ciudad, me subo en el Ringbahn, la línea de tren que circunda todo el centro, de Westkreuz a Westkreuz, como un ritual de despedida que rodea las seis casas en las que he vivido, las calles que he recorrido en bicicleta, los lugares en los que he trabajado – durante las cuatro estaciones, dando una vuelta completa al sol -, donde observé pájaros, hice amigos y escribí a mano en una nueva libreta.

El instante (Volcano Libros, 2022) |Amy Liptrot| Traducción de María Fernández Ruiz |160 páginas | 19€

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