1

Los poemas de Einstein

TOMÁS HERNÁNDEZ | Clara Janés y Jenaro Talens, poetas y estudiosos de la literatura, publican una edición ejemplar de los poemas de Albert Einstein. Despierta el título, Albert Einstein: poemas y paisajes, dos curiosidades: ¿Einstein poeta? ¿Cómo entender la palabra paisajes?

He hablado de una edición ejemplar no como retórica ni agradecimiento a la amistad de tantos años con Jenaro Talens. Ejemplar, y afanoso, el proceso de búsqueda hasta localizar los poemas repartidos en archivos, biografías, memorias, correspondencia, testimonios. El material recuperado se distribuye en las dos partes a que alude el título. Los poemas, treinta y seis, del Nobel de Física. El primero fechado en agosto de 1899 y el último en mayo de 1950. Se presentan los poemas en orden cronológico. Cualquier otro criterio, por los asuntos tratados, por las afinidades estilísticas, no hubiera sido tan eficaz como esta disposición biográfica. Vemos crecer al hombre poema a poema.

Los poemas de Eínstein tratan de asuntos circunstanciales, poesía de álbum, conmemoración, recuerdo, humor sutil como en el saludo de esta carta, poema 5, a su amiga Helene Savic, que le acaba de comunicar a Einstein su reciente embarazo: “Estimada señora Savic (+ 1/9½  esperemos”) Uno partido por nueve elevado a uno partido por dos. En otros habla de los hombres que admiraba, como Newton: “El plan de Newton es el que todas (las estrellas) siguen al orbitar, ETERNAS, EN SILENCIO”. O de Spinoza o sus amigos, Michele Besso, el más cercano, de sus amores y desamores.

Los paisajes del título no son figuraciones de la Naturaleza, escenas de “realismo ingenuo”, que dice Einstein, no son representaciones de lugares o ciudades; son los paisajes interiores, la urdimbre de los días que fueron la vida de Albert Einstein. Contrasta la sencillez de los poemas con la intensidad y la complejidad a veces de la documentación, el riquísimo mundo intelectual compartido con Planck, Max Brod, Niels Bohr, Thomas Mann, Hermann Broch. Gracias a las anotaciones de estos “Paisajes” leo estos días, con asombro, “La muerte de Virgilio», de Broch. Porque eso tienen los buenos libros, que abren la puerta a muchos otros.

Es en esta segunda parte, “Paisajes”, donde comienza el festín del lector. Después de los poemas, original y traducción, con unas notas mínimas, entramos en el vivir de cada día de un “cráneo privilegiado”, que diría Valle-Inclán. Un hombre genial que tuvo dos aspiraciones que nunca alcanzó: vivir sin la opresión de la fama y tener tiempo libre para investigar más y mejor.  Así lo escribe, con humor estoico, en el Poema 12. “Dondequiera que vaya o esté” lo titula:

Los hombres y mujeres con encanto,

persiguen un autógrafo,

todos quieren tener un garabato

de un joven que es tan sabio.

Cuando escribió esta jocosidad tenía cuarenta y ocho años. Y más adelante, dice en el mismo tono:

Incluso vagabundos sin papeles

me dedican a mí sus madrigales.

A veces, a un poema de circunstancias como este, lo acompañan anotaciones y documentos esenciales. Así pasamos de la jocosidad del poema a uno de los documentos que, como muchos otros, hacen de este libro una lectura apasionante. Una emoción que no procede del sentimiento, sino de la inteligencia. Se trata del texto que Einstein preparó para el undécimo aniversario del Premio Nobel de Max Planck. Es “un discurso de talante bíblico bellamente poético”, dicen los editores. Y lo es. Principios de investigación es su título.

Dice en él que en el templo de la ciencia “muchos obtienen de la ciencia un gozoso sentimiento de poderío intelectual; la ciencia es su deporte favorito”. “Habrá otros”, continúa diciendo, “que ofrecerán los productos de sus cerebros para sacrificarlos con propósitos utilitarios”. Pero, si un ángel del Señor llegara para arrojar del templo a estas dos clases de sabios, como hizo el otro ángel con los mercaderes, este se quedaría casi vacío. Sólo se salvarían “aquellos que fueron favorecidos por el ángel”. Entre ellos estaría Planck y los que, como él, no buscan la superioridad intelectual ni el pragmatismo, sólo “la armonía preestablecida” que es un concepto de un filósofo, no de un físico, Leibniz. Una comprensión que aunara las leyes de lo mínimo e invisible, “la teoría del cuanto” dice Einstein, con las extensiones impensables de las galaxias. Con el mismo placer se leen “La ley de la existencia”, un breve diálogo entre Rabindranath Tagore y Einstein, o el día en que el físico entra por primera vez en los almacenes Rotman sin saber que sería el primer día de una larga amistad con su dueño, David Rotman, compartiendo afinidades: Mozart, el violín, los relojes de sol.

Como escribe el profesor Juan José Gómez Cadenas en el epílogo a la obra, “los poemas que recogen en este delicioso libro Clara Janés y Jenaro Talens y los enriquecedores “paisajes” que los acompañan, configuran una especie de biografía impresionista”. Pero no es la biografía de un solo hombre. “Einstein no está solo en su mausoleo de mármol”. Porque este libro es también la biografía de una época, la de hace un siglo ahora, y unos hombres que nos cuentan cómo la vivieron y nos regalan su saber. Hay una escena en “La muerte de Virgilio” donde el poeta, viejo y enfermo, describe la entrada triunfal de la nave de Augusto en el puerto de Bríndisi. Las reflexiones sobre la exaltación de la muchedumbre -la “masa” de Canetti– no es una recreación literaria del regreso del emperador, es Hitler entrando en Nuremberg sin Leni Riefenstahl. De esas referencias y relaciones sugeridas está lleno este libro; de advertencias también, que suenan como un aldabonazo de presagios oscuros.

Tomás Hernández es la reseña invitada de hoy y es poeta.

Albert Einstein: poemas y paisajes (Eolas Ediciones, 2024) | Clara Janés y Jenaro Talens | 262 págs. | 21,00€

admin

Un comentario

  1. Tengo una curiosidad: si esto son poemas de Albert Einstein, ¿por qué no figura Albert Einstein como autor del libro? Y no solo lo digo por el diseño de la cubierta, que sugiere con claridad que «Albert Einstein» forma parte del título, sino porque el la ficha oficial del libro en librerías, Clara Janés y Jenaro Talens figuran como autores del libro, no como traductores o editores. ¿Qué ha fallado ahí?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *