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Los premios literarios los carga el diablo

LUIS ANTONIO SIERRA | Todos los años se conceden a lo largo y ancho de nuestro país incontables premios literarios. Se supone que los afortunados que los reciben han escrito obras de calidad contrastable que aportan riqueza al panorama literario patrio. La recompensa obtenida por estos premios puede ir desde la sencilla y humilde placa conmemorativa y, con suerte, una corta edición de la obra ganadora, hasta cantidades de dinero casi obscenas. Y, ¡ay, amigo!; cuando esto último sucede, más vale poner todas las cautelas sobre la calidad de la obra premiada porque lo que hay detrás del galardón suelen ser intereses editoriales creados, aparte de recompensas por vasallajes respecto a la empresa que patrocina el premio. Y si no que se lo digan a Vicente Vallés, cuya obra, Operación Kazán, ganó el Premio Primavera en 2022 y no se puede entender sino como una recompensa y/o sobresueldo por parte de sus reaccionarios jefes por su fiel y leal comportamiento al frente del noticiero de Atresmedia.

Con relación al Premio Planeta – mira tú qué casualidad, también dentro del grupo Atresmedia – es de sobra conocido que lo que menos importa para su concesión es la calidad literaria de las novelas premiadas y que lo que prima son las perspectivas de ventas para la editorial gracias al tirón mediático del propio premio y de los premiados. En 2021, la novela finalista – premio de consolación, pero igualmente rentable – fue Últimos días en Berlín, de Paloma Sánchez-Garnica y sobre ella vamos a hablar en esta reseña destacando, en primer lugar, su escaso valor literario desde un punto de vista meramente formal. Es verdad que la narración es ágil y fácil su lectura, cosa que es de agradecer tratándose de un libro de más de 600 páginas. Pero también es cierto que la agilidad no tiene por qué estar reñida con la calidad y ahí encontramos una de las muchas fallas del libro. Y para muestra, un botón: la narración está llena de lugares comunes, de metáforas muy manidas, totalmente previsibles y a las que un lector medianamente versado recurriría si le pidieran improvisar la escritura de un texto narrativo. Y otro botón: la autora utiliza en ocasiones un vocabulario bastante forzado, que no viene demasiado a cuento y cuya elección da la sensación de que se ha realizado echando mano de un diccionario de sinónimos para no repetir un concepto ya mencionado y que se ha escogido el primero que aparecía o el que sonaba más raro. Y luego, repitamos esa misma palabra con profusión y desatino.

Por otra parte, si nos fijamos en las implicaciones ideológicas de la historia que nos cuenta Sánchez-Garnica, no nos queda más que afirmar que encontramos un muy preocupante trasfondo ultraconservador y reaccionario que trasluce un panorama muy poco alentador por lo que respecta al respeto de las libertades y los valores democráticos. Últimos días en Berlín contribuye a esa sorprendentemente asumida equidistancia respecto al nazismo y al comunismo que se viene haciendo en este país desde hace tiempo por ciertos grupos de comunicación como – ¡oh, casualidad! – Atresmedia. El blanqueamiento de la extrema derecha está empezando a tener consecuencias muy graves tanto dentro de España (Castilla-León, Andalucía, …) como fuera de nuestras fronteras (Trump, Bolsonaro, Orban, Meloni, …) y obras como la de Sánchez-Garnica son ejemplo de esto. Evidentemente, la capacidad de influencia de la literatura es limitada, pero es una señal inequívoca de la permeabilidad ejercida en los últimos tiempos por parte de los sectores sociales más reaccionarios sobre los más variados ámbitos y, por consiguiente, sobre el inconsciente colectivo.

Otro asunto que entronca en cierta manera con lo ideológico es la pátina de verosimilitud que la autora pretende darle a la narración y que no logra. Las aventuras y desventuras de Yuri, el protagonista, son muy poco creíbles, esto es, son tantas vicisitudes las que le suceden a este personaje que pueden servir para una novela gráfica de Marvel, para una novela juvenil de aventuras, pero no para una narración para un público adulto. Que me perdone la autora, pero es muy difícil asumir que una persona soporte una desgracia tras otra casi sin despeinarse, que esté al borde de la muerte en varias ocasiones y siempre haya un giro (una persona salvadora salida de la nada) que le evite ese mal y definitivo trago.

Otras cuestiones argumentales que van en la misma línea y que también hacen de esta novela un artefacto narrativo muy poco creíble – porque se trata de una novela histórica, no lo olvidemos – son tanto el uso de estereotipos como el de las descripciones maniqueas que maneja Sánchez-Garnica. Sucede, por ejemplo, con Yuri y su familia, burgueses acomodados pertenecientes a la crème de la crème de San Petersburgo, y buenísima gente, generosos, sin una mácula, y conviviendo en total armonía con sus iguales. Eso sí, cuando llega la Revolución de Octubre, está claro quiénes son los malos, malísimos, es decir, esas hordas comunistas, esas gentes paupérrimas que no tienen un chusco de pan que echarse a la boca y que son unos maleducados, que están llenos de rencor hacia gentes como Yuri y los suyos – actitud del todo incomprensible según la autora – y que se vengan de los burgueses capitalistas echando mano de lo peor que pueden sacar de sí mismos: violan, chantajean, humillan, asesinan. Si lo que pretendía la autora era demonizar el comunismo y a los comunistas, lo ha conseguido a base de esta burda propaganda estereotipada – curiosamente, siguiendo uno de los postulados del mago de la propaganda y al que tanto le gusta citar en la novela, el nazi Goebbels.

Otra cosa es que estemos dispuestos a tragárnosla.

Últimos días en Berlín. (Planeta, 2021) | Paloma Sánchez-Garnica | 648 páginas | 22,90 euros.

admin

Un comentario

  1. Gran reseña. Y cómo apesta el panorama literario que manejan los grandes grupos. Luego se dice que en este país se lee poco. Demasiado se lee, dado lo que se publicita, se difunde masivamente, se premia y cuya falta de contenido y valor artístico se silencia. La gran mentira, para el arte que aspira a encontrar alguna verdad.

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