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Los torcidos caminos de vuelta a casa

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No habrá más sol tras la lluvia

Miguel Cisneros Perales

La Piedra Lunar, 2014

ISBN: 978-84-939102-3-5

172 páginas

15 €

 

 

 

José M. López

Si os digo que la novela de la que voy a hablar está protagonizada por un tal Hipólito, guerrero deformado y tuerto en la batalla que huye de la guerra en busca de su hogar, donde espera encontrar a su esposa Penélope. Y que antes de emprender su camino se encuentra al viejo Néstor, un anciano contador de historias e intérprete de los truenos,  que le aconseja que se hospede en casa de Ceres, hombre callado y bondadoso dueño del único remanso de paz en medio de este infierno. Si os lo digo así, es normal que penséis que estamos ante un relato “odiseico” ambientado en la Antigua Grecia. Pero no. Los hechos de esta historia tienen como marco la Guerra de Secesión americana, y conforman una especie de novela del oeste crepuscular escrita con mucha clase e inteligencia. Porque el nombre completo del protagonista es Tennessee Hipólito, y es, en realidad,  un joven oficial confederado que deserta tras caer de su caballo, ávido por regresar a su pequeña aldea donde le esperan su mujer y su hijo, al que aún no conoce. Por el camino, se esconde en la cantina de John Ceres, viejo alcohólico y de pocas palabras que se dedica a dar refugio a todo aquel que huye de alguien en medio del infierno de la guerra, sin preguntarle a qué bando pertenece. Y a lo largo de las poco más de ciento cincuenta páginas de la novela seguimos la andadura de este protagonista demacrado, mitad Ulises, mitad Minotauro, en medio del averno que supone toda contienda. Y es que llegar a casa es la única forma que tiene de olvidar las tropelías que sus ojos han divisado, la única vía de reencontrarse con un pasado idílico, familiar y no manchado por la sinrazón de la lucha encarnizada entre Norte y Sur. Hipólito sabe, en definitiva, que el reencuentro con su familia es el único camino para dejar de lado la bestia en la que él mismo se ha convertido. Pero lo que no sabe es que, a diferencia de lo que sucedía en los relatos homéricos, el tiempo en la América de la Guerra Civil ya no es cíclico. Al cuerno el eterno retorno. Allí las balas pasan factura, y, como se dice en un momento de la novela, “no hay camino de regreso a casa que no esté torcido”.

Este feliz matrimonio entre la épica clásica y el ‘western’ viene de lejos, y en esta novela no solo se basa en los juegos onomásticos. En ambos géneros la naturaleza posee una importancia sobrenatural, y adquiere, en ocasiones, valores míticos o divinos. En la lengua de esta historia encontramos, además, cierto deje que asemeja su prosa a la latina: limpieza sintáctica, estructuras simétricas, frases concisas y, en ocasiones, tono grandilocuente. Todo para sacar del horno una novela corta en extensión pero, a mi parecer, de enorme entidad literaria. Una novela donde no hay héroes, ni antihéroes, tan solo gente vulgar; o que, al menos, lo eran antes venir de vuelta de una guerra brutal por la que se vieron ferozmente agredidos. Porque el que ha estado allí, ya nunca volverá a ser el mismo, y, aunque se esfuerce en volver a comportarse como un ser humano, está condenado a deambular como una alimaña de por vida. Todos los seres que pueblan el libro, con Hipólito a la cabeza, se mueven con gesto perdido y pocas palabras en los labios, como secos por dentro, porque han perdido toda fe posible en el ser humano. En este desierto de ilusiones, solo salen beneficiados “los encargados de reconstruir”, aquellos espabilados carroñeros que, sin alienarse nunca con ningún bando de manera clara y sin sostener nunca un rifle, hacen negocios volviendo a edificar lo derribado, volviendo a vender lo que ya no hay, devolviendo la esperanza a los desesperanzados. Estos buitres que se alimentan de los restos de una guerra que seguramente ellos mismos provocaron. Aun sin ser una novela histórica, el carácter testimonial del libro acerca de una época tan concreta aparece, además, reflejado en las impactantes fotografías que ilustran sus páginas, y que provienen de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América.

¿Que quién ha escrito esta pequeña obra maestra? Pues eso es lo de menos, la verdad. Me han dicho que se llama Miguel Cisneros Perales y que se dedica a eso de la traducción. En la solapa del libro aparece que tiene 25 años, dato del que me permito dudar, debido a la madura sabiduría que denota su escritura. También me dicen que esta es su primera novela, pero que tiene alguna más metida en un cajón. Lo único que yo tengo que decirle al autor es que, si considera que es la mitad de buena que la primera, ya está tardando en sacarla a la luz.

admin

2 comentarios

  1. Estoy de acuerdo con su elogiosa crítica y confirmo que los datos del autor son correctos.

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