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Martina

Deseo de ser Punk

Belén Gopegui

Anagrama, 2009

ISBN: 9788433971951

192 págs.

15 €


«Quiero la luz y los cuerpos que producen
las sombras y no sólo la porción de oscuridad.
La luz, los principios, la bondad, como
queramos llamarlo, cuando no son una efusión pasajera, conducirán,
más temprano que tarde, a lo político, a la lucha contra la explotación, si es que no es ya su consecuencia, pues no hay bondad privada posible en una organización económica, social
y política estructuralmente injusta»
«Un pistoletazo en medio de un concierto»
Belén Gopegui
Jabo H. Pizarroso
Henry Miller aseguró alguna vez que la literatura del futuro sería autobiográfica o no sería nada. Juan José Millas no se cansaba de repetir a sus alumnos en la escuela de Letras de la calle Factor número ni me acuerdo que la voz narrativa no es otra cosa que la determinación explícita del lugar desde donde se cuenta algo. Deseo de ser punk, es una voz narrativa, el lugar mental y físico de una chavala de dieciséis años, un espacio iluminado con tal decencia narrativa que esta novela establece una coherencia que en raras ocasiones se da en la literatura española.

Los yanquis son otra cosa. Sobre todo porque tienen el inquietante Guardián entre el centeno, de ese Salinger oculto, extraño, esa ausencia que remató la feana cuando escribió el cuento sobre el Pez Plátano. La novela de Salinger es para Martina y para Belén Gopegui una referencia textual insoslayable. Lo es también Mersault, el protagonista de El extranjero, de Albert Camus. Pero algo muy leve y a la vez radicalmente frío separa estas propuestas literarias de la novela que estamos reseñando.

Martina, es una joven adolescente que se refugia en el rock primero para entender el mundo que le rodea y segundo para no acabar hundida por el mundo que le rodea. El rock es visto por una chica que ha interiorizado el ascenso y caída de los cedés, de los ipods y de toda la cacharrería tecnológica con la que han tratado de aturdirle la cabeza a ella y a otros adolecentes.

Me quedé con el disco en la mano y pensé que los vinilos eran como los cuadernos, que se acaban (…) La gente se muere, las cosas terminan, un disco es un disco. Cuando yo acabe este cuaderno dejaré de hablar contigo y si no he conseguido hacerte pasar aquí dentro, habré perdido mi oportunidad.

Martina escribe una carta larga a un amigo, a un ser que ella adora y quiere y que ella necesita traer hasta su espacio, que no es otro que el de su voz, el de sus reflexiones. Empapada de música rock, la música que le atraviesa y le parte por la mitad, Martina no sucumbre a la majadarería de los cueros y los snobismos pret a porter de los que han enterrado uno de los gritos más crudos y verdaderos de la clase obrera de muchos lugares. Liverpool, Bilbao, Madrid, Los Sex Pistols, Eskorbuto y hasta Leño no han perdido ni una sola gota de sudor en lo que llevamos de tiempo desde que escupieron al mundo la mierda que el mundo utilizó para enterrar la ilusión y la inocencia de multitud de jóvenes comiditos por el paro, la exclusión y la falta de futuro. Martina lleva a cabo ella misma su educación sentimental. Musicaliza su bildungsroman particular. Y también recibe colaboraciones de otros. Se sirve de la ayuda del padre de Vera, su mejor amiga, y dos chicos mayores que ella que regentan una tienda de vinilos en una céntrica calle de Madrid.

La humildad de esta chica está trabajada con clase y tino, mucho oficio, mucho, y llegamos a ella como lectores con una sobreabundancia de rigor narrativo envidiable. Hay quien ha criticado por falta de madurez esta voz narrativa y ha desechado la novela por tratarse de un texto escrito desde la sencillez de una voz adolescente. Hay quienese con cuarenta eligen como mejor libro de su vida el de Harry Potter. ¡Qué le vamos a hacer! Hay de todo.
A Belén Gopegui le piden ser Belén Gopegui según lo que muchos entienden por eso. Empiezan a atascarse cuando tras un dominio narrativo formidable, como el que Belén despliega esta novela, el lector puede pulsar con sus propios dedos los resortes causales de una situación política y social bochornosa que destroza el vigor punki que todo adolescente fomenta y disemina por el mundo para poder posibilitar así futuros donde persista la alegría y el desenfado ritual que todo crecimiento humano necesita. Martina es explícita y nada destructiva, es coherente y se aclara ella misma y trata de aclarar a los demás, es generosa, y sobre todo es una chica que se resiste a ser pasto de los gusanos bochornosos que a todos y a todo gobiernan. Y no se amilanen porque también es una mujer de acción. La coherencia de su pensamiento así nos lo propone y asi nos lo muestra la novela. Llegar a Martina es sencillo, porque lo hace sencillo Gopegui. Desprenderse de ella es mucho más difícil.

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