Poesía 1955-2008
John Berger
Círculo de Bellas Artes, 2014. Colección «La Voz del Poeta»
ISBN: 978-84-86418-31-1
272 páginas + CD
18,50 €
Traducciones de Pilar Vázquez, Nacho Fernández R. y José María Parreño
Antonio Rivero Taravillo
Novelista, pintor, ensayista, John Berger nació el mismo día en que treinta y siete años más tarde murió Luis Cernuda. Es decir, vino al mundo el 5 de noviembre de 1926, como él mismo declara en un poema (porque, además, Berger es poeta). Está, por lo tanto, próximo a cumplir los noventa años, y aunque en general la primera faceta de él que se nos viene a la mente es la de narrador (G obtuvo el premio Booker en 1972), puede ser considerado, a la vista de este volumen bilingüe uno de los más destacados bardos de Inglaterra. Y esto, sin buscar oscuridades ni hermetismos, y sin hacer uso de un lenguaje rebuscado o efectista. Su verso suele ser breve, y rehúye la brillantez canónica de los tetrámetros y pentámetros yámbicos. Lo que lo sostiene es la inteligencia y la forma de mirar (algo sobre lo que él se ha ocupado como crítico de arte). Cada vez se me hace más evidente que la poesía no consiste tanto en unas sílabas –cuentas– enhebradas como en insólitas conexiones neuronales. Lo primero ayuda y guía a lo segundo, pero es esto lo que de verdad importa y lo que la distingue de su pista de despegue, la versificación.
De su poesía, ya contábamos en español con Páginas de la herida (1996). Los poemas que ahora recoge esta edición (que es prácticamente su poesía reunida) aparecen en orden más o menos cronológico, por elección del autor, quien confiesa en el prefacio al volumen: “Tengo la sensación de que mis poemas no están datados, que todos fueron escritos en un mismo momento intemporal.”
Y en esa sincronía hallamos excelente composiciones, como el poema “Canario”, de ese 1972 que lo consagró como novelista (“El canario canta en la jaula / del pecho del águila.”). En el largo poema en que se narra la muerte de una anciana en un paisaje rural de montaña (Berger vive desde hace mucho largas temporadas en los Alpes suizos) ofrece otra imagen muy poderosa: “En su entierro / el pueblo vio cómo la nieve blanda / la inhumaba / antes que el sepulturero.”
“Guarda las lágrimas / vida mía / para la prosa”, invoca en otro de sus poemas, como queriendo distinguir la emoción del sentimentalismo. Y está bien que reivindique la poesía en un mundo capitalista cuyo motor es lo utilitario, porque la poesía es inseparable de lo humano, y quizá uno de los rasgos que en cualquier sociedad tradicional (esos campesinos cuyo mundo admira y cuyo declinar lamenta Berger ) han distinguido a los mejores de nuestra especie de los brutos. Son también versos suyos estos que siguen: “Trasportamos poesía / como los trenes de mercancías del mundo / trasportan ganado.”
El muy hermoso “Viejo poema de amor”, tan sencillo, es para mí una de las mejores páginas del libro. Pero a lo largo de todo este hallamos motivos de gozo o reflexión, como en el poema en prosa “Doce tesis sobre la economía de los muertos”, donde leemos: “Los vivos piensan que los muertos son aquellos que han vivido; pero los muertos ya incluyen a los vivos en su propia gran colectividad.”
En cada caso se hace constar el nombre del traductor del poema (las más de las veces, Pilar Vázquez, que ha revisado traducciones suyas anteriores). En cuanto a las grabaciones, se pueden escuchar en la voz del propio Berger a partir de la lectura que realizó en 2010 en el Círculo de Bellas Artes, al que hay que felicitar por esta esmerada edición, hermosa, compacta, que debería –la recomiendo encarecidamente– llevar a su biblioteca todo amante de la poesía.
Solicitaría a ustedes mayor información de Don John Berger, quien era y de donde era originario de su pais, Gracias por todo.
Atentamente
Fernando Paredes Berger
Puerto Montt – Chile
Acaricia nuestros oídos con sus versos…
Es maravilloso…