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Mosqueo

portadafiebre259x385FRAN G. MATUTE | Sigo desde hace tiempo, y con interés, la carrera literaria de Matías Candeira. Lo hago porque la primera vez que leí algo suyo me llamó poderosamente la atención. En algunos de sus primeros relatos creí encontrar cosas de valor: una voz, una temática atractiva y mucho desparpajo. Creí ver en esa conjunción de elementos una voluntad literaria sólida que tarde o temprano cristalizaría en algo consistente, en algo relevante. Pero la confirmación tardaba en llegar.

En 2013, Candeira publicó Todo irá bien, una colección de relatos que me decepcionó muchísimo, quizás porque no era lo que yo esperaba leer. Había en aquellos relatos un giro estilístico importante, arriesgado; un salto hacia una prosa más oscura, más ambigua, supuestamente madura, bajo la cual yo no fui capaz de captar gran cosa. Con todas, no quise tirar la toalla tan pronto: una novela parecía estar en ciernes, una obra que marcaría definitivamente la medida del talento de Candeira como escritor. Y aquí que estamos.

Lo primero que sorprende de Fiebre es su ambición. No solo por su extensión sino también por lo resbaladizo de su contenido: una historia de difícil exposición, brumosa, que gira de un modo muy reflexivo sobre conceptos como la pérdida, la ausencia, el hueco. De un lado, el del amor fallecido; de otro, el de un padre ausente, que también fallece. Y pivotando sobre estas dos historias, multitud de símbolos (como las formas cúbicas, presentes en esa siniestra cabaña, o en el juguete Mr. Sol; Fiebre es también una novela dibujada a dos colores: el negro y el amarillo, tan presentes a lo largo de todo el texto) y referencias al vacío: el que siente el protagonista en su interior, el que pinta de forma frenética en su brazo, el que provoca el no haber tenido nombre al nacer, el de no saber en definitiva quién es uno… Al protagonista, en ocasiones, le rondan moscas, como si fuera un muerto viviente, como si llevara algo podrido por dentro. Debe uno, de hecho, de vez en cuando, espantarlas, a medida que se sumerge en las páginas de esta sugerente propuesta.

En Fiebre, Candeira se curra cada párrafo, y consigue por fin dar sentido a esa prosa vaporosa que inauguró en Todo irá bien. De hecho, la “fiebre” del título es otro símbolo, pues toda ella impregna la narración del excelente primer capítulo de la novela, tan “febril”; da también nombre a lo innombrable, a esa especie de maldición que rodea a la figura del padre, y que ataca de forma enfermiza al protagonista. Candeira también consigue aquí domar ese “humor de carnicero” que emplea en ocasiones, con el que logra hacer más llevadero el cínico oscurantismo que sobrevuela constantemente la novela.

Creo que Fiebre tiene muchos puntos en común con la Autopsia (2013) de Miguel Serrano Larraz, no ya porque ambas compartan editorial y presenten una extensión inusual dentro de nuestra narrativa más joven, sino por la aproximación obsesiva que plantean sobre cuestiones cotidianas no resueltas, así como por la innegable voluntad de prosa que ambos autores gastan, cada uno en su estilo. Del mismo modo, si algo se podía achacar a Autopsia era lo endeble de su trama, sustentada (compensada) precisamente gracias a los mecanismos obsesivos de la narración, y a la pericia de Serrano Larraz como escritor. En Fiebre, sin embargo, se produce un hecho insólito: tras construir con mano firme una potentísima novela de trescientas páginas, con momentos de auténtica lucidez en su interior, Candeira se suicida con un tercer capítulo final aburrido e innecesario, con el que a mi juicio se estropea todo.

Por desgracia, una novela no puede ser valorada así, por separado, como si sus capítulos fueran piezas independientes. Pues si bien es cierto que se podrían decir grandes cosas de sus dos primeros capítulos, el final de Fiebre termina, como una mancha oscura, tragándoselo todo. Acuden entonces las moscas a molestar al lector, no hay forma ya de quitárselas de encima, y sucumbe uno, claro, al mosqueo: porque en un mundo en el que Candeira no fuera el peor enemigo de Candeira, Fiebre podría haber sido una novela importante.

Fiebre (Candaya, 2015), de Matías Candeira | 352 páginas | 18 €

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