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Mucho sueño

Unmundopropio_portada(1)

 

Un mundo propio. Diario de sueños

Graham Greene

La uÑa RoTa, 2014

ISBN: 978-84-95291-31-8

160 páginas

14 €

Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino

 

 

Manolo Haro

A comienzos del siglo XVIII, el escritor inglés Joseph Adisson afirmó que el alma humana cuando sueña, libre ya del lastre físico, es a la vez el teatro, los actores y el auditorio. La cita la recoge Jorge Luis Borges en su obra el Libro de sueños, donde acopia las creaciones subconscientes de varios personajes de la historia, la filosofía y la literatura. El argentino dice, a su vez, que “una lectura literal de la metáfora de Adisson podría conducirnos a la tesis, peligrosamente atractiva, de que los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de los géneros literarios”. Un mundo propio de Graham Greene pertenece a este subgénero, si le concedemos carta de naturaleza a la idea de Borges. Lo que ocurre es que para que un sueño interese al que lo oye o lee ha de albergar la promesa de las profecías –el desvelamiento– o ser tan original como una aurora boreal en el Trópico. El sueño de San Juan en el Apocalipsis reúne ambas circunstancias; el libro de Greene no deja de ser un breve diario de los viajes de su subconsciente a momentos y latitudes dislocadas en la compañía de gente importante. Nada más. Para buscadores de fuentes literarias tal vez esta obra pueda ofrecer un sendero para remontar el caudal creativo del británico y así llegar a saber de dónde venían ciertas imágenes o argumentos en su obra. En lo que se refiere a lo profético, Greene no practicó el «casandrismo» ni falta que le hacía (aunque parece que cierta vez previó una catástrofe aérea). Su obra se nutre de su imaginación consciente, cosa que no quiere decir que algún pasaje de sus visitas nocturnas al otro mundo no le suscitara ideas interesantes para sus ficciones.

De un autor que vendía 60.000 ejemplares de media, mientras que coetáneos suyos habían de conformarse con saldar ediciones de 5.000 (Evelyn Waugh, por ejemplo), sería justo afirmar que el sueño de otros escritores ya lo vivía él en vida. Cualquiera que conozca algo de su producción y desembarque en este pequeño volumen se dará cuenta del color pálido que adopta su literatura subconsciente frente a la de la consciencia y la del fuste como narrador de ficción. Yvonne Cloetta, la pareja que lo acompañó hasta el final de sus días, cuenta en el prólogo como el propio Greene le pidió que dejara preparada la edición de una selección de sus sueños, extraída ésta de un diario de 800 páginas que aquí se convierten en apenas 150. La obra que ahora publica ediciones La uÑa RoTa reúne una buen número de sueños, los cuales girarán en torno a todas las preocupaciones del autor de El factor humano: un círculo cromático perfecto que comienza ofreciendo relatos sobre la felicidad y acaba con otros que abordan la enfermedad y la muerte. Por el medio aparecerán escritores, lecturas, el cine, el teatro, el espionaje, estadistas, políticos y aristócratas, la religión, lecturas y viajes y un interrogante epígrafe dedicado al «¿amor?» Ninguna de estas breves anotaciones superan en originalidad a otros sueños que pudieran tener el común de los mortales. Soñar que Hitler está vivo o que uno puede conversar con Castro en un paseo por la Habana no es una muestra de creación inconsciente excelsa. Si hubiéramos puesto a hablar a uno con el otro y la conversación hubiera versado sobre la manufactura de los puros en Polonia, por ejemplo, quizás hubiera dado un toque diferente al asunto. El sueño es un territorio tan personal y a la vez tan extensamente inventivo que sólo prestaríamos atención verdadera al relato de un amante que está a punto de abandonarnos (por intentar entrever las respuestas a las preguntas de los huérfanos de amor).

Nabokov entendía que la gente quisiera conocer sus obras, pero no alcanzaba a comprender cómo alguien podía querer conocerlo a él. “La mejor parte de la biografía de un escritor no es la crónica de sus aventuras, sino la historia de su estilo”, decía el ruso. En el caso de Greene y, más concretamente, en el de sus sueños, poco aportan a la noticia de su vida; nada a su talento como narrador. Su última obra narrativa “de ficción real” (si se me permite), El factor humano, se convirtió en un clásico de la novela de espionaje e influenció tanto a John Le Carré, P. D. James, Anthony Burgess, como a McEwan, David Lodge y Salman Rushdie, tal como manifiesta Aparicio Maydeu en sus Lecturas de ficción contemporánea. Les aseguro que el mundo narrativo de Graham Greene es mucho más imaginativo que Un mundo propio. Es cierto que no deja de ser una curiosidad, pero, por si las moscas, acompáñense en esta lectura con una de sus novelas.

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